EL LENGUAJE DE LOS ANIMALES

  Un día un hombre se presentó ante Moisés y le dijo:

  "¡Oh, Moisés! enséñame el lenguaje de los animales. Pues mi fe, con este conocimiento, no puede sino aumentar. En efecto, hay ciertamente lecciones que aprender en las conversaciones de los animales. Los hombres, por su parte, no hablan más que de agua y de pan."

  Moisés le respondió:

  "¡Vete! No te ocupes de eso. Hay mucho peligro en esa empresa. Si deseas adquirir la sabiduría, pídela a Dios, ¡pero no a palabras, a libros o a labios!"

  El deseo del joven no hizo sino aumentar con esta negativa, pues una aspiración que encuentra un obstáculo se convierte en deseo. El joven, pues, insistió:

  "No te opongas a mi aspiración, eso sería indigno de ti. Tú eres el profeta y sabes que una negativa por tu parte me hundiría en la mayor de las tristezas."

  Moisés se dirigió entonces a Dios:

  "¡Oh, Dios mío! ¡Este ingenuo ha caído en manos de Satanás! ¡Si le enseño lo que desea, corre a su perdición y si me niego, quedará lleno de rencor!"

  Dios respondió entonces a Moisés:

  "¡Oh, Moisés! ¡Haz lo que te pide, pues yo no podría dejar una plegaria sin respuesta!

  -¡Oh, Señor! ¡Se arrepentirá amargamente, que no todos pueden soportar tal saber!

  -¡Acepta su petición! dijo Dios, o, al menos, responde parcialmente a ella."

  Moisés se dirigió entonces al joven:

  "Te arriesgas a perder tu honor con tal deseo. Harías mejor renunciando, pues Satanás es el que, con su astucia, te inspira esa tentación. ¡Llénate más bien del temor de Dios!"

  El joven le suplicó:

  "¡Enséñame al menos el lenguaje de mi perro y de mi gallo!"

  Moisés le respondió:

  "Eso es posible. Podrás entender el lenguaje de esas dos especies."

  Volvió, entonces, el joven a su casa y esperó el amanecer en el umbral de su casa para verificar su nuevo saber. Muy temprano, su criada se puso a limpiar la mesa e hizo caer al suelo algunos trozos de pan. El gallo, que pasaba por allí, se los comió. En aquel instante, acudió el perro y le dijo:

  "Lo que haces es injusto. Tú te alimentas de semillas, pero para mí, eso es imposible. ¡Habrías tenido que dejarme esos trozos de pan!

  -¡No te preocupes! respondió el gallo, pues Dios ha previsto otros favores para ti. Mañana, el caballo de nuestro amo va a morir y tú y tus compadres podréis saciaros. ¡Será un alborozo sin límites para vosotros!"

  Al oír estas palabras, el joven quedó muy sorprendido y llevó su caballo al mercado para venderlo.

  Al día siguiente el gallo se apoderó de nuevo de los restos de la comida de su amo antes que el perro. Este se puso a renegar:

  "¡Oh, traidor! ¡Oh, mentiroso! ¿Dónde está ese caballo cuya muerte me anunciabas?"

  El gallo replicó sin alterarse:

  "Pero el caballo ha muerto realmente. Nuestro amo, al venderlo, ha evitado desde luego perderlo, pero era retroceder para saltar mejor, pues mañana, es su mula la que va a morir y tendréis más que suficiente para saciaros."

  El joven, presa del demonio de la avaricia, fue a vender su mula al mercado, creyendo evitar así esta pérdida. Pero al tercer día, el perro dijo al gallo:

  "¡Oh, tramposo! Eres, con toda seguridad, el sultán de los embusteros!"

  El gallo respondió:

  "El amo ha vendido su mula, pero no te inquietes pues, mañana, es su esclavo el que va a morir. Y, como de costumbre, distribuirá pan a los pobres y a los perros."

  Habiendo oído estas palabras, el joven fue a vender a su esclavo diciendo:

  "¡He evitado tres catástrofes!"

  Pero, al día siguiente, el perro se puso de nuevo a recriminar al gallo tratándolo de mentiroso. Este respondió entonces:

  "¡No, no! te equivocas. Ni yo ni ningún gallo mentimos nunca. Somos como los almuédanos. Siempre decimos la verdad. Nuestro trabajo consiste en acechar el sol y, aunque estemos encerrados, sentimos su llegada en nuestro corazón. ¡Si nos equivocamos, nos cortan la cabeza!"

  "Ya ves, prosiguió el gallo, la persona que ha comprado al esclavo de nuestro amo ha hecho un mal negocio, pues este esclavo ha muerto ya. Pero mañana, toca el turno de morir a nuestro amo y sus herederos se alegrarán tanto que sacrificarán la vaca. Te lo digo: mañana será un día de abundancia para todos. Tú quedarás satisfecho más allá de tus deseos. Nuestro amo, dominado por la avaricia, se ha negado a perder cualquier cosa. Sus bienes han crecido, pero él va a perder la vida con ello."

  Cuando hubo oído esto, el joven, temblando de miedo, se precipitó a casa de Moisés y le dijo:

  "¡Moisés, ayúdame!"

  Moisés respondió:

  "¡Tienes que sacrificarte tú mismo si quieres salvarte, pues has trasladado tus contrariedades sobre los hombros de los fieles para llenar mejor tu bolsa!"

