La Casa Del Idolo De Astarte
Agatha Christie
Estos relatos son contados por los miembros del Club de los Martes que se reúnen
cada semana. En la cual cada uno de los miembros y por turno expone un problema
o algún misterio que cada uno conozca personalmente y del que, desde luego sepa
la solución.
Para así el resto del grupo poder dar con la solución del problema o misterio.
El grupo esta formado por seis personas:
Miss Marple, Mujer ya mayor pero especialista en resolver cualquier tipo de
misterio.
Raymond West: Sobrino de Miss Marple y escritor.
Sir Henry Clithering:Hombre de mundo y comisionado de Scotland Yard.
Doctor Pender: Anciano clérigo de parroquia
Mr. Petherick:Notable abogado
Joyce Lempriére:Joven artista
Y ahora doctor Pender, ¿qué va usted a contarnos?
El anciano clérigo sonrió amablemente.
-Mi vida ha transcurrido en lugares tranquilos-dijo-. He sido testigo de muy
pocos acontecimientos memorables. No obstante, en cierta ocasión, cuando era
joven, tuve una extraña y trágica experiencia.
-¡Ah! -exclamó Joyce Lempriére en tono alentador.
-Nunca la he olvidado -continuó el clérigo-. Entonces me causó una profunda
impresión, e incluso ahora, con un ligero esfuerzo de mi memoria, puedo sentir
de nuevo todo el horror y la angustia de aquel terrible momento en que vi caer
muerto a un hombre al parecer sin causa aparente.
-Ha conseguido ponerme la piel de gallina, Pender-se lamentó sir Henry.
-A mí sí que se me puso la piel de gallina, como usted dice -replicó el otro-.
Desde entonces nunca he vuelto a reírme de las personas que emplean la palabra
"atmósfera". Existe. Hay ciertos lugares saturados de buenos o malos influjos
que hacen sentir sus efectos.
-Esa casa, The Larches, es uno de esos lugares infortunados -señaló miss Marpie-.
El viejo Mr. Smither perdió todo su dinero y tuvo que abandonarla. Luego la
alquilaron los Carlslake y Johnny se cayó por la escalera y se rompió una
pierna, y Mrs. Carlslake se vio obligada a marcharse al sur de Francia para
reponerse. Ahora la tienen los Burden y he oído decir que el pobre Mr Burden
tendrá que ser operado de urgencia.
-Hay mucha superstición en lo que toca a todos estos temas -dijo Mr. Petherick-.
Y por culpa de muchos de los estúpidos rumores que corren se ocasionan
innumerables daños a estas fincas.
-Yo he conocido un par de fantasmas que tenían una robusta personalidad -comentó
sir Henry con una risita.
-Creo -dijo Raymond- que deberíamos dejar que el doctor Pender continuara su
historia.
Joyce se puso en pie para apagar las dos lámparas, dejando la habitación
iluminada solamente por el resplandor de las llamas.
-Atmósfera -explicó-. Ahora podemos continuar.
El doctor Pender le dirigió una sonrisa y, tras acomodarse en su butaca y
quitarse las gafas, comenzó su relato con voz suave y evocadora.
-Ignoro si alguno de ustedes conocerá Dartmoor. El lugar de que les hablo se
halla situado cerca de los límites de Dartmoor Era una preciosa finca, aunque
estuvo varios años en venta sin encontrar comprador Tal vez resulta algo
apartada en invierno, pero la vista es magnífica y la casa misma posee
características ciertamente curiosas y originales. Fue adquirida por un hombre
llamado Haydon, sir Richard Haydon. Yo lo había conocido en la universidad y,
aunque le perdí de vista durante algunos años, seguíamos manteniendo lazos de
amistad y acepté con agrado su invitación de ir al Bosque Silencioso, como se
llamaba su nueva propiedad.
