Relatos cortos de antiguas culturas

R. Benito Vidal

 

LOS SIETE ACERTIJOS PARA LOS DEL HACHA

 

Cuando la Tierra sólo la habitaban los dioses y los muñecos hechos de madera, que hablaban como el hombre, se parecían al hombre, se multiplicaban como el hombre y tuvieron hijos e hijas que eran muñecos de palo, pero no tenían ni entendimiento, ni alma, ni se acordaban de su Formador y caminaban sin rumbo y a gatas, sus rostros eran enjutos, sus pies y sus manos carecían de consistencia, no tenían sangre, ni humedad, ni gordura y eran amarillas sus carnes y, como castigo, por no hablar, ni pensar en su Creador y en su Formador, “fueron muertos, fueron anegados. Una resina abundante vino del cielo”. Llegó un dios “y les vació los ojos”; otro “vino a cortarles la cabeza”; otro más bajó del cielo “y les comió las carnes”. Y otro dios de gran poder “llegó también y les quebró y magulló los huesos y los nervios, les molió y les desmoronó los huesos”.

Eran los albores del universo; tiempos en los que los animales y los objetos aún conservaban el habla y podían entenderse entre ellos y con los muñecos de palo y barro que, por su soberbia, cayeron en desgracia delante de sus dioses.

Porque no se acordaban del Corazón del Cielo cayeron en desgracia y todo aquello quedó en un mero intento de hacer hombres. “Los animales pequeños, los animales grandes

y los palos y las piedras les golpearon las caras. Y se pusieron todos a hablar; sus tinajas, sus comales, sus platos, sus ollas, sus perros, sus piedras de moler, todos se levantaron y

golpearon sus caras.”

 

Sus perros, cuya carne comían, los faisanes, el pavo y la gallina de monte les reprochaban amenazadores:

—Mucho mal nos hacíais; nos comíais y nosotros ahora os morderemos.

Las piedras de moler les echaron en cara con estas palabras que llevaban implícitas una amenaza:

—Eramos atormentadas por vosotros; cada día, cada noche, al amanecer, todo el tiempo hacían holi, holi, huqui, huqui —que era la forma de reproducir en su lenguaje el ruido que hacían cuando molían el grano— “nuestras caras, a causa de vosotros. Este era el tributo que os pagábamos. Pero ahora que habéis dejado de ser hombres probaréis nuestras fuerzas. Moleremos y reduciremos a polvo vuestras carnes”.

De nuevo sus perros se rebelaron contra ellos y les dijeron:

-¿Por qué no nos dabais nuestra comida? Apenas estábamos mirando y ya nos arrojabais de vuestro lado y nos echabais fuera. Siempre teníais listo un palo para pegamos cuando comíais.

Y asediándoles por todos los lados añadieron:

—Así era como nos tratabais. Nosotros no podíamos hablar. Quizá no os diéramos muerte ahora; pero ¿por qué no reflexionabais, por qué no pensabais en vosotros mismos? Ahora nosotros os destruiremos, ahora probaréis vosotros los dientes que hay en nuestra boca: os devoraremos.

Y echándose sobre ellos les destrozaron sus rostros.

A su vez las ollas les hablaron rencorosamente:

—Dolor y sufrimiento nos causabais. Nuestras bocas y nuestras caras estaban tiznadas, siempre estábamos puestos sobre el fuego y nos quemabais como si no sintiéramos dolor. Ahora probaréis vosotros, os quemaremos.

Las ollas saltaron furiosas sobre ellos y les destrozaron sus pálidas faces.

Las piedras del hogar, que estaban amontonadas bajo las chimeneas entre las llamas, se arrojaron vengativas desde el fuego contra las cabezas de los hombres, produciéndoles dolor y toda clase de quemaduras.

Los hombres de palo corrían de un lado a otro desesperadamente, buscando algún refugio donde esconderse de la acción vindicativa de animales y objetos domésticos que se les rebelaron, pero no lo hallaban. Si se subían a los árboles, éstos los lanzaban con fuerza muy lejos; si se subían sobre las casas, éstas se caían y los hacían rodar por los suelos entre sus escombros; si querían refugiarse dentro de las cavernas, éstas se cerraban ante ellos.