  A estas palabras, el hombre se puso a llorar:

  "¡No te muestres tan severo! No me tires de las orejas. Es verdad que he cometido un acto indigno. ¡Responde a mi indignidad con un nuevo favor!

  -La flecha ha dejado el arco, dijo Moisés y no podría dar media vuelta. Pero rogaré a Dios para que te conceda la fe, pues, para quien tiene la fe, la vida es eterna."

  En aquel mismo instante, el joven sufrió una indisposición cardíaca y cuatro personas lo llevaron a su casa. Cuando llegó el alba, Moisés se puso a rezar:

  "¡Oh, Señor! No le quites la vida antes de que haya adquirido la fe. Se ha conducido mal. Ha cometido muchos errores, pero perdónalo. ¿No había yo dicho que este saber no le convenía? Ningún ave puede sumergirse en el mar si no es un ave marina. El se ha sumergido sin ser ave marina. ¡Ayúdale, que se ahoga!".

  Dios respondió:

  "Ya lo he perdonado y le ofrezco la fe. Si tú quieres, puedo también darle la vida, pues por ti, yo resucitaría a los muertos.

  -¡Oh, Señor! dijo Moisés, aquí está el mundo de los muertos. El más allá es el mundo de la vida eterna. ¡Es, pues, inútil que lo resucites temporalmente!"

 

 

VEINTE HIJOS

  Había una mujer que, cada año, daba a luz un hijo. Pero siempre moría el niño al cabo de seis meses, cuando no al cabo de tres. Como su último recién nacido acababa también de morir, dirigió a Dios esta plegaria:

  "¡Oh, Dios mío! ¡Este niño es un fardo para mí durante nueve meses y lo pierdo al cabo de tres meses. Así, los favores que me ofreces se transforman en tormentos!"

  La pobre mujer iba también a expresar su pena ante los hombres de Dios:

  "Mis veinte hijos han muerto todos, uno tras otro, y el fuego de la separación ha quemado siempre mi corazón."

  Pues bien, una noche, tuvo un sueño: vio el paraíso, jardín eterno y perfecto. Digo un jardín a falta de otra palabra. Desde luego, el paraíso es indescriptible, pero el jardín es una imagen suya.

  En resumen, esta mujer soñaba con el paraíso. Y allí vio un palacio a la entrada del cual estaba grabado su nombre. Se llenó ella de gozo y oyó una voz que le decía:

  "Este palacio se ofrece a quien es capaz de sacrificar su alma a Dios. Para merecer tal favor, hay que servir durante mucho tiempo. Tú empiezas a ser mayor, pero nunca te has refugiado en Dios y por eso es por lo que has sufrido todas estas pruebas."

  La mujer dijo entonces:

  "¡Oh, señor! ¡Deseo muchos años más como los que he vivido! ¡Que yo me ahogue en la sangre!"

  Después paseó por este jardín y, de pronto, encontró allí a sus propios hijos. Entonces gritó:

  "¡Oh, Señor! Mis hijos estaban ocultos a mis ojos, pero no a los tuyos. ¡El que no puede ver lo Desconocido no merece ser llamado Hombre!"

  Tú no deseas que sangre tu nariz. Sin embargo, sangra y la sangre que corre mejora tu salud. El fruto tiene una piel dura, pero su carne es sabrosa. Sabe que el cuerpo es tu piel. Tu alma, que está encerrada vale mucho más. El interior del hombre es lo más hermoso que hay. Así que ¡busca esa belleza!

 

 

  EL ESPIRITU

  Un día estando sola, María tuvo una aparición extraordinaria, de una radiante belleza, como el sol o como la luna que surge de la tierra. María se puso a temblar porque estaba desnuda, bañándose, como una rosa surgiendo del suelo o un sueño brotando del corazón. Perdió el conocimiento diciéndose:

  "¡Me refugio en Dios!"

  En efecto, esta piadosa mujer tenía la costumbre de confiar en Dios en cualquier momento, pues sabía que todo en este bajo mundo es inconstante. Y hasta su muerte, deseó que la protección de Dios se alzase, como una fortaleza en el camino de sus enemigos.

  El Espíritu santo (Gabriel) le dijo:

  "¡No temas nada! Yo soy el ángel y el confidente de Dios. No apartes tus ojos del que Dios ha elevado. ¿Por qué huir de sus íntimos? Tú intentas escapar de mi presencia refugiándote en la nada, pero yo soy el sultán de la nada. ¡De ella procedo y vengo a ti como una imagen!"

  ¡Oh, María! Cuando una imagen se instala en tu corazón, te dice, dondequiera que estés:

  "¡Nunca te dejaré!"

  Pero Gabriel no es una imagen como una falsa aurora. No es una imagen que se desvanece, sin consistencia.

  Gabriel prosiguió:

  "Yo soy el verdadero amanecer de la luz divina. La luz que yo traigo ya no se oscurece. Tú quieres protegerte de mí refugiándote en Dios, pero Dios es también mi refugio. ¡Tú buscas un refugio, pero yo soy ese refugio!"

 

 

  LA CIUDAD

  Un servidor del sultán de Bujara había sido desterrado por su amo a consecuencia de una denuncia calumniosa. Durante diez años, el pobre hombre había vagado de país en país, abrasado por el fuego de la nostalgia. Un día, habiendo perdido la paciencia, decidió volver a Bujara. Se puso en camino diciendo:

  "¡La ciudad de Bujara es la fuente de la ciencia!"