"La reunión no era muy numerosa. Estaba el propio Richard Haydon, su primo
Elliot Haydon y una tal lady Mannering con su hija, una joven pálida e
inconspicua, llamada Violeta. El capitán Rogers con su esposa, buenos jinetes,
personas curtidas que sólo vivían para los caballos y la caza. En la casa estaba
también el joven doctor Symonds y miss Diana Ashley. Yo había oído algo sobre
esta última. Su fotografía aparecía a menudo en las revistas de sociedad y era
una de las bellezas destacadas de la temporada. Desde luego era realmente
atractiva. Morena, alta, con un hermoso cutís de tono crema pálido y unos ojos
oscuros y rasgados que le daban una pícara expresión oriental. Poseía además una
maravillosa voz, profunda y musical.
"Vi en seguida que mi amigo Richard Haydon estaba muy interesado por la muchacha
y deduje que aquella reunión había sido organizada únicamente por ella. De los
sentimientos de ella no estaba tan seguro. Era caprichosa al conceder sus
favores. Un día hablaba con Richard como si los demás no existiéramos y, al
otro, el favorito era su primo Elliot y no parecía notar la existencia de
Richard, para acabar dedicándole sus más seductoras sonrisas al tranquilo y
retraído doctor Symonds.
"La mañana que siguió a mi llegada, nuestro anfitrión nos mostró el lugar. La
casa en sí no era nada extraordinaria, y estaba sólidamente construida con
granito de Devonshire para resistir las inclemencias del tiempo. No era
romántica, pero si muy confortable. Desde sus ventanas se divisaba el panorama
del páramo y las vastas colinas coronadas por peñascos moldeados por el viento.
"En las laderas de los peñascos más cercanos a nosotros había varios círculos de
menhires, reliquias de los remotos días de la Edad de Piedra. En otra colina se
veía un túmulo recientemente excavado y en el que habían sido encontrados
diversos objetos de bronce. Haydon sentía un gran interés por las antigüedades y
nos hablaba con gran entusiasmo de aquel lugar que, según nos explicó, era
particularmente rico en reliquias del pasado.
"Se habían encontrado restos de refugios neolíticos, de druidas celtas, de
romanos, e incluso indicios de los primeros fenicios.
"-Pero este lugar es el más interesante de todos -nos dijo-. Ya conocéis su
nombre, el Bosque Silencioso. Bien, no es difícil comprender por qué se llama
así.
"Señaló con el brazo. En aquella zona, el paisaje se mostraba especialmente
desolado; rocas, brezos, helechos, pero a unos cien metros de la casa había una
magnífica y espesa arboleda.
"-Es una reliquia de tiempos muy remotos -dijo Haydon-. Los árboles han ido
muriendo, pero han sido replantados y en conjunto se ha conservado tal como
estaba tal vez en tiempos de los fenicios. Vengan a verlo.
"Todos le seguimos. Al entrar en el bosquecillo me sentí invadido por una
curiosa opresión. Creo que fue el silencio, ningún pájaro parecía anidar en
aquellos árboles. Se podía palpar la desolación y el horror en el aire. Vi que
Haydon me contemplaba con una extraña sonrisa.
"-¿No le causa alguna sensación este lugar, Pender? -me preguntó-. ¿De
hostilidad? ¿O de intranquilidad?
"-No me gusta -repliqué tranquilamente.
"-Está en su derecho. Este lugar fue la plaza fuerte de uno de los antiguos
enemigos de la fe. Este es el Bosque de Astarté.
"-¿Astarte?
"-Astarté, Isthar, Ashtoreth o como quiera llamarla. Yo prefiero el nombre
fenicio de Astarté. Creo que se conoce otro Bosque de Astarté en este país, al
norte de la muralla de Adriano. No tengo pruebas, pero me gusta pensar que el de
aquí es el auténtico. Ahí, en el centro de ese espeso círculo de árboles, se
llevaban a cabo los ritos sagrados.
"-Ritos sagrados -murrnuró Diana Ashley con mirada soñadora-. Me gustaría saber
cómo eran.
