UNA HISTORIA DE IBN HALIM

 

Existen dos hombres de gran renombre como maestros del Camino Correcto. Ibn Halim relata que fue primero a ver a uno de ellos, cuyo nombre era Pir Ardeshir de Qazwin.

Al encontrarlo le dijo: “¿Me aconsejarías qué hacer y qué no hacer?”

“Sí, pero te daré tales instrucciones que te serán muy duras de cumplir, puesto que irán en contra de tus preferencias, incluso aunque éstas consistan a veces en privaciones.”

Ibn Halim pasó varios meses con el pir* Ardeshir, y descubrió que la enseñanza era realmente muy difícil para él. Aunque los anteriores discípulos del pir Ardeshir eran ya famosos en todo el mundo como maestros iluminados, él no podía soportar los cambios, las incertidumbres y las disciplinas que se le imponían.

Al final, solicitó permiso al pir para dejarle, y viajó a la tekkia del segundo maestro, Murshid Amali.

A Murshid le preguntó: “¿Me impondréis tareas pesadas que pueda considerar cercanas a lo intolerable?”

Amali respondió:

“No te impondré tales tareas.”

Ibn Halim preguntó:

“Me aceptáis entonces como discípulo?”

Murshid respondió:

“No hasta que me hayas preguntado por qué mi entrenamiento no sería tan costoso como el del pir Ardeshir.”

Ibn Halim preguntó entonces: “¿Por qué no sería tan costoso?”

Murshid le contestó: “Porque yo no me ocuparía de ti y por tu bienestar real como lo hizo Ardeshir. Por lo tanto, no debes pedirme que te acepte como discípulo.”

 

* Guía espiritual (N. del T.)

 

 

            LA MUJER SUFÍ Y LA REINA

 

Cierta mujer de la desventurada familia de los Omeya se había hecho sufí, y fue a visitar a la reina del clan de El-Mahdi, que había reemplazado a los Omeya.

La misma reina era conocida como una mujer llena de delicadeza y de compasión. Cuando vio la famélica y harapienta figura de la pobre princesa de los Omeya ante la puerta, le rogó que entrase y se preparó para proporcionarle palabras de consuelo y presentes que aliviasen su evidente penuria.

Pero en cuanto la princesa de los Omeya: “Soy hija del clan de los Omeya...”, la reina olvidó su caridad y gritó:

“¡Una mujer de los malditos Omeya! Has venido, sin duda alguna, a mendigar, olvidando las cosas que tu gente hizo a nuestra familia, cómo los oprimieron y trataron sin piedad, dejándolos sin más recursos que la misericordia de Dios...”

“No”, dijo la princesa de los Omeya, “no he venido a pedir simpatía, perdón o dinero. Vine a ver si la familia de El-Mahdi había aprendido a comportarse igual que sus predecesores, que no sabían cómo hacerlo: los despiadados hijos de los Omeya o la conducta que deploráis fue una enfermedad contagiosa que terminará sin duda con la caída de los que la contraigan”.

La princesa de los Omeya se marchó y desde entonces nunca se la encontró en ninguna parte.

Pero sólo conocemos esta historia a través de las palabras de la reina de El-Mahdi, y tal vez haya sido así la causa de algún avance en la conducta humana, en algún lugar.

 

 

            EL AYUDANTE DEL COCINERO

 

Un cierto mercader famoso y bien relacionado acudió a Bahaudin Naqshband. En asamblea abierta dijo:

“He venido a ofrecerte mi sumisión a ti y a tus enseñanzas, y te ruego que me aceptes como discípulo.”

Bahaudin le preguntó:

“¿Por qué piensas que eres capaz de aprovecharte de la enseñanza?”

El mercader contestó:

“Todo lo que he conocido y todo lo que me ha gustado de la poesía y de las enseñanzas de los antiguos, tal como están escritas en sus libros, lo encuentro en ti. Todo lo que otros maestros sufíes predican, alaban y tomas de los Sabios, realmente lo encuentro en ti, y no tan completa y perfectamente en ellos. Te considero uno de los Grandes Sabios*, porque puedo distinguir el aroma de la Verdad en ti y en todo lo que se relaciona contigo.”

Bahaudin dijo al hombre que se retirase, prometiéndole que le comunicaría su decisión respecto a su aceptación a su debido tiempo.

Transcurridos seis meses, Bahaudin llamó al mercader a su presencia y dijo:

“¿Estás preparado para aparecer públicamente conmigo en un intercambio de preguntas y respuestas?”

Él respondió:

“Por mi cabeza y por mis ojos que sí.”

Cuando la reunión de la mañana iba progresando, Bahaudin llamó a otro hombre del círculo y le pidió que se sentase junto a él. A los oyentes les dijo:

“Éste es el distinguido rey de los mercaderes de esta ciudad. Hace seis meses vino aquí creyendo que podía distinguir el aroma de la verdad en todo lo relacionado conmigo.”

El mercader afirmó:

“Este período de prueba y separación, estos seis meses sin un vislumbre del Maestro, este exilio, han hecho que me sumerja aún más en los clásicos, de manera que pueda al menos mantener alguna relación con él, al que deseo servir, Bahaudin El-Shah, que es visiblemente idéntico a los Grandes Sabios.”

Bahaudin replicó:

“Han pasado seis meses desde que estuviste aquí. No los has pasado en vano: has estado trabajando en tu tienda y has estado estudiando las vidas de los grandes sufíes. Sin embargo, podías haber estado estudiándome a mí, al que consideras tan idéntico a uno de los Conocedores del pasado, ya que he pasado dos veces por semana por tu tienda. Durante estos seis meses en los que “no hemos estado en contacto”, he estado cruenta y ocho veces en tu tienda. Muchas de esas ocasiones transcurrieron haciendo yo algún tipo de transacción contigo, comprando o vendiendo mercancía. Por las mercancías y por un simple cambio de ropa y de apariencia no me reconociste. ¿Es eso “distinguir el aroma de la verdad”?”

El mercader permaneció en silencio.

Bahaudin continuó:

“Cuando llegas cerca del hombre que otros llaman “Bahaudin”, puedes sentir que él es la verdad. Cuando te encuentras con el hombre que se llama a sí mismo el mercader Khaja Alavi (uno de los seudónimos de Bahaudin) no puedes distinguir el aroma de la verdad de lo que está conectado con Alavi. Tú encuentras de manera perceptible en Naqshband sólo lo que otros predican y no son. En Alavi no encuentras lo que los Sabios son pero no parecen ser. La poesía y las enseñanzas a las que te has referido son una manifestación externa. Por favor, no llames a esto espritualidad.”

Ese mercader era Mahsud Nadimzada, que posteriormente fue un famoso santo, que se hizo discípulo de Bahaudin tras haberse sometido al estudio bajo la dirección del cocinero de la Khanqa, que era casi analfabeto en poesía, charlas o técnicas espirituales.

Una vez dijo:

“Si no hubiera estudiado lo que imaginaba que era un camino espiritual, no tendría que haber olvidado los numerosos errores y superficialidades que Califa-Ashpaz (el cocinero) extirpó de mí al ignorar mis pretensiones.”

 

* Para los sufíes, los Sabios son los que pueden ver el hilo oculto de la vida, el sentido profundo de los acontecimientos. (N. del T.)

 

 

            ¿POR QUÉ ESTÁ MOJADO Y NO SECO?

Durante miles de años antes de ser ampliamente conocido por la gente, Khidr viajó por la tierra buscando a quienes pudiera enseñar.

Cuando encontraba estudiantes apropiados, les transmitía verdades y útiles artes. Pero en cuanto introducía una nueva enseñanza, se la apropiaban y era mal utilizada.

La gente sólo se preocupaba de la aplicación de la capacidad y de las leyes, y no de la comprensión profunda, así que el conocimiento no podía desarrollarse como un todo.

Así pues, un día Khidr decidió aplicar un método diferente de aprendizaje. Hizo muchas cosas al revés. Por ejemplo, hizo que lo que solía estar mojado estuviese seco, y lo seco mojado.

La gente se acostumbró rápidamente a esto, y simplemente se adaptaban para mirar lo mojado como seco y lo seco como mojado:

Habiendo vuelto de revés un gran número de cosas, Khidr regresará un día para mostrar de nuevo cómo es cada cosa.

Hasta que lo haga, únicamente unos pocos se beneficiarán del trabajo de Khidr. Los que no pueden son aquellas personas a las que les gusta decir: “Yo ya sabía eso”, cuando no es cierto

 

            LIBROS

Si os doy un libro vacío, diciendo: “No podéis todavía aprovecharos de él”, tal vez penséis: “Nos está insultando.”