  Después:

  "Necesito ir allí pues, para mí, es el único medio de reunirme con mi amada. Quiero volver a verla y decirle: "¡Ya estoy aquí! Hazme eterno pero no tengas piedad alguna por mí, pues prefiero morir a tu lado a vivir al lado de los demás. Lo he intentado cien veces, pero sin ti, nada tiene ya sabor." ¡Oh, músicos! ;Cantad y despertad mi corazón! ¡Oh, camello mío! ¡Mi viaje ha terminado! ¡Oh, tierra, bebe mis lágrimas! ;Oh, amigos míos! ;Me voy! Voy a reunirme con Aquel a quien se obedece. Mi corazón añora Bujara. ¡He aquí lo que es el amor de la patria para un enamorado!"

  Sus amigos le dijeron:

  "¡Oh, insensato! Reflexiona un poco sobre las consecuencias de todo esto. Sé razonable. No te destruyas como la mariposa que se acerca al fuego. Si realmente vas a Bujara, entonces eres un loco y mereces ser encarcelado. El sultán te espera allí, lleno de cólera, con la espada afilada. Dios te dio la ocasión de escapar de la situación aquella y tú buscas el camino de la cárcel. Aunque el sultán hubiera enviado decenas de soldados para que te condujesen a Bujara, deberías haber intentado esquivarlos. Pero nada semejante te amenaza. ¿Cómo es que te sientes ligado de este modo?"

  Estaba bajo el dominio de un amor secreto, pero los que lo aconsejaban así no lo sabían. Y el enamorado les respondió:

  "¡Callad! De nada me sirven vuestros consejos, pues el lazo que me ata es demasiado sólido. Todas vuestras palabras no hacen sino reforzarlo. Ningún sabio puede comprender este amor. Cuando la pena de amor se instala en un lugar, ningún imán nos puede ya enseñar cosa alguna. No intentéis asustarme con vuestros presagios de muerte, pues el enamorado bordea miles de muertes en cada momento. Lo sé por experiencia: mi vida está en mi muerte. ¡Oh, buenos amigos! ¡Matadme! ¡Matadme! ¡Matadme!"

  El no creía sin embargo ir a Bujara para seguir la enseñanza de un maestro. Pues la verdadera enseñanza para un enamorado es la belleza del Amado. Las lecciones, los cuadernos y los libros son Su rostro. Es un torbellino y un estremecimiento.

  Así pues, el enamorado tomó el camino de Bujara y la arena del desierto se transformó en seda bajo sus pies. El gran río se mudó en arroyo y el desierto en jardín de rosas. Habría podido ser igualmente atraído por la ciudad de Samarkanda, pero lo que lo atraía era Bujara. Y cuando vio a lo lejos dibujarse los contornos de las murallas, perdió el conocimiento. Le aplicaron agua de rosas a la cara para reanimarlo y, lleno de alegría, entró en Bujara. Todos los que encontró le dijeron:

  "¡No te muestres así! ¡El sultán te busca! ¡Quiere vengarse de ti, después de diez años! ¡En el nombre de Dios, no te arriesgues! Tú eras el amado del sultán, su visir, su consejero. Fuiste reconocido culpable y desterrado. Puesto que has escapado de esto, ¿por qué vuelves?"

  El enamorado respondió:

  "Estoy sediento. ¡Sé que el agua puede matarme pero, aunque mis manos y mis pies se inflamen, nada saciará la sed de mi fogoso corazón! Y a quien me pida explicaciones, responderé: "¡Lo que lamento es no poder beber el océano!" Si el sultán quiere derramar mi sangre, gozaré como la tierra goza con la lluvia."

  Y el enamorado fue a prosternarse ante el sultán, con los ojos llenos de lágrimas. El populacho se reunió, curioso por saber si el sultán iba a ahorcarlo o quemarlo.

  El sultán mostró entonces a aquellos tontos lo que el tiempo revelará a los desdichados. Como las mariposas, se han precipitado hacia el fuego tomándolo por luz. Pero el fuego del amor no es como la llama de una vela: es una luz entre las luces.

 

 

  LA MEZQUITA OCULTA

  En la ciudad de Rey había una pequeña mezquita. Nadie podía permanecer en ella durante la noche y los que lo intentaban dejaban hijos huérfanos tras ellos. Muchos solitarios tomaron así el camino del cementerio al amanecer de una noche pasada en esta mezquita. Es que los genios se habían apoderado del lugar y exterminaban a todos sus huéspedes. Tanto que se había puesto en la puerta un letrero que decía: "¡Nadie permanezca aquí durante la noche!" Algunos habrían querido incluso que se pusieran cadenas a la puerta para evitar que un inocente pereciese por inadvertencia.

  Una noche llegó un extranjero. Había oído rumores referentes a esta mezquita y quería verificarlos. Era valeroso y estaba cansado de vivir. Se decía:

  "Dios mismo nos dijo que los fieles deseaban la muerte. ¡Y yo soy un fiel!"

  La gente le dijo:

  "¿Quieres dormir aquí? ¡Es la muerte segura! Toda persona que ha intentado pasar la noche aquí ha muerto. Y no es una coincidencia, lo hemos confirmado cien veces. El profeta dijo que la fe trae consejo. Sabe bien que no tenemos ningún deseo de ocultarte la verdad. ¡Vamos, sé razonable!"