"-Nada recomendables- dijo el capitán Rogers con una risa estruendosa pero
inexpresiva-. Imagino que algo fuertes.
"Haydon no le prestó atención.
"-En el centro del bosque debía de haber un templo -dijo-. No es que haya
conseguido encontrar alguno, pero me he dejado llevar un poco por mi
imaginación.
"Para entonces ya habíamos penetrado en un pequeño claro en el centro de la
arboleda, donde se elevaba una especie de glorieta de piedra. Diana Ashley miró
inquisitivamente a Haydon.
"-Yo la llamo la Casa del Idolo -dijo éste-. Es la Casa del Idolo de Astarté.
"Y avanzó hacia ella. En su interior, sobre un tosco pilar de ébano, reposaba
una curiosa imagen que representaba a una mujer con cuernos en forma de media
luna y que estaba sentada sobre un león.
"-Astarté de los fenicios -dijo Haydon-. La diosa de la Luna.
"-¡La diosa de la Luna! -exclamó Diana-. Oh, organicemos una fiesta pagana para
esta noche. Disfrazados. Vendremos aquí a medianoche para celebrar los ritos de
Astarté.
"Yo hice un gesto brusco y Elliot Haydon, el primo de Richard Haydon, se volvió
rápidamente hacia mí.
"-A usted no le gusta todo esto, ¿verdad, Pender? -me dijo.
"-Sí -repliqué en tono grave-, no me gusta. -Me miró con extrañeza.
"-Pero si es una broma. Dick no puede saber si esto era realmente un bosque
sagrado. Sólo es pura imaginación. Le gusta jugar con la idea. Y de todos modos,
si de verdad lo fuera...
"-¿Y si lo fuera...?
"-Bueno -dijo con una sonrisa un tanto incómoda-. Usted no puede creer en esas
cosas, ¿no? Es un párroco.
"-Precisamente, no estoy seguro de como párroco no deha creer en ello.
"-Aun así, todo es ya parte del pasado.
"-No estaría tan seguro -dije pensativo-. Yo sólo sé una cosa. Por lo general no
soy hombre que se deje impresionar fácilmente por un ambiente, pero desde que he
penetrado en este círculo de árboles, tengo una extraña sensación de maldad y
amenaza a mi alrededor
" Miró intranquilo por encima de su hombro.
"-Sí -dijo--, es curioso en cierto modo. Sé lo que quiere decir, pero supongo
que es sólo nuestra imaginación lo que nos produce esa sensación. ¿Qué dice a
esto, Symonds?
"El doctor guardó silencio unos momentos antes de replicar con calma:
"-No me gusta esto y no sé decirles por qué. Pero sea por lo que sea no me
gusta.
"En aquel momento se acercó a mi Violeta Mannering.
"-Aborrezco este lugar -exclamó-, lo aborrezco. Salgamos de aquí.
"Echamos a andar y los demás nos siguieron. Sólo Diana Ashley se resistía a
marcharse. Volví la cabeza y la vi ante la casa del ídolo contemplando fijamente
la imagen.
"El día era magnífico y excepcionalmente caluroso, y la idea de Diana Ashley de
celebrar una fiesta de disfraces aquella noche fue recibida con entusiasmo
general. Hubo las acostumbradas risas, los cuchicheos, el frenesí de los
preparativos y, cuando hicimos nuestra aparición a la hora de la cena, no
faltaron exclamaciones de alegría. Rogers y su esposa iban disfrazados de
hombres del neolítico, lo cual explicaba la repentina desaparición de ciertas
alfombras. Richard Haydon se presentó como un marino fenicio y su primo como un
capitán de bandidos. El doctor Symonds se vistió de cocinero, lady Mannering de
enfermera y su hija de esclava circasiana. Yo mismo me había arreglado para
parecerme en lo posible a un monje. Diana Ashley bajó la última y nos quedamos
algo decepcionados al verla aparecer envuelta en un dominó negro.
