Leyendas de kamakura
El extraño tokkuri
Muchos, muchos años
atrás, en la era Edo, al frente del gran santuario de Hachimangu existía una
posada llamada Kadosho. Además de alojar y servir comida a los peregrinos y
viajeros, ese local vendía sake a granel.
Cierto anochecer, entró un anciano de largos cabellos blancos, llevando un
tokkuri de vientre redondeado y cuello largo.
— Póngame un sho [1] de sake — dijo con voz tranquila, entregando la jarra al
posadero. Quedó llena hasta el borde y el anciano se marchó muy contento,
sujetando el recipiente entre ambas manos con el mayor cuidado para que no se
derramase ni una gota.
Varios días más tarde, apareció de nuevo el ancia¬no de cabello blanco con el
mismo tokkuri.
— Póngame un sho y medio de sake — dijo en el mismo tono apacible, entregándole
el tokkuri del día pasa¬do con la mayor naturalidad.
El posadero lo miró sorprendido. Si el día pasado había cabido un sho justo, uno
y medio resultaría imposible. Sin embargo, como era hombre de pocas palabras,
optó por verter la cantidad pedida y que el cliente viera por sí mismo lo que
acontecía.
Sin embargo, ante su enorme asombro, esta vez cupo un sho y medio a la
perfección, llegando el líquido casi hasta el borde, igual que la vez anterior.
De nuevo, el anciano sonrió con aprobación, pagó y se marchó sujetando el
tokkuri con el mayor cuidado.
Pasaron algunos días más y, otra vez, apareció el anciano con el mismo tokkuri.
— Póngame dos sho — pidió de lo más tranquilo.
Pese a que el posadero se quedó sin habla por la sorpresa, en vista de lo
ocurrido la vez anterior optó por verter el sake en silencio, aunque su ojo
atento no se apartaba del borde de la jarra, temeroso de que se derramase el
precioso líquido.
Las dos medidas cupieron a la perfección, llegando el líquido justo hasta el
borde, al igual que las dos veces anteriores. Desde luego, el anciano de largo
cabello blanco tomó de vuelta la vasija sin el menor signo de asombro, pagó y se
marchó tan contento.
En esta ocasión el posadero se dio cuenta de que algo extraordinario estaba
ocurriendo y, dejando el local a cargo de un aprendiz, salió en pos del singular
anciano, preguntándose, muy intrigado, de dónde habría salido tan peculiar
personaje.
Por suerte, el anciano caminaba sin echar la vista atrás, de modo que le pudo
seguir sin percance alguno. Subió la montaña por el lado del santuario Orne,
bajó por el valle de Izumigayatsu, subió la cuesta de Hansho y, por fin,
desapareció en una cueva excavada en la roca.
El dueño de Kadosho se detuvo frente a la entrada y echó una ojeada, aunque no
pudo distinguir nada en la densa oscuridad. Al cabo de un rato, del interior de
la cueva comenzó a escucharse el bullicio de una fiesta, con murmullos de
conversación, risas y canciones. Parecían estar pasándoselo en grande.
Quienes supieron lo acontecido opinaron que esa cueva, situada en el recinto del
santuario de Zeniarai Benten, era la morada de los dioses de la felicidad, y que
allí se reunían para tomar sake y conversar.
Y, por supuesto, el anciano que iba a comprar sake con el extraño tokkuri era
uno de ellos.
[1]
Medida equivalente a 1,8 litros.