Era la hecatombe aquellos tiempos en los que todavía no habían sido creados el primer hombre y la primera mujer de carne y hueso que dieran origen a la raza humana.

Esa fue la ruina de aquellos hombre primarios que habían sido creados y formados para ser destruidos y aniquilados. “A todos les fueron destrozadas las bocas y las caras.”

Y la descendencia de aquellos hombres desfigurados y feos, de bocas y caras deformes, son los monos que viven actualmente en los frondosos bosques. Ellos son la muestra de que existieron alguna vez esos seres cuya carne era de palo porque así lo quiso el Formador y el Creador. Por esa razón, y sólo por ésa, es por lo que el mono se parece al hombre...

Cuando el universo alcanzaba la cuarta edad y “se ahogaron muchas personas y arrojaron a los montes a otras y se convirtieron en monos” había por aquel entonces muy poca claridad sobre la faz de la Tierra y el Sol no había aparecido en el firmamento. Pero había unos seres orgullosos y llenos de soberbia, egoístas y poseídos de sí mismos que gobernaban en los rincones del universo con autoridad totalitaria. Eran los Ahaues —los Primeros— los Señores Príncipes, los Jefes, los seres privilegiados llamados Halach Uiniques.

Existían también sobre la faz de la Tierra otros seres llamados Batabes —Los del Hacha—, que pretendían ser los descendientes de aquéllos y tenían la pretensión de que en un futuro les correspondería por herencia ocupar los puestos de privilegio de los Jefes. Estos nada tuvieron que oponer a la cuestión, pero exigieron que fueran Los del Hacha los que demostrasen la procedencia de su alcurnia.

Con el fin de proporcionar una oportunidad definitiva los Batabes, se reunieron los Halach Uiniques en consejo en Lugar secreto y fuera de la vista de sus pretendidos descendientes para deliberar a qué pruebas debían someterlos para que quedaran tranquilos y convencidos de que aquellos seres inferiores decían la verdad. Después dé mucho deliberar, quedaron todos de acuerdo en ofrecerles siete acertijos que debían resolver atinadamente para demostrar su digna procedencia, ya que si acertaban las respuestas correctas es que conocían igualmente su lenguaje figurado y no existía mejor ni mayor prueba de que pertenecían a su propio linaje.

Dos Batabes se enfrentaban a su Halach Uinic para reclamar su derecho. El Jefe sin inmutarse y solemnemente se levantó de su trono, se acercó a su mesa de comer, se sentó ante ella, levantó su mirada hacia los pretendientes y les pidió la comida con unas enigmáticas frases que eran secretas. Era el primer acertijo.

—Traedme el Sol, hijos míos, para tenerlo en mi plato. Hincada ha de tener la lanza de la alta cruz en el centro de su corazón en donde tiene asentado a Yx Bolon, jaguar verde, bebiendo sangre.

Uno de los Batabes se apresuró a abrir la ventana del salón para que entraran los rayos del Sol y cubrieran la mesa del Señor, pero el Sol no había nacido aún y todo quedó en penumbra. Buscó la lanza de la alta cruz por la estancia y no la halló. Salió a la intemperie y en el bosque no halló ningún jaguar verde. Volvió al palacio y, apesadumbrado, confesó al Jefe su fracaso.

El otro Batabe entendió el sentido del jeroglífico y con tentó al Ahau, al Primero, y cuando fue preguntado su compañero por el significado de aquellas esotéricas palabras le contestó:

—El sol es un gran huevo frito y la lanza con la alta cruz hincada en su corazón, a que se refiere, es la bendición, y el jaguar verde sentado encima bebiendo sangre es el chile verde cuando comienza a ponerse colorado, que es cuando más sabroso está.

Halach Uinic, el Jefe, haciéndose ya sus propias cábalas a propósito del embaucador, deseó someterlo al segundo acertijo por ver si el fallo que había tenido había sido debido a un error fortuito e involuntario. Miró en los estantes de un viejo y rudo mueble lleno de jícaras y velones de cera, y dijo:

—Id en busca de los sesos del cielo, para que yo los y sepa de qué tamaño son. “Tengo deseos de verlos, debo mirarlos.”