Pero si distribuyo un libro lleno de contenido y comprensible, todos los lectores tomarán sus superficialidades para estimularse, exclamando: “¡Qué magnífico y qué profundo!” La gente seguirá estas cosas externas cuando me vaya, haciendo de ellas una fuente de estímulo y debate. En ellas encontrarán enseñanzas didácticas, poesía, ejercicios o historias.

Si no doy ningún libro, o doy uno pequeño, los eruditos académicos se mofarán y arruinarán los espíritus de los estudiantes potenciales y vulnerables con otros libros, todavía más de lo que ya lo hacen.

Los estudiantes desconcertados se vuelven destructivos, imaginando soluciones e intentando, después, imponérselas a los demás.

Si distribuyo un voluminoso libro, algunas personas imaginarán que es pretencioso. Todas estas suposiciones están ahí, habéis de notar, porque conviene a la gente tenerlas, no porque exista la mínima posibilidad de que sean verdad.

Si distribuyo un libro críptico, la gente imaginará que contiene extraños secretos. O quizá se vuelvea innecesariamente astuta intentando descifrarlo.

Y cuanto más se dicen estas cosas, más dice la gente de manera petulante o desdeñosa: “No nos entiendes. Nosotros no nos comportamos de esa manera. La falta de entendimiento es tuya.”

Pero si digo todas estas cosas y las consideráis todas ellas, incluso por un tiempo, dando a cada afirmación igual atención, estaré contento.

 

(BAHAUDIN)

 

CUANDO UN SER HUMANO SE ENCUENTRA A SÍ MISMO

 

Una de las dificultades más grandes de un ser humano es también su mayor desventaja. Podría corregirse si alguien se preocupara hasta el punto de señalarla con frecuencia y de manera suficientemente convincente.

Se trata de la dificultad de que el ser humano se está describiendo a sí mismo cuando piensa que está describiendo a los demás.

Cuán frecuentemente se oye a la gente decir acerca de mí:

“Considero a este hombre como el qutub* (polo magnético) del Siglo.”

Por supuesto, quiere decir. “Yo considero a este hombre...”

Está describiendo sus propios sentimientos o convicciones, cuando lo que quisiéramos conocer es algo acerca de la persona o cosa descrita.

Cuando afirma: “Esta enseñanza es sublime”, significa: “Esto parece que me encaja.” Pero tal vez habríamos querido saber algo acerca de la enseñanza, no de cómo piensa que le influencia.

Alguna gente dice: “Pero una cosa puede ser verdaderamente conocida por sus efectos. ¿Por qué no observar los efectos que produce una persona?”

La mayoría de la gente no entiende que el efecto de, digamos, el rayo de sol sobre los árboles es algo constante. Para conocer la naturaleza de la enseñanza, tendríamos que conocer la naturaleza de la persona sobre la que ha actuado. La persona ordinaria no lo sabe: todo lo que sabe es lo que esa persona supone que es un efecto sobre sí misma –pero no tiene una imagen coherente de quién es “ella misma”- . Como el observador exterior sabe incluso menos que la persona que se describe a sí mismo, nos quedamos con una evidencia completamente inútil. No tenemos un testigo digno de confianza.

Recordad que mientras exista todavía esta situación, habrá el mismo número de personas que digan: “Esto es maravilloso”, como: “Esto es ridículo.” “Esto es ridículo” significa realmente: “Esto me parece ridículo”, y “esto es maravilloso” significa. “Esto me parece maravilloso.”

¿Realmente os gusta ser así?

A muchas personas les gusta, mientras que energéticamente pretenden lo contrario.

¿Os gustaría poder comprobar lo que realmente es ridículo o maravilloso, o algo que se encuentra entre estos dos extremos?

Podéis hacerlo, pero no si presumís de poderlo hacer sin práctica, sin ningún entrenamiento, en medio de la incertidumbre sobre quiénes sois y por qué os gusta u os disgusta algo.

Cuando os hayáis encontrado a vosotros mismos, podréis tener conocimiento. Hasta entonces, sólo tenéis opiniones. Las opiniones están basadas en el hábito y en lo que concebís que es conveniente para vosotros.

El estudio del Camino exige encontrarse a sí mismo a lo largo del recorrido. Todavía no os habéis encontrado. Entretanto, la única ventaja de encontrar a otras personas es que una de ellas puede presentaros a vosotros mismos.

Antes de que ocurra esto, quizá os imaginéis que os habéis encontrado a vosotros mismos muchas veces, pero la verdad es que cuando os encontráis a vosotros mismos y llegáis a una cualidad y búsqueda de conocimiento no se parece a ninguna otra experiencia en esta tierra.

 

(TARIQAVI)

 

* Dentro de los cuatro “viajes espirituales” de los sufíes, se llega a poseer el título de qutub, tras finalizar el segundo viaje, en el que ya se convierte en un maestro con pleno derecho, en un “punto hacia el que todos se vuelven”. (N. del T.)

 

 

            EL SUFÍ Y EL RELATO DE HALAKU

Un maestro sufí fue visitado por un cierto número de personas de diversos credos que le dijeron:

“Acéptanos como discípulos tuyos, ya que vemos que no queda ninguna verdad en nuestras religiones, y estamos seguros de que tú enseñas el único camino verdadero.”

El sufí contestó:

“¿No habéis oído hablar del mongol Halaku Khan y de su invasión de Siria. Permitidme que os cuente. El visir Ahmad del califa Mustasim de Bagdad invitó al mongol a invadir los dominios de su señor. Cuando Halaku ganó la batalla de la conquista de Bagdad, Ahmad salió a su encuentro para ser recompensado. Halaku le preguntó: “¿Buscas tu recompensa?”, y el visir respondió: “Sí.”

“Halaku le dijo:

“Has traicionado a tu propio señor conmigo, y todavía esperas que yo confíe en que seas fiel hacia mí”. Tras decir esto, ordenó que Ahmad fuese colgado.

“Antes de pedir a alguien que os acepte, preguntaos a vosotros mismos si se trata simplemente de que no habéis seguido el camino de vuestro propio maestro. Si estáis satisfechos con la respuesta, entonces venid y pedid ser aceptados como discípulos.”

 

 

            PECES EN LA LUNA

Al sheik Bahaudin Naqshband le preguntaron:

“¿Por qué siempre dices que nadie que piense que está más avanzado en el Camino que otro tiene categoría alguna?”

Él respondió:

“Porque por mi propia experiencia cotidiana he llegado a la conclusión de que aquellos que piensan que pueden aprender sufismo por sí mismos no pueden de hecho hacerlo: están demasiado centrados en sí mismos. Quienes piensan que no pueden aprenderlo solos, de hecho pueden hacerlo. Pero, a causa de la vanidad, es sólo un Maestro verdadero el que puede decirles si pueden continuar solos, puesto que él puede diagnosticar su verdadera condición.

“Cualquiera que piensa que está más avanzado en el Conocimiento que otro es casi completamente ignorante, y no es capaz de aprender nada más. Da vueltas y vueltas en los “intestinos de Satán” de su propia ignorancia. Esto ocurre porque la experiencia del conocimiento real no es en absoluto similar a pensar que uno está más avanzado que otro.

“Veis que nunca es aceptado como discípulo cualquiera al que yo critico por tener una voluntad egoica. Esta es así porque, sin duda, él sentiría, con independencia de lo que imagine, que mis criticas hacia él fueron motivadas por un deseo de enseñarle. Por ello, siempre despido a quienes critico. Existe siempre una esperanza de que puedan encontrar un maestro en alguna parte que no les halague, aunque es tan improbable como que existan peces en la Luna.”

 

 

            KILIDI Y LAS MONEDAS DE ORO

El maestro sufí Kilidi descubrió que muchos de sus discípulos pasaban gran parte de su tiempo difundiendo historias sobre sus sorprendentes virtudes y su misterioso poder de anticiparse a los pensamientos y a las necesidades de aprendizaje de sus discípulos.

Él les reprochaba una y otra vez, pero la tendencia humana a vanagloriarse de alguien al que se sirve o se admira era demasiado fuerte para ellos. Un día les advirtió: “A menos que abandonéis esta costumbre, que no sólo me tiene todo el día rodeado de mirones, sino que además me impide impartiros más conocimientos, me veré obligado a daros un ejemplo que hará que no os guste. Podría haceros el hazmerreír por haberme seguido.”

Como esta advertencia no produjo el efecto deseado, poco después, y en presencia de numerosos discípulos y de un gran público, Kilidi dio cien monedas de oro a un mendigo que pasaba.

No pasó mucho tiempo, cuando el mendigo regresó con el oro afirmando:

“Este oro no me ha hecho ningún bien. Mi mujer dice ahora que ella debe tener la mitad, o que debería recibir de ti la misma cantidad, puesto que es tan pobre como yo.”

Kilidi tomó el oro y se lo llevó a uno de los ricos que estaban presentes diciendo:

“Vosotros, ricos, no sufrías por vuestro dinero.”