"-Lo Desconocido -declaró con aire alegre-, eso es lo que soy. Y ahora, por lo
que más quieras, vamos a cenar.
"Después de cenar salimos afuera. Hacía una noche deliciosa y cálida, y empezaba
a salir la luna.
"Paseamos de un lado a otro, charlando, y el tiempo pasó muy de prisa. Debió de
ser aproximadamente una hora más tarde cuando nos dimos cuenta de que Diana
Ashley no estaba con nosotros.
"-Seguro que no se ha ido a la cama -dijo Richard Haydon.
"Violeta Mannering negó con la cabeza. No -dijo-. La vi marcharse en esa
dirección hará cosa de un cuarto de hora.
"Y al hablar señaló el bosquecillo de árboles que se alzaban negros y sombríos a
la luz de la luna.
"-Quisiera saber qué se propone -dijo Richard Haydon-~. Alguna diablura, seguro.
Vayamos a ver.
"Avanzamos en pelotón intrigados por saber qué tramaba miss Ashley. No obstante,
yo sentía de nuevo cierto recelo ante la idea de penetrar en el oscuro cinturón
de árboles. Algo más Fuerte que yo parecía retenerme y me urgía a que no entrara
allí. Sentí más claramente que nunca el maleficio de aquel lugar. Creo que
algunos de los demás experimentaron la misma sensación que yo, aunque no lo
hubieran adinitido por nada del mundo. Los árboles estaban tan juntos que no
dejaban penetrar la luz de la luna y, a nuestro alrededor, se oían multitud de
ruidos, susurros y suspiros. Era un lugar que imponía y, de común acuerdo, todos
nos mantuvimos juntos.
"De pronto llegamos al claro del centro de la arboleda y nos quedamos como
clavados en el suelo, pues en el umbral de la Casa del Idolo se alzaba una
figura resplandeciente, envuelta en una vestidura de gasa muy sutil y con dos
cuernos en forma de media luna surgiendo de entre la oscura cabellera.
"-¡Cielo santo! -exclamó Richard Haydon mientras su frente se perlaba de sudor.
"Pero Violeta Mannering fue más aguda.
"-¡Vaya, si es Diana! -observó-. ¿Y qué ha hecho? Oh, no sé qué es, pero está
muy distinta.
"La figura del umbral elevó sus manos y, dando un paso hacia delante, en voz
alta y dulce, recitó:
"-Soy la sacerdotisa de Astarté. Guardaos de acercaros a mí porque llevo la
muerte en mi mano.
"-No hagas eso, querida -protestó lady Mannering-. Nos estás poniendo nerviosos
de verdad.
"Haydon avanzó hacia ella.
"-¡Dios mío, Diana! -exclamó-. Estás maravilla.
"Mis ojos se habían acostumbrado ya a la luz de la luna y podía ver con más
claridad. Desde luego, como había dicho Violeta, Diana estaba muy distinta. Su
rostro tenía una expresión mucho más oriental, sus ojos rasgados un brillo cruel
y sus labios la sonrisa más extraña que viera jamás en mi vida.
"-¡Cuidado! -exclamó-. No os acerquéis a la diosa. Si alguien pone la mano sobre
mí, morirá.
"-Estás maravillosa, Diana -dijo Haydon--, pero ahora ya basta. No sé por qué,
pero esto no me gusta en absoluto.
"Iba avanzando sobre la hierba y ella extendió una mano hacia él.
"-Detente -gritó-. Un paso más y te aniquilaré con la magia de Astarté.
"Richard Haydon se echó a reír apresurando el paso y entonces ocurrió algo muy
curioso. Vaciló un momento, tuvimos la sensación de que tropezaba y cayó al
suelo cuan largo era.
"No se levantó, sino que permaneció tendido en el lugar donde cayó.
"De pronto, Diana comenzó a reírse histéricamente. Fue un sonido extraño y
horrible que rompió el silencio del claro.