  Pero el enamorado respondió:

  "¡Oh, amigos que me aconsejáis! No lamento nada de lo que hago pues, de todos modos, ya estoy harto de la vida. Estoy cansado y debilitado. Pero la salud apenas me atrae. Ciertamente, soy un ocioso, pero no de esos ociosos que buscan la muerte. No soy de los que se agrupan o mendigan en los bazares. ¡No! ¡No! Soy un perezoso que ofrece cuanto posee. Para mí, morir y abandonar estos parajes será tan agradable como es dulce, para un pájaro, salir de su jaula. Cuando se lleva su jaula al jardín, el pájaro ve las rosas y los árboles. Ve también otros pájaros que vuelan alrededor de su jaula. Está rodeado de verdor, pero está prisionero. Por esta razón es por la que ha perdido el apetito y se ha vuelto perezoso. ¡El que abriera su jaula sería su salvador! Pero si la jaula está en el interior, en una habitación llena de gatos, seguro que el pájaro no deseará salir. Preferiría incluso estar prisionero en millares de jaulas."

  La gente replicó:

  "¡Oh tú, que pasas por aquí, ven! No pierdas la vida. Lo que dices es fácil de palabra, pero se hará más duro cuando se trate de pasar a los actos. Muchos temerarios han perdido todo su orgullo en el instante fatídico. Acabarás por lamentar todo esto. Los hombres adoptan aires de héroes, pero en el momento del combate, se convierten en mujeres de casa. El profeta dijo: "¡Oh, héroe! No hay lugar para el heroísmo antes del combate" No aparentes ser un héroe. ¡A cuántos hemos visto que hablaban como tú! ¡Renuncia a tu idea y no atraigas sobre ti una desgracia de la que seríamos responsables!"

  El enamorado dijo:

  ¦¦Esta noche dormiré en esta mezquita, aunque vuestros consejos serían tan útiles como los del ángel Gabriel. Abraham no esperaba ninguna ayuda del fuego."

  Permaneció, pues, en la mezquita pero no pudo dormir pues el sueño de los que aman es como el de los pájaros y el de los peces. A media noche se dejó oír una voz espantosa que decía:

  "¡Ya estoy aquí! ¡Ya llego!"

  Esto se repitió cinco veces y la fuerza de esta voz habría hecho temblar a cualquiera. Pero el enamorado apenas se alteró. Se decía:

  "Es el ruido de los tambores que redoblan para anunciar la fiesta. Pero, puesto que es a los tambores a los que golpean, que tengan miedo ellos."

  Se levantó como un guerrero y exclamó:

  "¡Estoy dispuesto! ¡Puedes venir!"

  En ese mismo instante, cesó la magia de esta voz y el oro se puso a caer por todas partes. Hasta tal punto que el enamorado tuvo que transportar enormes cargas de oro para conseguir, al amanecer, alcanzar la puerta de la mezquita. Enterró una parte de él y puso el resto en sacos.

  Jugándose la vida, este hombre obtuvo un tesoro. Si tú eres ciego y miedoso, abandona esa altiva apariencia.

 

  TAMBORES

  Un niño estaba encargado de tocar el tambor para espantar a los cuervos que venían a picotear las semillas. Las semillas estaban protegidas de las aves por el sonido de su tambor. Pues bien, un día, el sultán Mahmud llegó con todo su ejército y millares de soldados invadieron el pueblo. El mismo sultán marchaba a la cabeza, encaramado en un camello que llevaba dos grandes tambores. Cuando vio que este camello penetraba en su campo, el niño tocó su tambor para expulsarlo. Un hombre sensato le dijo:

  "¡Qué ridículo es tu tambor comparado con los enormes tambores que lleva el camello! ¡Pierdes el tiempo haciendo ruido porque ese camello ya está acostumbrado a otros sonidos!"

 

  LA CIUDAD DEL AMOR

  Una amada preguntó a su amante:

  "¡Oh, amado mío! Tú has visitado muchas ciudades cuando estabas solo. Dime la que prefieres entre todas!"

  Y el enamorado respondió:

  "La ciudad en la que vive mi amada. ¡Aunque sea pequeña, nos parece la más vasta!"

 

  GARBANZOS

   ¡Mira! ¡Y observa cómo suben a la superficie los garbanzos que hierven en la olla cuando son vencidos! Se les ve agitarse sin cesar en la olla y se dicen:

  "¿Por qué nos han comprado? ¿Para torturarnos haciéndonos hervir así?"

  Y el cocinero, removiendo la olla con su cucharón, les responde:

  "¡Mi objeto es coceros! Estáis crudos y tenéis que estar cocidos por el fuego de la separación para que toméis sabor. Sólo así podréis mezclaros con el alma. Esta cocción no tiene la finalidad de torturaros. Mientras estabais en el huerto, absorbisteis agua y os volvisteis verdes. ¡Esta bebida que habéis recibido y vuestra floración, todo eso estaba destinado al fuego!"

  Los garbanzos replican:

  "Si es así, ¡oh, maestro! ¡ayúdanos para que estemos bien hervidos! En este hervor en el que estamos, tú eres nuestro arquitecto. Golpea nuestras cabezas con tu cucharón si eso es bueno. Golpea nuestras cabezas para que no seamos rebeldes como un elefante que sueña con la India."

  El cocinero:

  "También yo era como vosotros: un trozo de tierra. Pero, combatiendo este fuego, he adquirido valor. También yo he hervido en la olla de este mundo y en la olla de mi cuerpo. Por estas dos cocciones me he acercado a la significación verdadera. Así es como he adquirido un espíritu. ¡Yo me he convertido en un espíritu, pero a ti hay que cocerte una vez más si se quiere que escapes a tu estado animal!"