Al mendigo le dijo:

“Ahora has regresado a tu estado anterior, vuelve a emprender tu habitual relación armoniosa con tu esposa.”

Volviéndose a su discípulos, les dijo:

“Ahora podéis ver que Kilidi comete errores, y el mundo es igualmente testigo de ello.”

 

 

            TRIGO Y CEBADA

Un distinguido y culto caballero que estaba visitando a Bahaudin Naqshband le preguntó:

“A través de tu carácter, ejercicios y manifiesta capacidad para el bien, eres reconocido públicamente, así como en el corazón de tus discípulos, como el Maestro actual del Siglo. ¿Fue esto siempre así?

Bahaudin respondió:

“No, no fue siempre así.”

El visitante replicó:

“Los Antiguos sufíes eran considerados frecuentemente como imitadores, ridiculizados por los eruditos y temidos por los intérpretes. Algunos de aquellos a los que los Adeptos consideran como sus ejemplos más nobles están incluidos en los libros de los hombres formalmente cultivados como indeseables o como influencias no bien recibidas por las autoridades. Pero si han contribuido al conocimiento y  a la práctica del Camino, ¿no serían sin duda y claramente adeptos?

Bahaudin respondió:

“Algunos son claramente Adeptos, otros son claramente nada.”

“Entonces, ¿dónde reside la cualidad esencial del derviche?”

“Reside en la realidad, no en la apariencia.”

“¿No tienen dichas personas cualidades por las que todo el mundo pueda reconocerlas?”

Bahaudin replicó:

“Recuerda el cuento del trigo y la cebada. En algún momento, alguien plantó trigo en un campo. Todo el mundo se acostumbró a ver el trigo crecer y a vivir de pan hecho de harina. Pero pasó el tiempo y fue entonces necesario plantar cebada. Cuando ésta creció, mucha gente, apegada a las apariencias, como suelen estarlo los eruditos comunes, exclamaron: ¡Esto no es trigo!”

“Cierto”, decían los cultivadores de cebada, “pero es un cereal, y lo que necesitamos todos son cereales”.

“¡Charlatanes!”, gritaban los apegados a las apariencias. Muchas veces, cuando se cosechaba la cebada, era tan grande el clamor para expulsar a sus cultivadores que éstos no podían suministrar harina a la gente. La gente se moría de hambre, pero aquéllos pensaban, persuadidos por sus consejeros de mente estrecha, que hacían bien en rechazar la cosecha de los cultivadores de cebada.”

El visitante preguntó:

“Entonces, lo que llamamos “sufismo” ¿es realmente el cereal de tu historia? En ese caso, ¿hemos sido llamados “cereales” de “trigo” o “cebada”, y tenemos que darnos cuenta de que hay algo más profundo, y de lo que ambas cosechas sólo son una manifestación?”

“Sí”, respondió el maulana.

“Sería seguramente más deseable el que se nos pudiera dar el conocimiento de los “cereales”, en lugar del “trigo” o de la “cebada” bajo el nombre de “cereales”, dijo el buscador.

“Sería seguramente mejor si esto pudiera hacerse”, afirmo Bahaudin, “pero el hecho es que la mayoría de la gente, por su propia seguridad y la de los demás, tienen todavía que trabajar por la cosecha para poder comer. Hay muy pocos que sepan lo que son los cereales. Existen personas a las que llamas Guías. Cuando un hombre sabe que la gente puede morir de hambre, tiene que suministrar todo el alimento que pueda. Son sólo aquellos que no trabajan en el campo quienes tienen tiempo para preguntarse acerca del tipo de cereal. Son también los que no tienen derecho a hacerlo, ya que no lo han probado, ni están trabajando en la producción de harina para la gente”.

“Es malo decirle a la gente que haga cosas cuando no pueden entender por qué debería hacerlas”, dijo el visitante.

“Es peor explicar que un cierto árbol va a caer, con tal detalle, que antes de que acabes de contar la historia, la audiencia está abrumada y es incapaz de escucharla”, respondió Bahaudin.

 

            LA BOTELLA DE VINO

Se cuenta en las asambleas de los Sabios que había una vez un hombre que deseaba ofrecer a un amigo la mayor hospitalidad de la que era capaz.

Tras haber pasado él y su amigo un rato de sobremesa, el huésped dijo:

“Tal vez deberíamos beber un poco de vino, para sacudir la pereza de nuestros pensamientos y estimular la agudeza de nuestros sentimientos.”

Su huésped estuvo de acuerdo. Resultó que aquel hombre sólo tenía en su casa una botella de vino y así se lo dijo a su huésped. Pero cuando envió a por el vino a su hijo, que padecía la enfermedad de ver doble, éste volvió diciendo:

“Padre, hay dos botellas: ¿cuál de ellas quieres que traiga?”

Avergonzado de que su huésped pudiera pensar que no le estaba ofreciendo todo lo que tenía, el padre replicó:

“Rompe una de las botellas y tráenos la otra.”

El joven, por supuesto, golpeó con una piedra la única botella que había, con el resultado de imaginar que había roto sin querer las dos; por lo tanto, aquella noche no hubo vino para el anfitrión ni para el huésped.

El huésped pensó que el joven estaba loco, cuando únicamente padecía una cierta incapacidad. El orgullo del anfitrión sobre su propia hospitalidad fue la causa de la destrucción de la botella. El joven quedó apenado por haber hecho algo mal.

Y todo esto ocurrió porque el anfitrión tuvo miedo de que si decía al principio a su huésped que su hijo padecía de doble visión, imaginaría que se trataba únicamente de un pretexto de su falta de disposición a consumir todo el vino.

 

Said Bahaudin Naqshband*

Estábamos de pie sobre una pequeña altiplanicie en lo alto de las montañas de Kohistán.

Mi maestro dijo:

“Mira esas coníferas y observa cómo unas son pequeñas y otras grandes. Algunas han enraizado bien y otras se inclinan mal sesgadas. Otras, sin razón alguna, tienen sus ramas estropeadas.”

Yo pregunté:

“¿Qué podemos inferir de esto?”

Él respondió:

“Las altas están llenas de aspiración.”

“¿Lo logran todas?”

“De ninguna manera.”

“¿ Y las dañadas?”

“Son las que buscan justificarse.”

“¿Son las pequeñas menores que las altas?”

“Algo puede ser pequeño por herencia, falta de oportunidades, ausencia de nutrición o a causa del deseo.”

“¿Y las profundamente enraizadas?”

“Todo depende de su naturaleza y de la selección que hacen sus raíces para obtener verdadero alimento. Algunas de las bien enraizadas lo están porque no tienen la codicia innecesaria de consumir. A veces son ésas las que los leñadores cortan y utilizan para sacar madera...”

 

* Conocido también como Bahaudin de Bujara y el El-Shah, se convirtió en el jefe de la Orden de los Maestros (Khwajagan) de Asia Central en el siglo XIV. Gran reformador, adoptó las enseñanzas clásicas a las necesidades cotidianas. Más tarde, la Orden se conoció como el Camino de los Naqshbandis y se esparció por Turquía y la India, llegando hasta Europa y África. Algunos de los más grandes poetas clásicos persas fueron Naqshbandis. (N. del T.)

 

 

            LA ESPONJA DE PROBLEMAS

Se cuenta que durante muchos siglos la tumba de Boland-Ashyan curaba las enfermedades, concedía los deseos y beneficiaba a quienes la visitaban. Se la conocía como “La Esponja de los Problemas”.

El santuario estaba situado cerca de la pequeña ciudad de Murghzar, en Irán, y allí trabajó Faisal Nadim como cocinero en el ashkhana (restaurante) durante unos veinte años.

Faisal nunca entró en el santuario. Pero los viajeros que entraban en su cocina y pasaban un rato con él mientras trabajaba alimentaron la línea de los sufíes iluminados llamados los Madimis, mientras que los visitantes de la tumba nunca fueron considerados como nada especial, excepto por los ignorantes.

Alguien preguntó al sabio Khorram Ali por qué los piadosos peregrinos no eran transformados por su visita a un lugar de tales milagros, y por qué los que frecuentaban una cocina se transformaban en santos sufíes.

Khorram respondió:

“Una esponja absorbe agua que no necesita, pero también puede impedir, según las circunstancias, un trabajo útil. Es completamente insensible, por muchos méritos que le atribuyáis. Un cocinero conoce la medida de los ingredientes y cómo hacerlos digeribles. Un cocinero puede necesitar de una esponja para eliminar todo lo que está a su alcance como, por ejemplo, el agua sucia. Sólo los estúpidos, mirando sólo a la esponja, imaginan que trabaja con voluntad propia.”

 

            EL PEZ DE CRISTAL

Un barquero, al que un joven le había hecho un favor, le regaló a éste un pez de cristal.

