Cuentos
Chinos
CHEN LUAN-FENG
Durante el
reinado Yuan Je de la dinastía Tang, el distrito de Jaikang, en la
provincia de Kuangtung, se honraba en contar con un bravo llamado
Chen Luan-feng. Valiente y generoso, despreciaba todo lo
sobrenatural, y por eso los paisanos de esa región lo llamaban "el
segundo Chou Chu"
En el distrito de Jaikang había un templo consagrado al dios del
rayo. Ese culto provocó tal fanatismo en la po¬blación, que las
influencias maléficas comenzaron a asolar la región. Todos los años,
apenas estallaba el primer trueno, todo el mundo se apresuraba a
anotar la fecha, que se convertía en sagrada. A los diez días de la
fecha, si se oían nuevos truenos, todos los trabajos debían de ser
suspendidos. Cualquier persona culpable de infracción a esta ley,
era carbonizada por un rayo al día siguiente, a lo sumo dos días
después del sacrilegio. El castigo golpeaba con la prontitud y la
seguridad de un eco retumbante.
Como el distrito sufría en esa época de una sequía espantosa, y las
oraciones y las ofrendas en el templo resultaban ineficaces, una
violenta cólera se posesionó de Chen Luan-feng y gritó:
— “Nuestra región tiene por patrono al dios del rayo. Si el sujeto
que merece tanto fervor se muestra impotente en asegurar la
felicidad de sus fieles, si goza de tantos sacrificios que le
dedicamos, y deja con toda indiferencia arder los sembrados, secarse
los estanques y las lagunas y diezmar el ganado que siempre se le
ofrecía en holocausto, ¿para qué sacrificarnos en beneficio de un
dios tan ingrato y cruel?”
Tomó una antorcha e incendió el templo.
Según las costumbres del país, nunca debía servirse corvina amarilla
y puerco en la misma comida. La infracción a esta regla atraía
fatalmente al rayo mortal. Chen Luan-feng, armado de un gran
cuchillo, instaló una mesa en pleno campo y se puso a devorar
corvina amarilla y cerdo. No tardaron en juntarse nubes siniestras y
tormentosas, desencadenándose una tempestad de increíble violencia.
Los relámpagos reventaron 'con estruendo sobre Chen Luan-feng, quien
de un poderoso cuchillazo seccionó la pata izquierda del dios del
rayo. El dios se desplomó en el suelo; tenía el aspecto de un oso
cornudo, la cabeza azul, dotado de alas desnudas; estaba armado con
un hacha de sílex; la sangre corría a chorros por la herida.
Instantáneamente la tempestad se calmó.
Convencido de la impotencia del rayo, Chen se precipitó hacia su
casa para avisar a los suyos que fuesen a ver al dios mutilado. Sus
familiares, despavoridos, lo siguieron, y no pudieron hacer otra
cosa que verificar la verdad de su relato. Chen se lanzó sobre su
presa para cortarle la cabeza y probar su carne, pero fue detenido
por el gentío que le dijo:
— “El rayo es una divinidad del cielo, mientras que tú sólo eres un
simple mortal de la tierra: si consumas tu sacrilegio, toda la
región será maldecida para siempre”.
Y lo contuvieron con tanta firmeza, que Chen tuvo que asistir,
impotente, al recrudecimiento de la tormenta, en la que surgió otro
relámpago que recogió la pata seccio¬nada y ayudó al dios mutilado a
desaparecer. La lluvia cayó sin interrupción de mediodía hasta la
noche: todos los cultivos, abundantemente regados, recuperaron vida
y después se vieron densos y vigorosos.
Sin embargo, Chen fue colmado de anatemas y condenaciones por su
familia. Enojado, se armó de su cuchillo y anduvo largas distancia
para pedir la hospitalidad de uno de sus primos. En el transcurso de
esa misma noche, el rayo incendió esa casa. Pero Chen, agazapado en
el patio, empuñando su gran cuchillo, se mantuvo invulnerable. De
todos modos, el primo tomó debida cuenta de la advertencia divina y
lo echó de la casa. Entonces fue a buscar refugio en un monasterio,
que fue incendiado por el rayo de la misma manera. Expulsado de
todas partes, Chen consiguió algunas antorchas y se refugió en una
gruta defendida por formaciones de estalactitas, lo bastante sólida
como para desafiar cualquier ataque del rayo. Así transcurrieron
tres noches sin incidentes y Chen fue admitido de nuevo en su
familia.
Desde entonces se organizó una colecta en toda sequía, y Chen era
invitado a atiborrarse con corvina amarilla y cerdo, para después,
cuchillo en mano, desafiar al rayo impotente. Esta maquinación nunca
dejó de producir una abundante caída de agua. Pasaron veinte años y
para sus compatriotas Chen se convirtió en el Patrón de la Lluvia.
Durante el reinado Tai Je , el gobernador Lin Su, se puesto al
corriente de esta aventura, hizo venir a Chen a su palacio y le
pidió que le contara todo.
— “La juventud — dijo Chen — tiene el corazón firme como una roca.
Sólo le merecen risa y desprecio los espíritus maléficos, el trueno
y el relámpago. Para aliviar los sufrimientos del pueblo, no vaciló
en afrontar la muerte. El cielo mismo no hubiese permitido a
cualquier rayo diabólico lanzarme sus maleficios.
Chen ofreció su cuchillo al gobernador y recibió una fuerte
recompensa.
806-820, bajo el emperador Sien Tsung de la dinastía Tang
Un hombre valiente, de carácter violento, de la dinastía Tsin. Los
habitantes de la región se encontraban hostilizados por un tigre y
una gran serpiente, y llamaban "Tres Males" a esos animales y a Chou
Chu. Al saberlo mató al tigre y a la serpiente y él mismo se
corrigió.
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