  ¡Mejor pide a Dios que te haga comprender el sentido de sus sutilezas!

 

   LA YEGUA Y SU POTRO

   Una yegua y su potro bebían juntos en el abrevadero. De pronto, el palafrenero se puso a silbar para impedírselo. El potro, asustado por aquel ruido, dejó instantáneamente de beber. Pero su madre le dijo:

  "¡Oh, potro mío! ¿Por qué dejas de beber?"

  El potro respondió:

  "Me ha asustado el ruido de esa gente que silba. Mi corazón tiembla de miedo ante la idea de que se pongan a gritar todos juntos."

  La yegua le dijo:

  "El mundo está hecho así. Todos hacen algo. ¡Oh hijo mío! ¡Haz tú lo que tienes que hacer! ¡Trenza tu barba antes de que te la corten! El tiempo es limitado y el agua corre. ¡Alimenta tu alma antes de ser separado de ella!"

  Las palabras de los hombres de Dios son una fuente de vida. ¡Oh, sediento ignorante! ¡Ven! Aunque no veas el arroyo, haz al menos como los ciegos que echan su cántara al río.

  

  EL VIENTO

   Un día, llegó un mosquito ante el profeta Salomón para quejarse:

  "¡Oh, Salomón el Justo! Los hombres y los genios obedecen tus órdenes. El ave y el pez confían en tu justicia. No hay nadie hasta hoy que no pueda atestiguarlo. Ayúdanos, pues eres el que vuela en socorro de los débiles. Nosotros, los mosquitos, somos el símbolo mismo de la debilidad."   El profeta Salomón le dijo:

  "¡Oh, tú que deseas justicia! Dime de quién tienes queja. ¿Quién te tortura? Es extraño que tal verdugo haya podido escapar a mi justicia. Pues, a mi nacimiento, murió la injusticia igual que la oscuridad desaparece al nacer el día."

  El mosquito:

  "¡Me quejo del viento! Sus manos de verdugo son las que sacuden mi cuerpo en todos los sentidos."

  Salomón le dijo:

  "Dios me ha dado la orden siguiente: No escuches a un demandante si su enemigo no está presente. Aunque ese demandante exponga todos sus agravios, en ausencia de su adversario sus quejas no son aceptables. Tráeme a tu adversario si quieres pedir justicia."

  El mosquito:

  "Dices verdad. El viento es mi adversario y tú eres el único que puede infundirle respeto."

  Salomón dijo entonces:

  "¡Oh, viento! ¡Ven aquí! Porque el mosquito se queja de ti y de las torturas a que lo sometes."

  Al instante, el viento obedeció la orden de Salomón y vino a presentarse ante el profeta. El mosquito huyó al momento. Y Salomón lo llamó:

  "¿Por qué huyes así? Ven si quieres que resolvamos tu problema."

  El mosquito respondió:

  "¡Oh, sultán mío, ayúdame! El representa la muerte para mí.   Cuando viene, no puedo quedarme. ¡No me queda más que una solución: la huida!"

  Cuando la luz de Dios se manifiesta, no queda otra cosa más que esa luz. Mira las sombras que buscan la luz. Cuando ésta llega, ellas desaparecen.

  

  LLAMAR

   Un hombre se había enamorado locamente de una mujer, pero su unión era imposible. Se lamentaba noche y día, sin comer ni dormir. El amor lo había transformado en un vagabundo. Y sus tormentos eran interminables.

  ¿Por qué se presenta el amor al principio como un verdadero asesino? Es para que se pueda distinguir a los que no son realmente enamorados.

  Cada vez que nuestro hombre intentaba enviar un mensaje a su amada, el portador del mensaje, dominado por los celos, omitía entregarlo a su destinataria. Había intentado también atar una carta al cuello de una paloma, pero el calor de sus palabras había- quemado las alas del ave.

  Esta situación duró siete años. Soñaba sin cesar con el instante de su unión. El profeta dijo: "¡Si llamas, se te abrirá!" Y nuestro enamorado llamaba a la puerta con todo su corazón.

  Una noche, cuando había entrado en el jardín y se ocultaba para no ser descubierto por el guarda, encontró a su amada. Se puso entonces a rogar a Dios que colmase de favores a ese guarda que le había ayudado a encontrar a su amada.

  Cuando las piernas se han roto, Dios nos ofrece alas. Puede, incluso, abrir una puerta en el fondo de un pozo. Si miras con Dios una cosa desagradable, esa cosa se convertirá en un favor para ti.

  

  SACRIFICIO (Comentario del versículo: "Sacrifica cuatro aves...")

   ¡Oh, tú! Eres el Abraham de nuestro tiempo. También tú tienes que degollar cuatro aves que, como salteadores, obstaculizan tu camino. Ellas saltan los ojos de los hombres sensatos. Hay en el cuerpo humano cuatro atributos correspondientes a estas aves. Si se sacrifican, se libera el camino del alma.

  ¡Oh Abraham! Degüéllalas, si quieres que se liberen tus pies. ¡Si deseas resucitar al pueblo y hacerlo eterno, tendrás que degollarlas vivas! Estas aves son el pavo real, el pato, el cuervo y el gallo. Simbolizan cuatro tipos de caracteres.