El Batabe ruin quiso subirse al árbol más elevado para alcanzar el cielo, pero no halló ninguno tan alto y sólo pudo tocar y perder entre sus dedos el algodón de las nubes en el día oscuro. Cuando volvió a la casa del Príncipe vio que su compañero lo había satisfecho y sobre su mesa ardía dentro de un cuenco una sustancia que emitía una larga columna de humo muy aromática.

— ¿Qué es? —preguntó.

—Es copal, incienso —le contestó el otro. Y añadió-: Los sesos del cielo son simplemente el copal que ofreceremos a nuestros dioses.

El tercer acertijo lo desgranó el Halach  Uinic con su voz de trueno y su cólera al borde del estallido.

—Hay que construir —dijo-  una casa de siete horcones de alto y de una sola columna. Esta casa es el Yahau P´ooc, el gran tocado señorial. Luego tenéis que subir sobre el gran caballo de vestiduras blancas señoriales que llaman Yahau Sasac Tzimin. Sobre una manta blanca montaréis y debéis llevar una sonaja blanca que la debéis hacer sonar sobre el caballo “y que la flor de la sonaja tenga sangre cuajada”.

De nuevo uno de los pretendientes falló y el otro acertó, porque su linaje era verdadero y conocía el lenguaje secreto  del Jefe, del Primero, y de nuevo el acertante tuvo que descifrar el enigma al falsario diciendo:

—El caballo blanco que se nos pide es la sandalia de henequén y la sonaja blanca y la manta blanca son las Flores de Mayo de centro blanco, y la sangre cuajada en la flor de la sonaja que se nos pide es el amarillo de oro que tienen en medio de la flor y simboliza que de la Flor de Mayo proviene la sangre de ofrendas, la sangre de los huérfanos de madre, de los huérfanos de padre, de los miserables.

El Halach Uinic, algo contrariado pero por otra parte contento porque estaba detectando la falsía en uno de los pretendientes, expresó:

—Ahora os tengo que proponer el cuarto acertijo con el cual ya habremos sobrepasado la mitad de la prueba. Difícilmente la va a pasar uno de vosotros, pero debo proponer hasta el fin todos los acertijos porque así lo quisimos el consejo de Jefes —y dirigiéndose al otro, al que bien interpretaba las trampas, añadió—: Y debo advertirte que no te confíes en tu certera actuación porque hasta que se llegue al postrer acertijo no podrás dormir tranquilo,

Entonces le preguntaron:

—¿Cúal es el siguiente problema que hemos de resolver?

El Jefe, el Primero, recostó su cabeza sobre el respaldo almohadillado de su trono, cerró los ojos y dijo:

—De inmediato lo conoceréis. Y ello será el medio para que os conceda el poder u os arroje a las tinieblas y al dolor,

Los dos Batabes bajaron los ojos y un escalofrío recorrió sus cuerpos. El que era de buen linaje apremió:

—Señor, estoy ansioso de saber...

—Y de que la prueba termine ¿no? —dijo el Halach Uinic. Y añadió—: El apresuramiento hace que los hombres resbalen.., por los caminos resbaladizos, puestos por el dios para ser concienzudos y leales. Cierra la boca y concentra tus sentidos para resolver lo que te voy a decir de inmediato.

-¿Qué ,Señor?

El Príncipe dijo, enfrentándose a los dos seres que iban en busca de su linaje:

—Hijos míos, cuando vengáis a verme, ha de ser precisamente cuando el Sol está en medio del cielo, seréis dos y vendréis muy juntos vosotros, muchachos, y cuando lleguéis  aquí vuestro perro doméstico ha de venir tras de vosotros Y  que traiga cogida con sus dientes el alma de Cilich Colel, - Sagrada Señora, cuando vengáis.

El pretendiente veraz desapareció de la vista del otro, que, por mucho que lo buscaba por todas partes y por todo los rincones oscuros del palacio del Príncipe, no lo encontraba. Gritábale:

— ¿Dónde estás, dónde te escondes, amigo? Halach Uinic desea que nos presentemos ante él los dos juntos y tú te has marchado sin mí. ¿Es qué acaso has ido en busca de tu perro ¿Y el alma de Cilich Colel en qué templo descansa a la espera de que vayamos en su busca? Amigo mío, no me abandones en esta prueba que podemos, por mandato del Príncipe hacer juntos. ¿Dónde te escondes?