El muchacho lo perdió, y, en su desesperación por haber perdido un objeto tan raro y valioso, montó en cólera al ver a otro hombre que llevaba alrededor del cuello un cordón del que colgaba un pez de cristal.

El joven llevó al hombre a los tribunales y logró que le condenasen por robo. En el último momento, cuando se preguntó a éste si tenía algo que declarar antes de ser conducido a la cárcel, el hombre dijo:

“Preguntad a cualquier barquero de este país: todos nosotros tenemos el mismo emblema, y el mío es de mi propiedad. No le pertenece a este joven. Yo tengo dos ojos y también una boca, pero tampoco son suyos!”

“¿Por qué no lo has declarado antes?”, preguntó el magistrado al barquero.

“Porque tiene más merito para toda la humanidad cuando la verdad llega por el ejercicio del sentido común por todas las partes desde el principio, que si una de ellas tiene que probar algo para lo que, después de todo, tal vez no tenga pruebas.”

“Sin embargo, todos tenemos que aprender”, señaló el juez.

“Desgraciadamente”, dijo el hombre, “si se considera que aprender depende de la elaboración de pruebas, sólo tendremos la mitad del conocimiento, y seguramente nos encontraremos perdidos”.

Los kishtiwanis, a cuya escuela pertenecía este barquero, eran conocidos por su hábito de poner el énfasis en aquello en lo que la gente pasaba la mayor parte de su tiempo llegaban a consideraciones apresuradas o pasando totalmente por alto los hechos.

 

            EL PORTADOR DEL SELLO

Muy poco después de la muerte del maulana Bahaudin Naqshband, un hombre encolerizado se acercó a su tumba y pidió:

“Conducidme hasta el Califa.” Éste no estaba.

El hombre dijo: “Dejad que me identifique Bibi Jan, la viuda del maulana.”

Todo el mundo estaba perplejo por la conducta del forastero, y los seguidores que quedaban del maulana no sabían qué decir ni qué hacer.

El caminante dijo:

“¡No hay Califa, no hay comprensión! Entonces os mostraré algo que incluso el más burro de los hombres debe saber.”

Y mostró entonces el Sello de Bahaudin Naqshband.

Desde ese momento ese hombre fue tratado con honores, pero él pidió que le condujeran al muro existente frente a la colina de Tillaju. Destruyó parte del muro, y pidió a los hombres presentes que excavaran sus cimientos.

Después, sacó ciertos objetos enterrados allí y dijo:

“Éstos son para mí. Habrían sido para los discípulos si éstos hubieran sido adeptos.”

Alguien preguntó:

“¿Por qué no los reciben los discípulos?”

“El-Shah les dijo que excavasen los cimientos del muro, pero en vez de ello lo construyeron encima. Así, el muro se habría caído más adelante, y los invalorables objetos que se encontraban aquí se habrían perdido. La holgazanería de los murids (discípulos) en su trabajo manual, y su superioridad en la imaginación, han producido su negación al ámbito espiritual.”

Un murid preguntó:

“¿Podemos saber de los que no son como nosotros, por nuestra ansia del conocimiento?”

El misterioso derviche respondió:

“Quienes podrían saber ya saben. Para el resto ya es demasiado tarde para saber. Por ello se gratifican a sí mismos por haber estado cerca de El-Shah. Pero sería mejor si se dispersaran. En caso contrario, se limitarán simplemente a repetir los nombres y las fórmulas de El-Shah, y la gente será descarriada, imaginando que eso es sufismo.”

Alguien preguntó:

“Cuál de los Iluminados eres, qué Wali, qué Abdal? ¿Te quedarás con nosotros?”

Él respondió:

“Soy el más humilde servidor de los Maestros, los Khwajagan. Un servidor sólo puede estar donde puede servir las órdenes de su maestro. No puedo llevar a cabo el servicio de la humildad en compañía de la arrogancia.”

Alguien preguntó:

“¿Cómo podemos disminuir nuestra arrogancia?”

Él replicó:

“Podéis disminuirla dándoos cuenta de que no sois dignos de ser representantes de la Enseñanza de El-Shah. Los indignos son doblemente incapacitados. Andan extraviados imaginando que están estudiando el Camino. Extravían a otras personas con la pretensión de enseñarles, incluso por complicidad.

“Esto no es estudio. Esto no es enseñar. Donde no hay Representante, la imitación de su posición es equivalente a una usurpación. La usurpación destruye el alma.”

 

            LLENO

Un astrónomo que era pretencioso y estaba lleno de conocimientos fue en uno de sus viajes a visitar a Kushyar el Sabio, maestro de Avicena.

Pero Kushyar no tenía nada que hacer con él y declinó enseñarle de una u otra manera.

El astrónomo se estaba despidiendo con tristeza, cuando Kushyar dijo:

“Tu creencia de que sabes tanto produce el efecto de hacerte igual a un recipiente completamente lleno de agua. Por ello, lo mismo que la vasija, eres incapaz de admitir nada más.

“Pero el estado de lleno es la saciedad de la vanidad, y el hecho es que estás realmente vacío, con independencia de cómo te sientas.”

 

            Voz en la noche

Una voz me susurró anoche:

“¡No existe nada que sea una voz susurrando en la noche!”

 

(HAIDAR ANSARI)

 

            PERCEPCIÓN

Consta que alguien dijo al gran filósofo Saadi:

“Deseo la percepción así que me haré sabio.”

Saadi dijo:

“La percepción sin sabiduría es peor que no tener nada en absoluto.”

Entonces se le preguntó: “¿Cómo puede ser esto?”

Saadi respondió: “Como en el caso del buitre y del milano. El buitre dijo al milano. “Tengo más alcance de vista que tú, porque puedo ver un grano de trigo en el suelo, mientras que tú no puedes ver nada en absoluto.”

“Los dos pájaros descendieron en picado para encontrar el grano de trigo, que el buitre podía ver y el milano no. Cuando estaban muy cerca del suelo, el milano vio el grano de trigo. El buitre continuó su descenso y se tragó el grano. Y después se murió, porque el trigo ¡estaba envenenado!”

           

            Sobras

Las sobras de la comida del emir son mayores que los presentes de halwa (dulces) del comerciante.

 

TIMUR FAZIL

 

            LA MOSCA DORADA

Había una vez un hombre llamado Salar, que distinguía lo verdadero de lo falso, y que sabía lo que debía hacerse y lo que no, además de saber mucho acerca del aprendizaje de libros. De hecho, sabía tanto que fue nombrado ayudante personal del muftí Zafrani, un eminente jurisconsulto y juez.

Pero Salar no lo sabía todo; e incluso respecto a las cosas que sabía, no actuaba siempre de acuerdo con su conocimiento.

Un día, cuando había dejado al lado su caso de zumo dulce, una minúscula y trémula mosca dorada se posó en el borde y tomó un sorbo. Después sucedió lo mismo al día siguiente, y al siguiente, hasta que la mosca se hizo más grande y Salar podría verla fácilmente. Pero la mosca había crecido tan lentamente que Salar apenas se daba cuenta de ella.

Finalmente, después de varias semanas durante las que Salar había estado profundamente inmerso en el estudio de un complejo problema legal, éste miró hacia arriba y se dio cuenta de que la mosca parecía mucho más grande de lo que debería ser una mosca. La espantó, e inmediatamente ésta alzó el vuelo, trazó unos círculos sobre el vaso y se fue.

Pero volvió. Cuando descuidaba su vigilancia, tomaba de nuevo un sorbo, posada en el borde del vaso, y bebía todo lo que podía. A medida que transcurrían los días, la mosca se hacía cada vez mayor, y como bebía cada vez más, también empezó a tener un aspecto diferente.

Al principio, Salar la espantaba de un manotazo. Después vio que tenía que utilizar un matamoscas para aplastarla. A veces, la mosca empezaba a mirarle como si tuviera una forma semihumana. Por supuesto, se trataba de un Jinn (genio), y en absoluto de una mosca.

Por fin, Salar gritó a la mosca, y he aquí que ésta respondió diciendo: “No sorbo demasiado de tu bebida, y, además, soy hermosa, ¿verdad?”

Salar se sorprendió al principio, después se asustó y, por último, quedó confundido.

Empezó a apreciar las visitas de la mosca, a pesar de que le estaba bebiendo parte de su limonada. Observaba cómo danzaba la mosca, pensaba en ella mucho tiempo, trabajaba cada vez menos y, a medida que la mosca se hacía más grande, descubrió que él se sentía cada vez más débil.

Salar solía tener dificultades con el muftí, así que se estimuló a sí mismo y decidió acabar con la mosca. Reuniendo todas las fuerzas de su decisión, dirigió contra la mosca un violento golpe, pero ésta se escapó volando, diciendo: “Te has equivocado conmigo, porque yo sólo quería ser tu amiga, pero me iré, si eso es lo que quieres.”