  El gallo representa el deseo carnal, el pavo real la vanidad, el cuervo el deseo de longevidad y el pato la avidez.

  

  VIENTRE

   "¡El infiel come con sus siete vientres, pero el creyente se contenta con uno solo!" (Hadiz - palabras del profeta.)

  Un grupo de infieles llegó un día a la mezquita. Dijeron al profeta:

  "¡Oh, tú, que eres generoso con todos! Venimos a pedirte hospitalidad. Nuestro viaje ha sido largo. ¡Ofrécenos la luz de tu sabiduría!"

  El profeta se dirigió entonces a la concurrencia:

  "¡Oh, amigos míos! ¡Repartid a estos invitados entre todos vosotros, pues mis atributos deben también ser los vuestros!"

  Cada uno de los miembros que rodeaban al profeta se encargó, pues, de un invitado. Sólo quedó uno, un hombre de gran corpulencia. Nadie lo había invitado y permanecía en la mezquita como queda el poso en un vaso de vino. Fue, pues, el profeta quien se ocupó de él y lo llevó a su morada.   Pues bien, el profeta poseía siete cabras que le proporcionaban leche. Tenían la costumbre de acercarse a la casa a la hora de las comidas para ser ordeñadas. El infiel, sin vergüenza, absorbió la leche de las siete cabras, así como todo lo que pudo encontrar como pan y otros alimentos. La familia del profeta se entristeció mucho al ver así devorada la parte de todos. Este hombre extraño, con vientre de timbal, había devorado la comida de dieciocho personas.   Cuando llegó la hora de acostarse, el hombre se retiró a su habitación. Una sirvienta, encolerizada con él, lo encerró en ella.

  A media noche, el infiel sintió un violento dolor de vientre. Se precipitó hacia la puerta, pero ¡ay! la encontró cerrada, con un cerrojo por fuera. Intentó como un loco abrirla, pero en vano. La presión que habitaba en su vientre le hacía el espacio de la habitación cada vez más estrecho. Como último recurso, volvió a acostarse. En sus sueños, se vio a sí mismo en medio de las ruinas. En efecto, su corazón caía también en ruinas. Esta sensación fue tan fuerte que rompió sus abluciones y ensució su cama.

  Al despertar, casi se volvió loco de pesar al ver el desastre. "La tierra entera, se decía, no bastaría para cubrir tal vergüenza. Este sueño ha sido peor que una noche en vela. ¡Lo que como por un lado, lo echo por otro para ensuciar! ¿En qué situación me he puesto?"

  Como un hombre en el umbral de la tumba, esperó, lamentándose, el amanecer y la apertura de la puerta. Era como una flecha en un arco tenso, listo para huir corriendo de modo que nadie viese su estado. Por la mañana, el profeta vino a abrirle la puerta y después se ocultó tras una cortina por delicadeza. Aunque estaba al corriente del contratiempo de su huésped, no quería mostrarlo, pues eran la sabiduría y la voluntad de Dios las que habían puesto al hombre en aquella situación. Estaba en su destino conocer semejante contratiempo. La animosidad puede engendrar la amistad y los edificios acaban por caer en ruinas.

  Un importuno trajo el lecho sucio al profeta y le dijo:

  "¡Mira lo que ha hecho tu invitado!"

  El profeta respondió sonriendo:

  "¡Tráeme una cántara de agua para que yo limpie esto enseguida!

  -¡Oh, don de Dios! exclamaron entonces sus allegados, ¡que seamos sacrificados por ti...! A nosotros es a los que corresponde ocuparnos de esto. ¡No te preocupes! Este trabajo está hecho para la mano y no para el corazón. Ponemos nuestra felicidad en ser tus servidores. Si haces tú mismo el servicio, ¿cuál será nuestra utilidad?

  -Comprendo, dijo el profeta, ¡pero hay en todo esto una sabiduría oculta!"

  Cada uno esperó, pues, la revelación de este secreto. El profeta limpió el lecho de su huésped con un gran cuidado.

  Pues bien, el infiel poseía una estatuilla heredada de sus antepasados. En su camino, advirtió de repente que la había perdido. Lleno de angustia, se dijo: "Seguramente la he olvidado en mi habitación."

  Le repugnaba volver al lugar de su vergüenza, pero la avidez fue más fuerte y volvió sobre sus pasos. Llegado a la morada del profeta, vio que éste estaba lavando con sus propias manos el lecho sucio. Inmediatamente, olvidó su estatuilla y se lamentó amargamente. Se golpeó el rostro con las dos manos y la cabeza contra la pared, hasta el punto de que su cara se cubrió de sangre. El profeta quiso calmarlo, pero, alertada por sus gritos, acudió la multitud. El hombre se prosternó ante el profeta diciendo:

  "¡Oh, quintaesencia del universo! ¡Tú obedeces las órdenes de Dios! ¡Yo, que no soy más que una ínfima parcela, expreso mi vergüenza ante ti."

  A la vista de esta efusión, el profeta lo tomó en sus brazos y lo calmó. Abrió los ojos de su alma.

  Si no lloviera, no resplandecería la hierba. Si el niño no llorase, no le darían leche. Se necesita el ojo que llora. No comas excesivamente pues el pan, por su esencia, no hace sino aumentar la sed.

  Emocionado por la ternura del profeta, el hombre se despertó como si saliese de un largo sueño. El profeta le roció el rostro con agua y dijo:

  "Ven a mí para encontrar la verdad, porque tienes mucho trecho que recorrer en este camino."