Y lamentándose de esta manera el hombre pasó el tiempo desasosegado e inquieto sólo pensando en la cuenta que tendría que dar al Ahau ante su petición. Y estando de esta forma vio llegar a su compañero de examen acompañado de una mujer que llevaba varios velones, hachones encendidos, de modo que la luz de sus llamas se proyectaba sobre él y su sombra sobre las paredes y los mármoles del suelo.

Cuando el falso Batabe vio a su compañero en aventura tan comprometida acercarse al Halach Uinic con tal comitiva se quiso acercar a él para ir juntos hasta el poderoso, pero el adepto de un empujón lo apartó de él y pudo ver con envidia cómo el Príncipe lo acogía con agrado. Cuando se dio por terminada esta cuarta prueba de iniciación a la búsqueda de su ralea, el que no fue a ver al Jefe preguntó al otro:

—¿Por qué me has dejado solo? ¿No debíamos ir juntos hasta el Señor? ¿Acaso no lo dijo él mismo que así lo hiciésemos?

El interrogado respondió:

—Poco conoces el lenguaje figurado de los dioses por que no entiendes nada.

—Escucho sus palabras —respondióle su compañero— y las entiendo una a una. Pero luego no acierto a resolver el acertijo.

-Porque careces de alcurnia.

-¿Qué quieren decir sus palabras?

El compañero aclaró:

—Los dos muchachos de que se les habla que han de venir juntos justamente en el mediodía es él mismo cuando venga pisando su sombra, y el perro que se pide que venga con ellos es su propia esposa, y el alma de Cilich Colel, Sagrada Señora, son las grandes candelas, hachas de cera.

Con lo cual, y siguiendo el ritual, el Halach Uinic se dispuso a presentar ante ellos el quinto acertijo.

—Helo aquí —dijo. Y añadió—: Buscad “el corazón de Ku Citbíl ti Caan, Señor-deidad-del-cielo, y cuando lo traigan, que de trece capas extendidas sea su lecho y que venga envuelto en vestiduras toscas de color blanco”.

Uno de los jóvenes se rindió y se dejó caer sobre las losas que pavimentaban el suelo del salón del trono y quiso renunciar a la iniciación, pero el Ahau no se lo permitió, aclarándole:

—Grande ha de ser tu dolor por haber intentado engañarme. Pero has de escuchar los dos acertijos que faltan para terminar la prueba.

El otro se dirigió a su casa y del cajón de un mueble a modo de cómoda tomó unas cuentas y se las metió en el bolsillo. Luego salió a campo abierto y se dirigió a una zafia donde ardía un fuego y un artesano pastelero estaba haciendo grandes tortas de maíz, llamadas canlahuntaz, asándolas metidas dentro de la tierra. Se dirigió a él y le dijo:

—Hazme, buen hombre, un pastel de trece tortillas, entrevéralas con frijoles y pasta de calabaza, que yo vendré a recogerlo.

Al cabo de un hora el muchacho volvió junto al artesano y envolviendo el pastel con una servilleta blanca se dirigió ante la presencia del Príncipe y se la entregó. Cuando pasó junto al infortunado pretendiente dijo:

—No creo que te sirva de nada la resolución del enigma, pero de todas formas te lo voy a decir: El corazón de Ku Citbil, Señor-deidad, es la piedra Kan...

— ¿Las cuentas de concha roja a las que tanto valor les damos?

-Sí.

Y se lamentó:

-¿Y cómo no lo he comprendido?

—Porque tu linaje no te da ese conocimiento —dijo. Y añadió—: El maíz, la piedra preciosa, y su estrado de trece capas extendidas son los Yahau Uah, Pastel-de-tortilla-de-maíz-de-trece-capas-rellenas-de frijoles, y la tosca manta blanca en que viene envuelto es la servilleta blanca y así se lo he presentado a mi Señor, el que ha de concederme mi alcurnia.

El sexto acertijo es el siguiente:

—Buscad las ramas de Cho, Pochote-espinoso, y la cuerda de tres hilos y el bejuco vivo. Quiero que le dé sabor a mi comida mañana, tengo deseos de comerlo, hace tiempo que no veo que se mastique el tronco del pochote espinoso.

