CUENTOS DE KENJI MIYAZAWA #6


El caso del pescador furtivo

(Dokumomi no suki na shochosan)


Traducción: Montse Watkins


Cuatro torrentes muy fríos partían del glaciar de Karakon y bajaban rugientes con blanca espuma hacia la región de Puhara, convergiendo en la pequeña ciudad de Puhara y formando un caudaloso y apacible río. Sus aguas eran transparentes, y en los profundos remansos se reflejaban las nubes y los árboles. Cuando había inundaciones, la ribera de diez cho de anchura en la que crecían los sauces llorones quedaba por completo bajo las aguas rugientes; pero, así que se retiraban, volvía a aparecer la hermosa y blanca arena.

En algunos puntos del borde de la orilla crecían cañas y aneas, en una especie de pantano largo y estrecho. Este era un vestigio de un anterior curso del río, que cambió repetidas veces por las inundaciones y que nunca se perdió del todo. En este pantano había muchos peces, en particular lochas y siluros. Pero la gente de Puhara no se los comía, de forma que aumentaba su número con el paso del tiempo.

Los otros peces más abundantes eran carpas y tencas, seguidos de albures. Cierto año apareció un esturión, arrastrado del mar hasta esa región, y se organizó un revuelo considerable. Pero los adultos y los muchachos listos, incrédulos, se limitaron a reírse de la historia. Para empezar, quien la contó fue Richiki, un desastre de barbero que sólo tenía dos navajas de afeitar y de quien uno no se podía fiar un pelo. Pero los más pequeños iban cada día a la orilla con la esperanza de ver al esturión. Aunque, por más que mirasen con la mayor atención, no apareció ni rastro del enorme pez, de modo que, al final, Richiki se convirtió en el hazmerreír de todos.

A propósito, en esa región el primer artículo del código legal decía: "Está prohibido utilizar la pólvora para cazar pájaros, y también atrapar peces con bolsas de veneno". Según el barbero Richiki, se preparaban del siguiente modo: "Pelar corteza de sansho1 en plena noche de un Día del Caballo en primavera, dejarla secar dos días de canícula y triturarla en un mortero. Después mezclar un kanme2 con setecientos monme3 de ceniza obtenida quemando madera de arce en un día despejado, y colocarlo todo en una bolsa, que al introducir en el agua deberá restregarse bien para que desprenda el veneno".

Al tragar el veneno, los peces suben a la superficie dando bocanadas y se quedan flotando con sus blancos vientres hacia arriba. Esta forma de morir en el agua se llama "eppu-kappu" en dialecto de la región. Una expresión muy lograda.

El luchar contra la pesca con bolsas de veneno era el trabajo más importante de la policía local. Cierto verano, llegó un nuevo comisario. Se parecía un poco a una nutria, con su enhiesto bigote castaño y sus dientes postizos de plata. Se vestía con una larga capa adornada con trenzas doradas, y cada día salía a hacer una minuciosa ronda por el barrio.

Cuando veía a una muía con la cabeza gacha, preguntaba al mulero si la carga no era demasiado pesada para el pobre animal; y si escuchaba llorar en exceso a un bebé, aconsejaba a la madre hacer ritos contra la viruela.

Por aquellos días, comenzó a producirse una oleada de infracciones contra el artículo primero del código legal. En algunos remansos de la ribera empezaron a aparecer peces muertos, flotando en el agua. Y también en los respectivos Día del Caballo de primavera, los abundantes árboles de sansho fueron perdiendo su corteza. Pero tanto el comisario como los agentes de policía parecían poco dispuestos a darse cuenta de lo que estaba ocurriendo.

Cierto día, los alumnos reunidos en la pradera frente a la casa del maestro de caligrafía rodeaban a dos de sus compañeros que conversaban.

— El comisario me propinó una regañina tremenda.

— ¿Te regañó? — preguntó un muchacho un poco mayor.

— ¡Y tanto! No sabía que él andaba por allí y tiré una piedra. Resulta que estaba escondido al borde de la ribera con otras tres o cuatro personas para vigilar si alguien ponía bolsas de veneno.

— ¿Qué te dijo?

— Me dijo: "¿Quién anda por ahí tirando piedras? Nos hemos pasado el día entero vigilando si alguien infringe el artículo primero. Ya te estás marchando rápidamente y no digas nada a nadie".