 

  EL ALIVIO

   Un día, habiendo entrado en éxtasis, un sufí desgarró su túnica. Llamó a este vestido FERRACE (alivio). Esta denominación hizo fortuna y todos quisieron llevar tal vestido, pero sólo el precursor conoció el alivio. La multitud, por su parte, sólo tuvo el poso del vino. Una cosa puede ser pura en su interior, pero el nombre de la cosa es como el poso del vino para los seguidores. Si realmente deseas conocer la verdad, desgarra también tu túnica y conocerás el alivio.

  Sufí es el que busca la pureza. ¡No creáis que es cuestión de atavío o asunto de sastre!

  

  EL PAVO REAL

   Ha llegado el momento de describir al pavo real que se pavonea. Su único cuidado es el de captar la atención del prójimo sin conocer siquiera la razón de esta manera de obrar. Es como una trampa que ignora todo de la caza, pues no es más que un instrumento y no conoce la finalidad. ¡Qué cosa tan curiosa es una trampa! Funciona, pero no saca de ello provecho alguno.

  ¡Oh, hermano mío! Has reunido alrededor de ti a todos tus amigos. Has pasado buenos ratos con ellos; ¡después los has matado! Desde que estás en el mundo, no haces más que eso. Intentas atrapar a la gente con la trampa de la amistad. Pero nada obtendrás de los que te rodean. Gran parte de tu vida ha pasado ya. ¡La noche está cayendo y tú piensas aún en poner tus trampas! Capturas un animal, liberas otro. Ese es el juego de un niño ignorante. Cuando llegue la noche, todas tus trampas estarán vacías. Todo esto no es más que un grillete, una traba que estorba tu marcha. ¡Caes en tu propia trampa y te privas de tus posibilidades! ¿Se ha sabido nunca de un cazador víctima de sus propias trampas?

  La única caza interesante es el amor. Pero ¿cuál es la trampa que sirve para su captura? Más vale caer en las trampas del amor. Deja tus trampas y ve hacia las suyas.

  En ese mismo instante, el amor me desliza al oído esta verdad: "¡Más vale ser la caza que el cazador!"

  

  INDESCRIPTIBLE

   Un derviche preguntó un día a otro derviche si había visto a Dios. Este respondió:

  "¿Cómo describirte lo indescriptible? Déjame contarte una historieta a modo de respuesta. A la izquierda se encuentra un incendio y a la derecha un río de vino. Entre la multitud de los hombres, los hay que tienden hacia el incendio y otros que se embriagan en el río. Pero el bien y el mal están invertidos. Los que tienden la mano hacia el incendio van a parar al río, mientras que los que se embriagan en el río son arrojados al fuego. Un hombre de cada mil conoce este secreto y por eso eligen el fuego tan pocos de ellos. ¡Los que se arrojan al fuego sin echar siquiera una mirada al río de vino son favorecidos por la fortuna! La multitud, ebria del placer presente, paga las costas de este juego. Y el fuego les dice: "¡Oh, ignorantes! ¡No os engañéis sobre mí! ¡En verdad, soy una fuente, una fuente escondida! ¡Oh, Abraham! ¡No hay aquí ni humo ni llamas si no son las de Nemrod! Si posees la sabiduría de Abraham, el fuego será como el agua para ti. "Sé como la mariposa atraída

por el fuego. Su alma dice: "¡Aunque poseyese un millar de alas, las quemaría todas!""

  ¡El ignorante siente piedad de mí por mi estupidez y yo tengo lástima de él porque estoy en el secreto!

  

  ALIMENTO

   Un árabe estaba un día al borde de un camino ante su perro que agonizaba. Se lamentaba:

  "¿He merecido yo semejante desgracia?"

  Un mendigo que pasaba por allí le dijo:

  "¿Por qué te lamentas?

  -Poseía un perro de buen carácter y míralo muriéndose en medio del camino. Me guardaba por la noche, cazaba para mí. ¡Me protegía de los ladrones y me abastecía de caza!

  -¿Y cuál es su enfermedad?

  -¡Se muere de hambre!

  -Ten paciencia pues Dios es generoso con los que esperan. Pero, dime, ¿qué es ese saco que llevas ahí?

  -Es mi alimento. Es el que me procura mi fuerza y mi vigor.

  -¿Por qué no lo has dado a tu perro?

  -¡Mi piedad no llega hasta eso! ¡Si quiero comer, tengo que pagar, pero las lágrimas no cuestan nada!

  -¡Oh, idiota! ¿Tiene una rebanada de pan más valor que las lágrimas? Las lágrimas son sangre. Es el pesar el que las transforma en agua. ¡Más vale morir que desperdiciar sangre!"

  Cuando el justo llora, el cielo llora con él.

 

   ORGULLO

   Un pavo real estaba arrancándose las plumas. Acertó a pasar por allí un sabio, que le dijo:

  "¡Oh, pavo real! ¿Por qué pretendes afearte? Es una lástima arrancar tan hermosas plumas. ¿Cómo tienes valor para estropear ese maravilloso atavío? Tus plumas son universalmente apreciadas. Los nobles se hacen abanicos con ellas. Los sabios se hacen marcapáginas para el Corán. ¡Qué ingratitud la tuya! ¿Has pensado alguna vez en El que ha creado esas plumas o es que lo haces adrede? Nunca podrás reponerlas en su sitio. No te laceres el cuerpo por pesar, pues eso no es más que blasfemia."