Salar sintió al principio que se había liberado de la mosca de una vez por todas, y se dijo a sí mismo: “La he derrotado, lo cual prueba que soy más poderoso que ella, sea o no un ser humano, un Jinn, o una mosca.”

Entonces, cuando Salar se había convencido a sí mismo de que todo ese asunto se había acabado, la mosca apareció de nuevo. Había crecido hasta ser enorme, y descendía del techo como un resplandeciente lago en forma de un hombre.

Dos enormes manos alcanzaron y agarraron la garganta de Salar.

Cuando el muftí vino a buscar a su asistente, éste yacía en el suelo estrangulado. Una parte de la pared se había derrumbado al paso del Jinn, y todo lo que quedaba como marca de su enormidad era la huella de su mano, tan grande como el costado de elefante, en el encalado de la pared.

 

            LA PROMESA DE LA TABERNA

Puede que se diga: “Vinieron en vano.”

No dejéis que vengan en vano.

 

Os dejamos a vosotros el legado;

Acabamos lo que pudimos, el resto os lo dejamos.

 

Recordad, éste es el trabajo confiado.

Recordad, bienamados, de nuevo habremos de encontrarnos.

 

Canción derviche

 

            EL CUCHILLO

Un derviche errante acudió corriendo a donde un sufí estaba sentado en profunda contemplación, y dijo:

“¡Rápido! Debemos hacer algo. Un mono acaba de robar un cuchillo.”

“No te preocupes”, respondió el sufí, “puesto que no ha sido un hombre”.

Cuando el derviche encontró de nuevo al mono, naturalmente, había tirado ya el cuchillo.

 

(KARDAN)

 

            EL ASENTAMIENTO DE CARAVANAS

Había una vez un hombre llamado Muin, que en su juventud había sido estafado y traicionado por otro hombre, llamado Halim, un individuo extraordinariamente codicioso.

Muin se dijo a sí mismo: “Un día me hallaré en posición de devolvérsela. Seré rico, y su envidia le arruinará, ¡especialmente si me niego a darle dinero!”

Pero pasaron los años y Muin no se hizo rico. Los ahorros de toda su vida no le mantendrían como hombre próspero ni un solo mes. Cuando cumplió los cuarenta años cayó enfermo y los médicos dijeron que sólo le quedaban pocas semanas de vida.

Por entonces, Muin tenía un preceptor sufí –Daud, hijo de Zakaria- al que preguntó qué podía hacer.

“Suscitar la envidia no forma parte del trabajo sufí”, dijo Daud, “ya que la envidia es algo fatal que se pudre y mata al hombre que le alimenta, y sólo puede ser estirpada con una enorme dificultad. De hecho, el único método para el adepto es practicar una verdadera y profunda generosidad, y es raro que esté dispuesto a hacerlo. Puedo decirte una cosa y dejarte el resto a ti: el envidioso se corroe a sí mismo por lo que piensa que es verdadero, pero no por la verdad real.”

Muin consideró profundamente estas palabras. Después, envió a buscar a su hijo Aram y le dijo: “Tengo muy poco que dejarte, pero creo que puedo contraer una deuda y dejarte fondos mediante una inversión sensata, si lo hago ahora. Así pues, obedéceme con todo detalle. Sólo me queda muy poco tiempo de vida.”

Aram, siguiendo sus instrucciones al pie de la letra, tomó todos los ahorros de su padre y compró túnicas costosas, algunas joyas, hermosas casas y muchas más cosas. Entonces, padre e hijo fueron al más costoso asentamiento de caravanas cercano a la casa del malvado y le hicieron llamar. Muin, debilitado de agotamiento, yacía en la cama. Cuando vio a Halim, le dijo:

“Estoy probablemente en mi lecho de muerte, y eres la única persona que conozco en esta localidad. Como ves, tengo un hijo, y voy a confiarle un secreto sufí que produjo todas las cosas que ves de mi posesión. Cuida del joven, Aram, y él te revelará el secreto que yo le he confiado, en el momento que sea propicio.”

Poco después, Muin murió. Halim, que era por entonces muy rico, colmó de regalos al muchacho e hizo todo que pudo para impresionarlo con su amabilidad hacia él, codiciando el secreto sufí. Siempre permanecía atento por si se daba el momento para la transmisión del secreto.

Pero Muin le había dicho a Aram: “Revela las palabras del sufí a Halim si ha sido suficientemente generoso contigo, y si alguna vez descubres que ya no es codicioso.”

Así pues, Aram vigiló a Halim durante años. Éste le ofrecía dinero, pero, de alguna manera nunca daba tanto como prometía.

Aram tomaba lo que se le daba, e incluso pedía más, tanto directamente como a través de intermediarios, para descubrir si había resistencia por parte de Halim, y encontró un montón de ellas.

Este proceso continuó durante varios años. Halim padecía estados de euforia y de depresión, y empezó a interesarse por toda clase de diversiones, como el chismorreo, para aliviar las tensiones de su vida.

Entonces, un día leyó un libro sufí que decía. “Prometer y no cumplir impide la transmisión de los secretos sufíes.” De repente recordó que no había cumplido sus promesas con Aram. Ese mismo día le ofreció el total de la suma que le había prometido dar inicialmente.

Aram dijo: “No juzgo por qué haces esto, pero como puede ser razón correcta, te revelaré ahora el secreto sufí. Inmediatamente contó a Halim lo que había ocurrido entre el sufí y Muin.

Entonces, Halim, superada la codicia gracias a su admiración por la sabiduría del sufí, dijo: “Aram, no tengo lugar en  mi corazón para arrepentirme del dinero que se ha gastado. Hazme únicamente un favor; dime cómo encontrar a este Sufí, para que pueda besarle los pies.”

Ésa es la historia contada por Halim, el gran sabio sufí, que más adelante sucedió al sheik Daud, hijo de Zakaria.

 

            FANTASÍAS

¡Escucha, hombre! Si tan sólo supieras cuántas de las falsas fantasías de la imaginación estaban más cerca de la Verdad que las cuidadosas conclusiones de los prudentes. Y cómo estas verdades no tienen ninguna utilidad hasta que la persona que se hace imaginaciones, habiendo agotado el objetivo de su imaginación, se ha hecho menos imaginativo.

 

(SHAB-PARAK)

 

            IRRELEVANCIA

Uno de los sabios sufíes nombró a un sustituto para transmitir sus instrucciones a los discípulos. Sin embargo, no pasó mucho tiempo antes de que los discípulos se encargasen de considerar al sustituto, no como un canal, sino como un hombre santo y con autoridad. A su vez, éste empezó a imaginar que todo lo que él decía era significativo. Después, teniendo dudas de ciertos resultados de las acciones del sustituto, algunos de los discípulos se preguntaban unos a otros: “¿Está este hombre actuando plenamente dentro de su mandato?” Algunos de ellos consideraban tales pensamientos como una traición, y no querían mirar todos los abusos.

El Sabio oyó los cuestionamientos y respondió: “La vanidad se ha apoderado de este sustituto, pero ha sido alimentada por vuestros propios deseos de venerar a alguien.”

Los discípulos quedaron cabizbajos y preguntaron: “Si esto puede suceder a un representante en el que se ha puesto toda la confianza, ¿qué no podría suceder en nuestro caso?”

El Sabio les dijo: “Esto no podría haber sucedido si ambas partes no fuesen reprochables. Si hubieseis obedecido mis órdenes, en lugar de crear vuestro propio maestro para imitarle, por no estar satisfechos con las instrucciones, sustituyéndolas por la búsqueda de un ídolo, esto no habría ocurrido. Pero, por otra parte, donde estas tendencias están presentes, no sólo ocurre esto, sino que tiene que ocurrir. En lugar de preguntaros sobre lo que ha sucedido, deberías observar lo incapaces que sois de distinguir lo verdadero de lo falso: aunque no sois suficientemente humildes para asumir que lo falso es lo verdadero.”

“Ésa es vuestra lección.”

Ellos preguntaron: “¿Y qué será ahora de él?”

Él respondió: “Eso no es asunto vuestro. Lo que debe interesaros son las cosas irrelevantes que han impedido vuestro desarrollo: y ahora todavía lo estáis haciendo. Lejos de estar más avanzados que las personas ordinarias, os encontráis ahora mucho más atrás que éstas. ¿Queréis alcanzarlas?”

 

FIDELIDAD

Najmaini (“el Hombre de las Dos Estrellas”) expulsó a un estudiante con las palabras: “Tu fidelidad ha sido probada. La encuentro tan inconmovible que debes irte.”

El estudiante dijo: “Me iré, pero no puedo entender cómo la fidelidad puede ser un motivo de expulsión.”

