Cuentos Jadísicos

 

 

Cuentos Jasídicos I

Zusia y el sufrimiento:

Cuando Rabí Schmelke y su hermano visitaron al Maguid de Mezricht, lo interrogaron sobre el siguiente punto: "Nuestros sabios dicen ciertas palabras que nos perturban porque no las entendemos. Según ellas, los hombres deberían agradecer a Dios tanto el sufrimiento como el bienestar, y recibir ambos con la misma alegría. ¿Nos dirías, rabí, cómo debemos comprender eso?

El Maguid respondió: "Id a la Casa de Estudio. Allí encontraréis a Zusia, que estará fumando su pipa. El os dará la explicación". Después de oír al Maguid, fueron a la Casa de Estudio y formularon su pregunta a Rabí Zusia, quien rió: "Pues sí que habéis acudido al hombre adecuado. Dirigios a otro antes que a mí, dado que yo jamás experimenté sufrimiento". Pero ambos sabían que, desde el día de su nacimiento hasta ese mismo días, la vida de Rabí Zusia había sido una colección de necesidades y angustia. Y en ese momento supieron de qué se trataba: de aceptar el sufrimiento con amor.


La medida del sufrimiento:

El amor del Rabí de Apt por Israel no tenía límites. Una vez lloró amargamente por causa de su pueblo. Ese mismo día lo visitó Rabí Zusia de Nipol. Se presentó en su casa con una sonrisa en los labios, y le preguntó:

     -¿Cuál es la causa de tu llanto? -le dijo-. ¿Acaso el Baal-Shem no nos recomendó estar siempre alegres y agradecidos?

     -Sabes, Zusia -dijo el Apt lamentándose-. A veces no sé en qué mundo vives. ¿Acaso no te das cuenta de las terribles persecuciones y de los sufrimientos que padecen los hijos de Israel, nuestro hermanos?

     -Sí que los siento, sí que percibo su realidad, pero en el Zohar se dice que Dios envía a la humanidad sólo el sufrimiento que es capaz de soportar.


No malo sino amargo:

Dijo el Rabí de Kobrin: "Cuando un hombre sufre tribulaciones, no debería decir 'esto es el mal', puesto que Dios no nos envía males sino remedios. Debería, antes bien, decir: 'Estoy sobrellevando una mala y amarga experiencia'. Cuando un médico le prescribe a su paciente una medicina desagradable, éste sabe que es para su propio bien".

Cuentos Jasídicos II

El último suspiro:

     -¿Cuál es la muerte ideal? -preguntó Tamar al Rabí Desconocido.

     -Aquella cuyo último suspiro no perjudica a nadie, aquella cuto último suspiro recuerda el crujido de los árboles en otoño. Un posible fuego consolador. Manzanas de oro dulce en la boca de algún niño.

     -Sin embargo -comentó ella- ninguna perífrasis poética nos exime del dolor de la pérdida.

     -No se trata de evitar el dolor o la muerte sino de darles sentido. Los grandes maestros saben cuándo van a morir. Los Justos, deciden el día y la hora.

     -Pero la pérdida... -insistió Tamar.

     -El Padre encuentra todo lo que se pierde -respondió el Desconocido-. ¿Por qué preocuparse?


Anular el ego y extraer el rocío:

     -Sostienes que el lugar de ego es, también el lugar del Yo -comentó Tamar a su esposo, el Rabí Desconocido-. ¿Qué quieres decir con ello?

     -Hasta que el pequeño yo cotidiano -dijo Lo Iadúa- no se anula, no desaparece, no renuncia a tomarse por el centro del  mundo, no hay extracción del rocía estelar que gotea en el corazón. No hay despertar. No hay resurrección.

     -Pero, ¿cómo reconocemos al Yo cuando aparece? -volvió a preguntar Tamar.

     -Hay un viaje de la mirada al espejo, y otro del espejo al ojo. Cuando entras dentro de ti con la luz que te ha permitido salir, la belleza infinita del mundo te electriza. Ese es el Yo, ése, como dicen los sabios hindúes, eres tú.