"Elliot se adelantó y lanzó una exclamación de disgusto.
"-No puedo soportarlo -exclamó--. Levántate, Dick, levántate, hombre.
"Pero Richard Haydon seguía inmóvil en el lugar en que había caído. Elliot
Haydon llegó hasta él y, arrodillándose a su lado, le dio la vuelta. Se inclinó
sobre él y escudriñó su rostro.
"Luego se puso bruscamente en pie, medio tambaleándose.
"-Doctor -dijo-, doctor venga, por amor de Dios. Yo... yo creo que está muerto.
"Symonds corrió hacia el caído y Elliot se vino hacia nosotros caminando muy
despacio. Se miraba las manos de un modo que no supe comprender.
"En aquel momento Diana lanzó un grito salvaje.
"-Lo he matado -gritó--. ¡oh, Dios mío! No quise hacerlo, pero lo he matado.
"Y cayó desvanecida sobre la hierba.
"Mrs. Rogers lanzó un grito.
"-Salgamos de este horrible lugar -gimió-. Aquí puede ocurrirnos cualquier cosa.
¡Oh es espanto!.
"Elliot me cogió por un hombro.
"-No es posible, hombre -murmuró-. Le digo que no es posible. Un hombre no puede
ser asesinado así. Va... va contra la naturaleza.
"Traté de calmarlo.
"-Debe de haber alguna explicación -respondí-. Su primo puede haber tenido un
fallo cardíaco repentino a causa de la sorpresa y la excitación...
"Me interrumpió.
"-Usted no lo comprende -dijo extendiendo sus manos y pude contemplar en ellas
una mancha roja.
"-Dick no ha muerto del corazón, sino apuñalado... apuñalado en medio del
corazón y no hay arma alguna.
"Lo miré con incredulidad. En aquel momento Symonds acababa de examinar el
cadáver y se aproximó a nosotros, pálido y temblando de pies a cabeza.
"-Es que estamos todos locos? -se preguntó-. ¿Qué tiene este lugar para que
sucedan en él cosas semejantes?
"-Entonces es cierto.
" Asintió.
"-La herida es igual a la que hubiera producido una daga larga y fina, pero aquí
no hay ninguna daga.
"Nos miramos unos a otros.
"Pero tiene que estar aquí -.exclamó Elliot Haydon-. Debe haberse caído. Tiene
que estar por el suelo. Busquémosla.
"Todos buscamos en vano. Violeta Mannering exclamó de pronto:
"-Diana llevaba algo en la mano. Una especie de daga. Yo la vi claramente. Vi
cómo brillaba cuando le amenazó.
"Elliot Haydon meneó la cabeza.
"-El no llegó siquiera a tres metros de ella.
"Larry Mannering se había inclinado sobre la muchacha tendida en el suelo.
"-Ahora no tiene nada en la mano -anunció-, y no veo nada por el suelo. ¿Estás
segura de que la viste, Violeta? Yo no la recuerdo.
"El doctor Symonds se acercó a la joven.
"-Debemos llevarla a la casa -sugirió-. Rogers, ¿quiere ayudarme?
"Entre los dos llevamos a la muchacha de nuevo a la casa y luego regresamos en
busca del cadáver de sir Richard.
El doctor Pender se interrumpió mirando a su alrededor -Ahora sabemos más cosas
-dijo-- gracias a la afición por las novelas policíacas. Hasta un chiquillo de
la calle sabe que un cadáver debe dejarse donde se encuentra. Pero entonccs no
teníamos estos conocimientos y por tanto llevamos el cuerpo de Richard Haydon a
su dormitorio de la casa cuadrada de granito y enviamos al mayordomo para que
fuese a buscar a la policía en su bicicleta: un paseo de unas doce millas.
"Fue entonces cuando Elliot Haydon me llevó aparte.
"-Escuehe -me dijo-. Voy a volver al bosque. Hay que encontrar el arma.
