Cuentos de Kamakura
OTORI-SAMA
Muchos años atrás, en el pequeño barrio pesquero de Yui, vivía un comerciante
adinerado llamado Fujiwara no Kamatari. El hombre, de edad avanzada, tenía una
hija pequeña que quería más que a nada en el mundo.
Cierto día, cuando la nodriza la llevó a jugar a la playa cercana, una enorme
águila se la arrebató en un momento de distracción y se la llevó por los cielos
hasta su nido en algún lugar de las montañas.
Al enterarse de la noticia, el hombre movilizó a todo el pueblo para buscar el
águila, recorriendo palmo por palmo las colinas y montañas para descubrir el
paradero de su hija.
Pocos días después encontraron, al pie de una pared rocosa, en la parte trasera
del templo Myoho-ji, retazos del kimono y algunos huesos que indicaban el
trágico fin de la pequeña.
El padre, enloquecido de tristeza, ordenó a sus hombres que se apostaran en el
recinto del templo y derribaran al animal con flechas. Sin embargo, todas las
tentativas fueron en vano y el águila escapó ilesa una y otra vez.
Entonces el anciano monje llamó a Kamatari y le dijo:
— Entiendo tu dolor por la muerte de la niña. Pero matar al águila, un animal
inocente que sólo buscaba su sustento, no te la devolverá...
Después de una larga conversación, Kamatari accedió a perdonar al águila y
aceptó la sugerencia del monje de construir un pequeño santuario para consolar
el espíritu de la pequeña. Se llamó Otori-sama, el santuario del gran pájaro, y
todavía existe en el recinto del Myoho-ji.
Los restos de la niña fueron enterrados en una minúscula tumba en el templo y,
según cuentan, el águila de alguna manera comprendió el infortunio causado, por
lo que nunca más atrapó a ninguna criatura humana.
Kamatari se consoló de la pérdida construyendo pequeños santuarios y monumentos
de piedra en Yui, que han mantenido viva esta leyenda hasta nuestros días.
[1] “TORI”, en japonés: ave, pájaro, pollo, “O” prefijo de respeto. “SAN”, en japonés: Señor, Señora, Señorita “SAMA” lo mismo que “SAN” pero con respeto “TORI-SAMA”: El señor pájaro, en el caso de este cuento: “La señorita ave”