Najmaini replicó. “Durante tres años hemos probado tu fidelidad. Tu fidelidad a conocimientos inútiles y a juicios superficiales es total. Por eso es por lo que te tienes que ir.”

 

            EL SANTUARIO DE JUAN EL BAUTISTA

Saadi, el autor sufí de la obra clásica persa El jardín de rosas, escribe acerca de un visita al lugar donde está enterrado en Siria Juan el Bautista.

Un día llegó allí, exhausto y con los pies destrozados. Pero entonces, cuando se estaba compadeciendo de sí mismo, vio a un hombre que no sólo estaba cansado, sino que además no tenía pies. Saadi dio gracias a Dios porque él al menos tenía pies.

Esta historia, en el nivel más evidente, significa “sé agradecido por lo pequeños dones”. En ese nivel, su enseñanza se halla en todas las culturas. Es útil ayudar a alguien a encontrar una perspectiva más amplia de su situación si está compadeciéndose de una incapacitación física.

El empleo de este tipo de historias a efectos emocionales –para cambiar de actitud mental, e incluso para hacer que una persona esté contenta de su suerte y, quizá, momentáneamente agradecida por ella -es característico de esta clase de instrucción convencional.

Las personas sofisticadas de ahora dicen: “Saadi no hizo sino inculcar las virtudes que llamamos morales; ¡su labor está pasada de moda! Las personas tradicionales y muy sentimentales tal vez digan: “Qué bello es ver la miseria de los demás y la propia comparativamente buena suerte.”

Pero Saadi, por ser sufí, incluyó en sus escritos material que tenía más de una sola posible función. Este relato constituye uno de ellos.

En las escuelas sufíes cada historia es tratada en sí misma, como un ejercicio. El estudiante puede beneficiarse de cualquier “elevación” moral que pueda contener la interpretación convencional. Pero, sin introspección, mas con autoobservación, debería decir: “Me doy cuenta de que mis cambios de humor dependen de estímulos emocionales. ¿He de ser siempre dependiente de mis estímulos emocionales? ¿Debo siempre depender de “ver a un hombre sin pies”, o de leer sobre ello, antes de darme cuenta de que “tengo pies”? Cuánta parte de mi vida se desperdicia mientras espero que alguien me diga qué hacer, o que suceda algo que cambie mi estado y maraco mental?”

Según los sufíes, el ser humano tiene mejores capacidades y sentido interno –y de más confianza- para educarlo que estímulos emocionales constantes.

El objeto de la interpretación sufí de esta lección anulado si fuera motivo de que la gente empezase una orgía de autocuestionamiento emocional de cualquier tipo.

El propósito de señalar esta utilización sufí de las narraciones es para que éstas se graben en la mente, de manera que el estudiante pueda darse cuenta en el futuro de una forma más elevada de comprender su situación, cuando aquéllas comienzan a “trabajar” en él.

 

            EL SIGNIFICADO

Un hombre que había pasado muchos años intentando descifrar significados de enigmas, acudió a ver a un sufí para comunicarle su búsqueda.

El sufí le dijo:

“Vete y cavila sobre éste: IHMN.”

El hombre partió. Cuando volvió, el sufí se había muerto. “¡Ahora nunca conoceré la Verdad!”, se dolía el buscador de significados.

En ese momento apareció el discípulo principal del sufí y le dijo:

“Si te estás preocupando por el significado secreto de IHMN, yo te lo diré. Son las iniciales de la frase persa “In huruf maani nadarand”: “Estas letras no tienen significado”.”

“Entonces, ¿por qué se me dio esta tarea?”, gritó el hombre intrigado.

“Porque, cuando un burro acude a ti, le das coles. Ése es su alimento, con independencia de cómo lo llame. Los burros probablemente piensan que están haciendo algo mucho más significativo que comer coles.”

 

            EL MÉTODO

Cierto maestro sufí estaba explicando cómo había sido desenmascarado un falso sufí. “Un verdadero sufí envió a uno de sus discípulos a servirle. El discípulo se puso a su entera disposición, día y noche. Entonces todo el mundo vio cómo el embaucador adoraba esas atenciones, y la gente le abandonó hasta que se quedó completamente solo.”

Uno de los que escuchaban esta historia se dijo a sí mismo “¡Qué idea más maravillosa! Me iré de aquí y haré exactamente lo mismo.”

Se fue hasta donde se encontraba un falso hombre santo y deseó apasionadamente apuntarse como discípulo. Transcurridos tres años, era tal su devoción que se habían congregado cientos de devotos. “Este sabio debe ser un gran hombre”, se decían unos a otros, “para inspirar tal lealtad y autosacrificio en su discípulo”.

Así pues, el hombre regresó de nuevo al sufí del que había oído la historia y le explicó lo que había sucedido. “Tus relatos no merecen ninguna confianza”, le dijo, “porque cuando he intentado poner uno de ellos en práctica, ha sucedido todo lo contrario.”

“No es así”, replicó el sufí, “pues hubo sólo un detalle equivocado en tu intento de aplicar los métodos sufíes. Y es que tú no eres un sufí.”

 

ABU TAHIR

Mir Abu Tahir atrajo a muchos estudiantes con sus discursos iluminadores y haciendo circular epístolas que eran comentadas favorablemente por todos los mejores pensadores de su tiempo.

Sin embargo, cuando la gente empezaba a escucharlo hablar en persona, sólo podían oírle repetir una única frase:

“El deseo del mérito no es para el ser humano.”

Esta recomendación fue dada varias veces al día durante cinco años. Alguien fue al sabio Ibriqui rogándole que le ayudase a obtener alguna explicación sobre la extraña conducta de Abu Tahir.

Ibriqui dijo:

“Te quejas porque el mir dice algo de manera repetitiva. Pero no te quejas de que el sol salga y se ponga en el mismo día. Sin embargo, las dos cosas son lo mismo. Al igual que el sol, el mir está haciendo algo de valor. Si no haces uso de ello, continuará “brillando” en beneficio de quienes pueden aprovecharse, o de ti mismo, para el momento en el que tú puedas servirte de ello.”

 

            CONTENCIÓN

Un viajero derviche cuenta:

“Visité a un cierto sheik que era como un imán para personas de una gran variedad de caracteres.

Yo dije:

“¿Cómo puedes soportar la compañía de personas tan horribles? Nunca han progresado por estar cerca de ti, ni fueron atraídas en un primer momento por tus virtudes, puesto que, según confiesan, sólo buscan poderes que no tengan los demás.”

Él respondió, y nunca lo olvidaré:

“Amigo, si todas las serpientes del mundo se dedicarán a su instinto de matar, y ninguna fuera distraída con vanas esperanzas que impiden que su maldad sea ejercitada, no quedaría un solo ser humano vivo.”

 

            CRIBAR

¡Oh, pedante! Criba, durante toda tu vida, los escritos y los dichos de los Sabios. Pero antes aprende una cosa: estás utilizando una criba que deja pasar la paja y desperdicia lo nutritivo, el trigo.

 

(SHAB-PARAK)

 

            EL MAESTRO PERFECTO

Cierto hombre decidió que tenía que buscar al Maestro Perfecto.

Leyó muchos libros, visitó sabio tras sabio, escuchó, conversó y observó sus prácticas espirituales, pero siempre acababa dudando o sin estar seguro.

Transcurrieron veinte años hasta que encontró a un hombre del que cada palabra y cada acción correspondía a su idea del hombre totalmente realizado.

El viajero no perdió el tiempo: “Tú”, dijo, “me pareces el Maestro Perfecto. Si lo eres, mi búsqueda ha terminado”.

“Ciertamente, se me describe con este nombre”, replicó el Maestro.

“Entonces, te ruego que me aceptes como discípulo.”

“No puedo hacer eso”, contestó el Maestro, “porque mientras que desees el Maestro Perfecto, él, a su vez, requiere sólo al Discípulo Perfecto”.

 

            DAR Y TOMAR

El cacique toma menos cuando se le da,

y da más de lo que ha tomado.

 

(KITAB-I-AMU DARIA)

 

            LA PRUEBA DEL ZORRO

Érase una vez un zorro que se encontró a un joven conejo en el bosque. El conejo preguntó: “¿Qué eres tú?”. El zorro respondió: “Soy un zorro y podría comerte si quisiera?”

“¿Cómo puedes probar que eres un zorro?”, preguntó el conejo. El zorro no sabía qué contestar, porque en el pasado los conejos siempre habían huido de él sin plantearle cuestiones de este tipo.

El conejo dijo: “Si me puedes mostrar una prueba escrita de que eres un zorro, te creeré.”

Así pues, el zorro acudió corriendo al león, que le dio un certificado de que era realmente un zorro.