"Si es que la hubo -dije en tono dubitativo.
"Cogiéndome por un brazo, me sacudió con fuerza.
"-Se le han metido todas esas ideas supersticiosas en la cabeza. Usted cree que
esta muerte ha sido sobrenatural. Pues yo voy a volver al bosquecillo para
averiguarlo.
"Me mostré extrañamente contrario a que hiciera esto. Hice lo posible por
disuadirlo, pero sin resultado. Sólo imaginar aquel círculo de árboles se me
ponía la piel de gallina y sentí el fuerte presentimiento de otro desastre, pero
Elliot estaba decidido. Creo que también estaba asustado, aunque no quería
admitirlo. Se marchó dispuesto a dar con la solución del misterio.
"Fue una noche horrible, nadie pudo conciliar el sueño, ni intentarlo siquiera.
La policía, cuando llegó, se mostró del todo incrédula ante lo ocurrido.
Manifestaron el deseo de interrogar a miss Ashley, pero tuvieron que desistir
puesto que el doctor Symonds se opuso con vehemencia. Miss Ashley había vuelto
en sí después de su desmayo o trance y le había dado un sedante para dormir, por
lo que no debía ser molestada hasta el día siguiente.
"Hasta las siete de la mañana, nadie pensó en ElIiot Haydon, cuando Symonds
preguntó de pronto dónde estaba. Yo expliqué lo que Elliot había hecho y el
rostro de Symonds se tomó todavía más pálido y preocupado.
"-Ojalá no hubiera ido. Es una temeridad -dijo.
"-¿No pensará que haya podido ocurrirle algo?
"-Espero que no. Creo, padre, que será mejor que usted y yo vayamos a ver.
"Sabía que no le faltaba razón, pero necesité todo mi valor y fuerza de voluntad
para hacerlo. Salimos juntos y penetramos una vez más en la arboleda maldita. Le
llamamos un par de veces y no respondió. Al cabo de uno instantes llegamos al
claro, que se nos apareció pálido y fantasmal a la temprana luz de la mañana.
Symonds se agarró a mi brazo y yo ahogué una exclamación. La noche anterior,
cuando lo vimos bañado por la luz de la luna, había el cuerpo de un hombre
tendido de bruces sobre la hierba. Ahora, a la luz del amanecer, nuestros ojos
contemplaron el mismo cuadro. Elliot Haydon estaba tendido exactamente en el
mismo lugar donde cayera su primo.
"-¡Dios mío! -dijo Symonds-. ¡A él también le ha ocurrido!
"Echamos a correr por el cesped. Elliot Haydon estaha inconsciente, pero
respiraba débilmente y esta vez no cabía la menor duda de la causa de la
tragedia. Una larga daga de bronce permanecía clavada en la herida.
"-Le ha atravesado el hombro y no el corazón. Es una suerte -dijo el médico-.
Palabra que no sé qué pensar De todas formas, no está muerto y podrá contarnos
lo ocurrido.
"Pero eso fue precisamente lo que Elliot Haydon no pudo hacer. Su descripción
fue extremadamente vaga. Había buscado el arma en vano y, al fin, dando por
terminada la búsqueda, se aproximó a la Casa del Idolo. Fue entonces cuando tuvo
la sensación de que alguien le observaba desde el cinturón de árboles. Luchó por
librarse de aquella impresión sin poder conseguirlo. Describió cómo empezó a
soplar un viento extraño y helado que parecía venir no de los árboles, sino del
interior de la Casa del idolo. Se volvió para escudriñar su interior y, al ver
la pequeña imagen de la diosa, creyó sufrir una ilusión óptica. La figura fue
creciendo y creciendo, y luego de pronto creyó percibir como un golpe en las
sienes que le hizo tambalearse y, mientras caía, sintió un dolor ardiente y
agudo en el hombro izquierdo.