Los dos hombres fueron a cumplimentar el deseo del Halach Uinic. Pero para uno de ellos fue un verdadero infierno luchar contra las espinas de la planta de pochote que recubrían su tronco y sus frutos y, harto de recibir los aguijonazos de las espinas, se fue a su casa en busca de su almohada, que estaba rellena con los frutos algodonosos del pochote            que se utilizaban para rellenarlas.

Como siempre, el otro se dijo:

“El tronco del pochote espinoso es Chop, lagartija; la cuerda de tres hilos es la cola de Huh, iguana, y el bejuco viviente son las tripas de Keken, cerdo (Pécari), el tronco del rabo de Chop, lagartija.”

Y con esta ofrenda el Batabe se presentó ante el Ahau, quien la acogió con complacencia.

Solemnemente el Príncipe se encaró con los dos pretendientes desde su trono, que se alzaba detrás de la gran mesa de comer que se extendía en medio del salón, y les habló de siguiente manera:

—Éste va a ser el último acertijo. Uno de vosotros está al borde del abismo, el otro al principio del triunfo. En todo caso, por deseo expreso del consejo de Halach Uiniques si

solamente una prueba fuera errónea eL pretendiente caería en desgracia y merecería el castigo mismo que se ha de dar al insensato falsario que ha querido desafiar y poner en duda nuestro poder. ¿Lo entendéis?

Los dos asintieron con la cabeza. respetuosamente.    

El Príncipe habló:        

—Id a reunir para mí las tapas del fondo de los cenotes, que sean blancas y dos amarillas, tengo deseos de comerlas.

Uno de ellos se sumergió en el cenote, en el estanque de agua que se abría en medio de la vegetación selvática, y removió sus fondos, muriendo casi en el desesperado intento por falta de aire, y no halló por ningún lugar las cuatro tapas.

Y lo peor de todo es que no comprendía cómo alguien podía comerse unas tapaderas llenas de moho, légamo del fondo            del estanque e hinchadas por acción de la humedad y el agua.

El otro se presentó ante el Príncipe llevando en la mano un ramo de plantas, amarillas y blancas, de cuyos tallos colgaban unos tiernos y sabrosos tubérculos y, ofreciéndoselos,

le dijo:

—Para saciar tu hambre, para curar tus enfermedades.

Y es que había comprendido bien que “las tapas del cenote que se les pide son jícamas, dos jícamas blancas y dos jícamas amarillas”, y que éstas son plantas tuberculáceas, de

raíces bulbosas, comestibles y apropiadas para usos medicinales.

Al Batabe que resolvió los siete acertijos le fue reconocido su linaje y fue colmado con toda clase de beneficios y honores, porque había comprendido su lenguaje y dado de comer a los Halack Uiniques, y ellos tenían dispuesto que “aquel que lo hiciere y nos respete tendrá a Dios con él”.

El otro, el falsario, fue aprehendido, y la tristeza, el dolor y el espanto cayeron sobre su casa, “tristeza y dolor llorará el pueblo en el centro de sus poblados, y en la casa de los

nobles entrará la muerte, no quedando ninguno vivo”.

Con las manos atadas fue conducido delante “de su padre, el Ahau Halach Uinic, Señor-Príncipe-Jefe; ése es el término de los falsos Batabes, Los-del-Hacha, de los desvariados de Kin, de los impuros de la época”.

Porque la sentencia que dieron los del consejo de Halach Uiniques es que “se aprehenderán los Batabes, Los-del-Ha cha, de los pueblos que carezcan de entendimiento, por eso se les aprehende, ésta es la memoria de por qué se les aprehende; porque no dieron de comer a los Halach Uiniques cuando éstos les pidieron su comida con acertijos...”.

Por eso al falso Batabe, después de ser torturado, se le ahorcó, y por eso le cortaron la punta de la lengua, y por eso le fueron arrancados los ojos de sus órbitas.

Sus descendientes, de rodillas, deben presentarse ante los Ahaues Halach Uiniques, Señores-Príncipes-Jefes, para pedir clemencia y prudencia, y si ellos consideran que tienen entendimiento y sabiduría les entregarán de nuevo los atributos de la alcurnia que perdiera su antepasado: la Estera y el Trono.

 FIN