Cuando volvió, el conejo estaba esperando y el zorro empezó a leer el documento. Estaba tan encantado que iba saboreando los párrafos con un lento placer. Mientras tanto, habiendo captado lo esencial del mensaje, el conejo se metió rápidamente en su madriguera y nunca volvió a ser visto.

El zorro regresó a la guarida del león, en donde vio a un ciervo conversando con él. El ciervo estaba diciendo.

“Quiero ver una prueba escrita de que eres un león...”

El león le dijo: “Cuando no tengo hambre, no necesito molestarme. Cuando tengo hambre, no necesitas nada por escrito.”

El zorro dijo al león. “¿Por qué no me dijiste esto, cuando te pedí un certificado para el conejo?”

“Mi querido amigo”, replicó el león, “debías haberme dicho que éste te lo pedía un conejo. Pensé que era para un estúpido ser humano, del que algunos de estos estúpidos animales han aprendido ese pasatiempo”.

 

            OPORTUNIDAD

Las palabras “tienes una oportunidad”, de los labios de una Autoridad (espiritual o moral), valen más que cien veces “eres el hombre más grande del mundo”, de los labios del ignorante.

 

(NURI FALAKI)

 

            EL PRÉSTAMO

Un hombre estaba diciendo a sus amigos en una casa de té:

“He prestado a alguien una moneda de plata, y no tengo testigos. Me preocupa ahora que niegue haber recibido alguna vez algo de mí.”

Los amigos le compadecían, pero un sufí que estaba sentado en una esquina levantó la cabeza de entre sus rodillas y dijo:

“Invítale y menciónale en una conversación delante de estas personas que le prestaste veinte monedas de oro.”

“¡Pero yo sólo le presté una moneda!”

“Eso es exactamente lo que gritará”, replicó el sufí, “y todo el mundo lo oirá. Tú querías testigos, ¿no es verdad?”

 

            TEJER LA LUZ

Preguntaron a Firmani:

“¿Cómo sabías que fulano era un vicioso? Te negaste a conversar profundamente con él cuando estuvo aquí, aunque todo el mundo decía que era un santo.”

Firmani respondió:

Si un forastero acude a hombres ordinarios y dice: “La luz se hace tejiendo. Yo tejí toda la luz que existe y que existirá.”

Ellos replicaron:

“Se dan cuenta de que lo que dice es falso.”

Firmani dijo:

“De la misma manera, cuando un individuo vicioso se pone en contacto con un hombre de conocimiento, no es difícil juzgar su condición, con independencia de lo que la gente imagine o diga.”

 

            EXPLICACIÓN

La presunción de que cualquier persona de valía puede explicarse con plenitud y lucidez en el tiempo que le conceden quienes quieren aprender, o bien es una broma, o bien es una estupidez.

 

(SHAB-PARAK)

 

            DÍA Y NOCHE

Un erudito dijo a un sufí:

“Vosotros los sufíes soléis decir que nuestras cuestiones lógicas son incomprensibles para vosotros. ¿Puedes darme un ejemplo de por qué os lo parecen?”

“He aquí tal ejemplo: “Estaba yo viajando una vez en tren y atravesamos varios túneles. Frente a mí estaba sentado un campesino que obviamente no había estado antes en un tren.

“Después del séptimo túnel, el campesino me dio en la rodilla diciéndome:

“Este tren es muy complicado. En mi burro puedo alcanzar mi pueblo en un solo día. Pero por tren, que parece viajar más rápido que un burro, todavía no hemos llegado a mi casa, a pesar de que el sol ha salido y se ha puesto ya completamente siete veces”.”

 

            LA FUENTE DEL SER

Permite que la Fuente del Ser mantenga el contacto contigo: ignora las impresiones y las opiniones de tu yo ordinario. Si este yo te fuera de valor en tu búsqueda, habría encontrado la realización para ti. Pero todo lo que puede hacer es depender de otros.

 

(AMIN SUHRAWARDI)

 

            MANCHADA

Se cuenta que un hombre fue a la asamblea del maestro Baqi-Billah de Delhi y dijo:

“He estado leyendo el famoso versículo del Maestro Hafiz. “Si tu maestro te ordena manchar tu esterilla de oración con vino, obedécelo”, pero yo tengo dificultades.”

Baqi-Billah dijo:

“Practica sin contacto conmigo por algún tiempo y te aclararé esta cuestión.”

Tras un considerable período de tiempo, el discípulo recibió una carta del sabio, que decía: “Toma todo tu dinero y dáselo al vigilante de algún burdel.”

El discípulo quedó sorprendido y, por algún tiempo, pensó que el maestro debía de ser un impostor. Sin embargo, tras luchar consigo mismo durante varios días, fue a la primera casa de mala fama y le ofreció al hombre que estaba en la puerta todo el dinero que tenía.

“Por esta cantidad de dinero”, dijo el guardián, te concederé la más escogida gema de nuestra colección, una mujer intacta.”

En cuento entró a la habitación, la mujer dijo:

“He sido engañada para entrar en esta casa, y soy mantenida por la fuerza y mediante amenazas. Si tu sentido de la justicia es más fuerte que tu razón para venir aquí, ayúdame a escapar.”

Entonces el discípulo comprendió el significado del poema de Hafiz: “Si tu maestro te ordena manchar tu esterilla de oración con vino, obedéceló.”

 

            WAHAB IMRI

Un hombre fue a Wahab Imri y le dijo:

“Enséñame humildad.”

No puedo hacerlo, porque la humildad es una maestra en sí misma. Se aprende por medio de su misma práctica. Si no la puedes practicar, no la puedes aprender. Si no la puedes aprender, no quieres realmente aprenderla en absoluto dentro de ti.”

 

            EL PÍCARO Y EL DERVICHE

Cierto derviche planeó una lección con una intención. Pagó a un actor para que fuese a la ciudad y se estableciese como un maestro religioso. “Reúne a todos los discípulos que puedas”, le dijo, “haciéndote pasar por un hombre de una gran santidad. Cuando yo llegue, te desenmascararé. La gente se dará cuenta de que ha sido engañada, y escuchará mis enseñanzas, una vez que le haya enseñado qué superficiales son sus creencias”.

Algunos meses después el derviche entró en la ciudad y se encaminó hacia la casa del místico. Allí estaba el actor, rodeado de discípulos adoradores que le colmaban de presentes y le alababan cada palabra que decía.

El derviche empezó a hablar:

“Escuchad, buena gente. Sabed que he venido a explicároslo todo. Yo envié a este hombre a probar cómo la gente cree en cualquier cosa si está dispuesta a ello. Ahora, por el contrario, os daré una verdadera enseñanza.”

El actor no dijo nada en absoluto. La gente agarró al derviche y lo llevó a un asilo de locos. Una noche, el actor llegó hasta la ventana con barrotes y le dijo: “Aunque yo tenía la apariencia de un vagabundo, fui suficientemente sensato para seguir tu consejo. Aunque te consideras un hombre sabio, fuiste lo bastante loco para creer en tus propios planes. Un plan retorcido sólo beneficia a la gente retorcida, y un plan sensato sólo a la gente sensata.”

 

            ESPERANZA

Había una vez un rey que descendía de una antigua y poderosa estirpe, cuya adversidad le había depuesto de su posición, y que se encontraba huyendo de sus enemigos.

El rey estaba empapado de lluvia, en medio de un desolado páramo, cuando llegó a una cabaña utilizada por pastores. Pensó que podría descansar un poco allí, y cuando entró dentro encontró que ya había dos pastores, arropados en mantas protegiéndose del frío.

Le dieron la bienvenida amablemente, y compartieron con él sus únicos alimentos: cebollas y un poco de queso.

El rey dijo:

“Un día, cuando se restablecido en el trono, ¡os pagaré a cambio en moneda de rey!”

No obstante, aunque ambos pastores habían ofrecido al rey comida y eran, por lo tanto, igualmente generosos, no poseían ambos las mismas cualidades en todos los aspectos.

En consecuencia, el primer pastor fue pavoneándose, contando a todo el mundo que él era mejor que un noble porque había dado alimento a un rey cuando no había nadie más para hacerlo.

Pero el segundo pastor, reflexionando, se dijo a sí mismo:

“El haber estado en la cabaña y el haber tenido algo de comida conmigo fueron simples accidentes. El haber ofrecido al rey comida fue una acción normal. Pero el rey, con verdadera generosidad real, eligió interpretar estos hechos como resultado del mérito. Ahora me corresponde ser inspirado por este ejemplo y hacerme verdaderamente merecedor de bondad de espíritu.”

Dos o tres años después el rey recuperó su legítimo poder, y ordenó que trajesen a los pastores a su presencia. A cada uno de ellos les dio ricos presentes y ambos obtuvieron posiciones de poder en la corte.