— Seguro que pronto atraparán al culpable.

Medio año más tarde, los niños estaban conversando con gran algarabía.

— No hay duda de que es él. Tengo pruebas. La noche pasada, justo al salir la luna, vi al comisario vestido con una capa negra y con la capucha puesta conversando con un tipo raro, ese que sale a cazar con una escopeta. El comisario le decía: "¡Eh!, a ver si la próxima vez preparas mejor el polvo". El cazador dijo algo, a lo que el comisario le repuso: "¿Cómo puedes tener la desfachatez de cobrar dos ryo por un saco de cuatro to si mezclas polvo de corteza de roble? ¡No digas barbaridades!". Eso dijo. Seguro que se refería al polvo de corteza de sansho.

— ¡Eso es! — gritó otro — El comisario compró en mi casa dos sacos de ceniza. Yo mismo se los llevé. Seguro que eran para mezclarla con el polvo de corteza de sansho, ¿no?

— ¡Seguro que sí! — exclamaron todos a la vez, dando palmadas y levantando los puños cerrados.

Como el barbero Richiki no tenía muchos clientes, disponía de mucho tiempo libre y, habiendo oído esto poco tiempo después, se puso a hacer cálculos.

Balance de las bolsas de veneno Gastos:

Una bolsa de polvo de corteza de sansho 2 ryo

Una bolsa de ceniza 30 sen

Total 2 ryo y 30 sen

Ingresos:

Trece anguilas 13 ryo

Otros ingresos (estimado) 10 ryo

Total 23 ryo

Beneficios del comisario: 20 ryo y 70 sen

Los rumores tomaron tales proporciones que, al ver un agente de policía, los niños salían corriendo y desde la distancia le soltaban la cantinela, doblando el cuerpo para gritar con todas sus fuerzas: "Policía que pescas con bolsas de veneno, a ver si nos regalas un siluro".

Eso no podía continuar, de modo que el alcalde de Puhara no tuvo más remedio que visitar al comisario a la oficina de policía, acompañado de seis ayudantes. Cuando se reunieron en la sala de visitas, los ojos de color castaño dorado del comisario se mantuvieron fijos en algún punto lejano.

— Comisario, sabrá usted que en los últimos tiempos hay muchas infracciones del artículo uno de la ley de supervisión de bosques y campos. ¿Tiene alguna explicación sobre el asunto?

— Ah, entonces es cierto que está ocurriendo algo así, ¿verdad?

— Eso me temo. Hasta en mi casa han arrancado la corteza de los árboles de sansho, y cada dos por tres aparecen peces muertos flotando en el río.

El comisario se rió de forma extraña. Aunque el alcalde pensó que tal vez fuera su imaginación.

— Eso es lo que andan diciendo por ahí, ¿no?

— Pues sí. Y además los niños se dedican a contar que el culpable es usted... ¡Vaya problema!

El comisario se levantó de la silla de un salto.

— ¡Qué terrible! Eso perjudica mi honor. Voy arrestar al culpable de inmediato.

— ¿Tiene alguna pista?

— A ver... Desde luego. Dispongo de todas las pruebas.

— Entonces, ¿sabe de quién se trata?

— Con toda certeza. Resulta que el culpable soy yo — dijo el comisario acercando el rostro al alcalde como para que lo viera mejor.

El alcalde se quedó estupefacto.

— ¿Cómo? O sea que resultó ser cierto.

— Exactamente.

— ¿No hay la menor duda?

— Ninguna.

Con toda tranquilidad, el comisario tocó un timbre que tenía sobre el escritorio y enseguida apareció un detective de espesa barba rojiza. El comisario fue maniatado, llevado ajuicio y condenado a muerte.

Cuando la gran espada curvada iba a cortarle el cuello, el comisario se rió y dijo:

— ¡Ah, qué bien me lo pasé! No hay nada que me fascine más que pescar con bolsas de veneno. Voy a continuar haciéndolo cuando esté en el infierno.

Todos quedaron tremendamente admirados.


1 Xanthoxylum piperitum, árbol de frutos muy aromáticos, también llamados "pimienta japonesa".

2 Medida de peso equivalente a 3,75 kilogramos.

3 Medida de peso equivalente a 3,75 gramos.