"Esta vez, la daga fue identificada como la misma que había sido encontrada en
el túmuto de la colina y que fue comprada por Richard Haydon. Nadie sabía dónde
la guardaba, si en la Casa del Idolo o en la suya.
"La policía opinaba que había sido apuñalado por rniss Ashley, pero dado que
todos declaramos que no había estado en ningún momento a menos de tres metros de
distancia de él, no podían tener esperanzas de sostener la acusación contra
ella. Por consiguiente, todo fue y continúa siendo un misterio. "
Se hizo un profundo silencio.
-Parece que no haya nada que decir -habló al fin Joyce Lempriére-. Es todo tan
horrible y misterioso. ¿Ha encontrado usted alguna explicación, doctor Pender?
El anciano asintió.
-Sí -sontestó-. Tengo una explicación, una cierta explicación, eso es todo. Una
bastante curiosa, pero en mi mente quedan aún ciertos aspectos sin aclarar.
-He asistido a sesiones de espiritismo -dijo Joyce- y pueden ustedes decir lo
que gusten, pero en ellas ocurren cosas muy extrañas. Supongo que pueden
explicarse por algún tipo de hipnotismo. La muchacha se convirtió realmente en
una sacerdotisa de Astarté y supongo que, de una manera u otra, debió
apuñalarlo. Tal vez le arrojara la daga que miss Mannering vió en su mano.
-O pudo ser una jabalina -sugirió Rayrnond West-. Al fin y al cabo, la luz de la
luna no es muy fuerte. Podía llevar una especie de lanza en la mano y cIavársela
a distancia. Y luego entra en juego el hipnotismo colectivo. Quiero decir que
todos ustedes estaban preparados para verle caer víctima de un poder
sobrenatural y eso vieron.
-He visto realizar cosas maravillosas con lanzas y cuchillos en los escenarios
-afirmó sir Henry-. Creo que es posible que un hombre estuviera oculto en el
cinturón de árboles y desde allí arrojara un cuchillo o una daga con suficiente
puntería, suponiendo, desde luego, que fuese un profesional. Admito que es una
idea un tanto descabellada, pero me parece la única teoría realmente aceptable.
Recuerden que el otro hombre tuvo la impresión de que alguien le observaba desde
los árboles. Y en cuanto a que miss Mannering dijera que miss Ashley tenía una
daga en la mano que ninguno de los otros vio, eso no me sorprende. Si tuvieran
mi experiencia sabrían que la impresión de cinco personas acerca de la misma
cosa difiere tan ampliamente que resulta casi increíble.
Mr. Petherick carraspeo
-Pero en todas esas teorías parece que hemos pasado por alto un factor esencial
-declaró-. ¿Qué fue del arma? Difícilmente hubiera podido librarse miss Ashley
de una jabalina, estando como estaba de pie en medio de un espacio abierto. Y si
un asesino oculto hubiera arrojado una daga, ésta debería seguir aún en la
herida cuando dieron la vuelta al cadáver. Creo que debemos descartar todas esas
teorías absurdas y ceñirnos a los hechos concretos.
-¿Y adónde nos conducen?
-Bien, una cosa parece clara. Nadie estaba cerca del hombre cuando cayó al
suelo, de modo que tuvo que ser él mismo quien se apuñalase. En resumen, un
suicidio.
-¿Pero por qué diablos iba a querer suicidarse? -preguntó Raymond West con tono
de incredulidad. El abogado carraspeó de nuevo.
-Oh, eso nos llevaría a formular una vez más una question teórica -dijo-. Y de
momento no me interesan las teorías. A mí me parece, excluyendo lo sobrenatural,
en lo que no creo ni por un momento, que ésa es la única manera en que pudieron
ocurrir las cosas: se mató él y, al caer, alargó los brazos extrayendo la daga
de la herida y arrojándola lejos entre los árboles. Esta es, aunque un tanto
improbable, una explicación posible.