Pero el primer pastor, no habiendo hecho ningún esfuerzo para mejorar y prepararse, cayó pronto víctima de una intriga y fue ajusticiado y fue ajusticiado por complot. El segundo pastor, por otra parte, trabajó tan bien que cuando el rey era ya muy anciano, fue nombrado sucesor y aceptado como tal.

 

            QUERER

Si quieres estar con el Maestro cuando él quiere que te mantengas apartado de él, debes obedecerlo o evitarlo. Si discutes sobre ello, eres peor que un desobediente.

 

(HALQAVI)

 

            EL ARQUERO

El campeón de arqueros de la ciudad de Salimia se quejaba de no tener un rival de su categoría.

“Esta gente, los ciudadanos de Salimia, no es arquera, y, por lo tanto, ¡no pueden juzgar mi perfección!” Él lo repetía una y otra vez a todo el que quisiera escucharlo.

Convencía a todo el mundo de su infelicidad.

Un día, cierto maestro sufí pasaba por la ciudad, y se detuvo a tomar una taza de té.

En la casa de t é, la gente hablaba del desgraciado arquero.

“Tal vez crea que sufre”, dijo el sabio, “pero el Altísimo ha sido más que benévolo con este hombre. Si hubiera sido instalado entre arqueros, hubiera sufrido constantemente el miedo a ser superado.

“Si hubiera necesitado realmente adversarios de su propia cualidad, nada le hubiera impedido haberlos encontrado.

“Hasta que este hombre –y los le escuchan- puedan oír el mensaje tácito, y olviden el expresado, permanecerán encadenados.”

 

            MAHMUD Y EL DERVICHE

Se cuenta que Mahmud de Ghazna se hallaba un día paseando en su jardín cuando tropezó con un derviche ciego que dormía detrás de un seto.

En cuanto se despertó, el derviche gritó:

“Eh tú, ¡torpe patán! ¿Acaso no tienes ojos, que tienes que pisotear a los hijos de los hombres?”

El compañero de Mahmud, que era uno de sus cortesanos, gritó:

“¡Tú ceguera sólo tiene parangón con tu estupidez! Puesto que no puedes ver, tendrías que ver doblemente cuidadoso sobre la persona a la que estás acusando de actitud descuidada.”

“Si por esto estás queriendo decir”, dijo el derviche, “que no debería criticar a un sultán, eres tú quien deberías caer en la cuenta de tu superficialidad”.

Mahmud quedó impresionado de que un hombre ciego supiera que estaba en presencia del rey, y dijo apaciblemente:

“¿Por qué, oh derviche, debería un rey tener que escuchar tus improperios?”

“Precisamente”, dijo el derviche, “porque es la coraza de la gente de cualquier categoría frente a las críticas apropiadas para ellos la causante de su desgracia. Es el metal pulido el que reluce con mayor brillo, el cuchillo afilado con la piedra de afilar el que corta mejor, y el brazo ejercitado el que es capaz levantar peso”.

 

            FASES

Al principio creía que un Maestro debe tener razón en todo.

Después, imaginé que mi maestro se equivocaba en muchas cosas.

A continuación, me di cuenta de lo que era correcto y de lo que era equivocado.

Lo equivocado era permanecer en cualquiera de las dos primeras fases.

Lo correcto era hacer comprender esto a todo el mundo.

 

(ARDABILI)

 

            LO QUE HAY EN ÉL

Cierto derviche Bektashi era respetado por su  piedad y su aparente virtud. Siempre que alguien le preguntaba cómo había llegado a ser tan santo, invariablemente respondía: “Sé lo que hay en el Corán.”

Un día acababa de dar esta respuesta a alguien que le preguntaba en una cafetería, cuando un imbécil preguntó: “Bueno, ¿y qué es lo que hay en el Corán?”

“En el Corán”, respondió el Bektashi, “existen dos flores prensadas y una carta de mi amigo Abdullah.”

 

            SANOS Y ENFERMOS

Un Buscador errante vio a un derviche en una casa de reposo y le dijo:

“He estado en cientos de ambientes y oído las enseñanzas de multitud de  guías. He aprendido cómo distinguir cuando un maestro no es un guía espiritual. No puedo decir cuándo alguien es un Guía, ni encontrar a uno, pero completar la mitad del trabajo es mejor que nada.”

El derviche rasgó sus vestiduras y dijo:

“¡Desgraciado! Volverse un experto de lo inútil es como ser capaz de detectar las manzanas podridas sin aprender las características de las sanas.

“Pero todavía existe una posibilidad peor ante ti. Presta atención a no llegar a ser como el doctor de esta historia. Para probar el conocimiento de un médico, cierto rey envió a varias personas sanas a que fuesen examinadas por aquél. El doctor le dio una medicina a cada una de ellas. Cuando el rey le amonestó y le acusó de fraude, la sanguijuela respondió: “¡Gran Rey! Hacía tanto tiempo que no veía a nadie, excepto enfermos, que había llegado a imaginar que todo el mundo estaba enfermo y ¡tomé el brillo de los ojos de la buena salud por un síntoma de fiebre!”

 

            ESTOFADO DE CORDERO

Bahaudin Shah dio unas instrucciones sobre los principios y prácticas de los sufíes. Cierto hombre que pensaba que era listo y podía beneficiarse de criticarle, dijo:

“¡Si tan sólo este hombre dijera lago nuevo! Ésa es mi única crítica.”

Bahaudin oyó esto e invitó a comer al crítico.

“Espero que apruebes mi estofado de cordero”, le dijo.

Cuando había tomado el primer bocado, el invitado saltó gritando: “Estas intentando envenenarme; ¡esto no es estofado de cordero!”

“Pero sí que lo es”, dijo Bahaudin,; “aunque como no te gustan las viejas recetas, he ensayado algo nuevo. Este estofado contiene perfectamente cordero, pero también le he puesto una buena cantidad de mostaza, miel y vomitivo.”

 

            ENCONTRAR LOS DEFECTOS

Isa Ibn Abdulwahab al-Hindi mantenía largas y frecuentes conversaciones en las que, durante años, divagó sobre todos los temas imaginables.

Un día, cierto respetado sheik le llamó y le dijo:

“Mi corazón está apesadumbrado, porque se dice que has hablado sobre mí de manera crítica en numerosas ocasiones.”

Isa dijo:

“He dicho veinte veces que existen disparidades entre tus palabras y tus acciones. ¿Acaso puedes dudar de que esto sea cierto?”

El sheik respondió:

“Me complacería escuchar los motivos de los defectos que encuentras en mí.”

Isa replicó:

“Los sabrás en el momento en que oigas las doscientas ocasiones en las que te he elogiado ante las mismas personas que, en nombre de la exactitud, internamente intentan ahora separarnos. Informar de la mitad de algo es peor que no informar de nada. Informar de una décima parte equivale a una falsificación.”

 

            OÍR

Un visitante que había llegado de muy lejos dijo a Bahaudin Shah:

“Permíteme sentarme en tu durbar (corte) y oír tus palabras, porque con verdad se ha dicho que leer no puede sustituir al oír.”

Bahaudin respondió:

“Por desgracia, a no ser que seas sordo, es triste que haya tenido que esperar tanto tiempo para darte la bienvenida. Pero, mira, actualmente nunca doy charlas.”

El visitante preguntó por qué:

Bahaudin contestó:

“Yo nunca he dado ninguna charla desde que vino un día un grupo de personas parcialmente sordas. Yo dije: “No seáis como un perro o un cerdo...”, y cuando me dejaron se pelearon discutiendo si yo había dicho: “Sed como un perro...”, o incluso: “comed carne de cerdo...”. Con las palabras escritas esto no es posible. Si eres ciego, siempre podrá leerte alguien.”

 

            LA CRÍA DE ELEFANTE

Érase una vez una cría de elefante que oyó a alguien decir: “Mirad, hay un ratón.” La persona que lo dijo estaba mirando a un ratón, pero el elefante pensó que se estaba refiriendo a él.

Resultaba que había muy pocos ratones en ese país y, en cualquier caso, solían mantenerse en sus madrigueras, y sus voces no se escuchaban demasiado alto. Pero la cría de elefante iba como un trueno de un lado a otro, en un estado de éxtasis por su descubrimiento, diciendo: “¡Soy un ratón!”

Lo dijo tan alto, tan frecuentemente y a tanta gente que –lo creáis o no- existe ahora un país entero en el que casi todo el mundo cree que los elefantes, y especialmente las crías de elefantes, son ratones.

Es verdad que, de vez en cuando, los ratones han intentado poner reparos a los que mantienen la creencia mayoritaria, pero siempre se les ha hecho huir.

Y si alguien quiere alguna vez volver a abrir de nuevo esta cuestión de ratones y elefantes en aquellos lugares, es mejor que tenga una buena razón, nervios de acero y medios efectivos de defender su causa.

 

FIN