-Yo no lo aseguraría -replicó miss Marple-. Todo esto me ha dejado muy perpleja,
pero ocurren cosasmuy curiosas. El año pasado, en una fiesta al aire libre en
casa de lady Sharpy, el hombre que estaba arreglando el reloj del golf tropezó
con uno de los hoyos y perdió completamente el conocimiento por espacio de cinco
minutos.
-Sí, querida tía -dijo Raymond en tono amable-, pero a él no le apuñalaron, ¿no
es cierto?
-Claro que no, querido -contestó miss Marpie-. Eso es lo que voy a explicar.
Claro que existe sólo un medio de que pudieran apuñalar al pobre sir Richard,
pero primero quisiera saber qué es lo que le hizo caer Desde luego pudo ser la
raíz de un árbol. Debía ir mirando a la joven y con la escasa luz de la luna es
fácil tropezar con esas cosas.
-¿Dice usted que sólo existe un medio en que sir Richard pudo ser apuñalado,
miss Marple? -pregun-tó el clérigo mirándola con curiosidad.
-Es muy triste y no me gusta pensarlo. El era diestro, ¿verdad? Quiero decir
que, para clavarse él mismo la daga en el hombro izquierdo, tuvo que utilizar la
mano derecha. Siempre me dio mucha pena el pobre Jack Baynes. Cuando estuvo en
la guerra, se disparó en un pie después de una batalla, en Arras, ¿recuerdan? Me
lo contó cuando fui a verlo al hospital. Estaba muy avergonzado. No creo que
este pobre hombre, Elliot Haydon, se beneficie gran cosa con su malvado crimen.
-Elliot Haydon -exclamó Raymond-. ¿Crees que fue él?
-No veo que pudiera hacerlo otra persona -dijo miss Marple abriendo los ojos con
sorpresa-. Quiero decir que, como dice sabiamente Mr. Petherick, hay que
considerar los hechos y descartar toda esa atmósfera de deidades paganas, que no
me resulta agradable. Fue el primero que se aproximó a Richard y le dio la
vuelta. Y para hacerlo, tuvo que volverse de espaldas a todos. Yendo vestido de
capitán de bandidos seguro que llevaba algún arma en el cinturón. Recuerdo que
una vez bailé con un hombre disfrazado así cuando era jovencita. Llevaba cinco
clases de cuchillos y dagas, y no hará falta que les diga lo molesto que
resultaba para la pareja.
Todas las miradas se volvieron hacia el doctor Pender
-Yo supe la verdad -exclamó- cinco años después de ocurrida la tragedia. Me
llegó en forma de carta escrita por Elliot Haydon. En ella me decía que siempre
imaginó que yo sospechaba de él. Dijo que fue víctima de una tentación
repentina. El también amaba a Diana Ashley, pero era sólo un pobre ahogado que
luchaha por abrirse camino. Quitando a Richard de en medio y heredando su título
y hacienda, veía abrirse ante él un futuro maravilloso. Sacó la daga de su
cinturón al arrodillarse junto a su primo, se la clavó y la devolvió a su sitio,
y luego se hirió él mismo para alejar sospechas. Me escribió la noche antes de
partir con una expedición al Polo Sur, por si no regresaba. No creo que tuviera
intención de regresar y sé que, como ha dicho miss Marpie, su crimen no le
proporcionó ningún beneficio. "Por espacio de cinco años -me escribió- he vivido
en un infierno. Espero que por lo menos pueda expiar mi crimen muriendo con
honor"
Hubo una pausa.
-Y murió con honor -dijo sir Henry-. Ha cambiado usted los nombres de los
personajes de su historia, doctor Pender, pero creo reconocer al hombre al que
usted se refiere.
-Como les dije -terminó el clérigo-, no creo que esta confesión explique todos
los hechos. Sigo pensando todavía que en aquel bosque había algo maligno, una
influencia que impulsó a Elliot Haydon a cometer su crimen. Incluso ahora no
puedo recordar sin estremecerme la Casa del Idolo de Astarté.
Fin