  Al oír estos consejos, el pavo real se puso a llorar y sus lágrimas emocionaron a toda la concurrencia. El sabio continuó:

  "He cometido un error. No he hecho más que aumentar tu pena."

  El pavo real siguió regando el suelo con sus lágrimas y su llanto era como centenares de respuestas. Dejando al fin de llorar, dijo al sabio:

  "Tú ves los colores y percibes los olores. Por esta razón es por lo que no comprendes la multitud de tormentos que me cuestan estas plumas. ¡Oh, cuántos cazadores han lanzado flechas contra mí para poder apoderarse de ellas! Ya no tengo fuerza para resistir esta caza perpetua. Sólo me queda el recurso de separarme de mis atractivos y refugiarme en el desierto o en la montaña. ¡Cuando pienso que hubo un tiempo en el que estas plumas eran mi orgullo!"

  Cada instante de orgullo es una maldición para los vanidosos.

  

  DOS ANGELES

   Dos ángeles puros, llamados Harût y Marût, habían sido condenados a permanecer prisioneros en el fondo de un pozo, en pleno centro del universo. Eran conocidos por su ciencia de la magia y esta reputación atraía a mucha gente. Ellos negaban que quisieran enseñar la magia. A los que insistían, les decían: "Nosotros sólo enseñamos la magia para probar a los hombres."

  Los deseos son como perros dormidos. El bien o el mal que reside en ellos permanece oculto. Aunque en apariencia estén tan inmóviles como troncos de leña, las trompetas del deseo resuenan tan pronto como se despierta su interés. Cientos de perros se despiertan así. Resurgen muchos deseos enterrados. Cada pelo de esos perros se convierte en un diente. Sucede como la brasa que se frota con leña seca. No siempre se les ve, porque no tienen piezas que cazar.

  El enfermo ha perdido su apetito. Sólo tiene un deseo: recobrar la salud. ¡Pero si le muestran una rebanada de pan o un fruto seco, se olvida inmediatamente de que necesita seguir un régimen! Si tiene paciencia, la vista de este alimento le es útil, pues lo hace fuerte. ¡Pero si no tiene paciencia, entonces, más vale que no lo vea!

  

  LA GACELA

   Un cazador capturó un día una gacela y la encerró en el cercado en el que guardaba sus asnos y sus vacas. La pobre gacela, perdida, corría de aquí para allá. Llegada la noche, el cazador trajo heno para los asnos. Estos tenían un hambre tan grande que este vil alimento les era dulce como el azúcar. La gacela, aturdida por el polvo, vagaba en todos sentidos. Estar unido uno a su contrario es una tortura peor que la muerte.

  También tú sufres esta tortura sin darte cuenta siquiera. El pájaro de tu alma está encerrado en la misma jaula que su contrario. El espíritu es como un halcón, pero tu naturaleza es la del cuervo.

  Durante mucho tiempo, esta gacela con perfume de almizcle languideció en el cercado de los asnos. Se encontraba allí como un pez varado en la orilla. El almizcle y los excrementos se encontraban reunidos en un mismo lugar. Los asnos empezaron entonces a burlarse de ella. Uno decía:

  "¡Oh, oh! ¡Tiene el carácter de un sultán!"

  Otro:

  "¡Seguro que posee perlas!"

  Cuando quedaron saciados, la invitaron, sin embargo, a satisfacer su hambre, pero la gacela les dijo:

  "¡Estoy muy cansada y apenas tengo apetito!

  -¿Ah, sí? dijeron los asnos. Entendemos perfectamente. Tienes tus caprichos. ¡Temes rebajarte!

  -Es vuestro alimento, dijo la gacela. Os conviene, pero yo soy amiga de la hierba fresca. Acostumbro a saciar mi sed en el agua pura de los ríos. Sin duda lo que me sucede estaba escrito en mi destino. ¡Ay, mi naturaleza no ha cambiado y heme aquí en la situación de un pobre en cuya mirada ni siquiera hay avidez! ¡Mis vestidos pueden estar ajados, pero yo estoy aún fresca! ¡Cuando pienso que en otro tiempo comía a mi voluntad lilas, tulipanes y lirios...!

  -¡La nostalgia te extravía! replicaron los asnos.

  -¡Mi almizcle es mi testigo! respondió la gacela. Incluso el ámbar y el incienso lo respetan. Sólo los que perciben los olores los diferencian. ¡Mi almizcle no está ciertamente destinado a los amantes del fango! ¡Oh, qué inútil es ofrecer almizcle al que aprecia el olor del estiércol!"

  En este bajo mundo, la salvación está en la nostalgia y la soledad.

  

  EL FILO DE LA ESPADA

   Cuando Mohammed Alp Ulug Harezmshah hubo tomado por asalto la ciudad de Sebsvar, los ciudadanos imploraron su piedad:

  "¡Oh, sha! Somos tus servidores. Perdónanos la vida y pagaremos el tributo que exijas. ¡Perdónanos la vida aunque no sea más que por unos días!"

  El sultán les respondió:

  "Hay entre vosotros un hombre llamado Abu Bekr. Mientras no me lo hayáis traído, vuestra vida sólo penderá de un hilo. Si fracasáis, os pasaré a todos a cuchillo!"

  Un hombre trajo entonces una bolsa de oro y dijo:

  "¡No nos pidas tal cosa pues, en nuestra ciudad, no existe nadie con ese nombre! ¡Es como si buscases polvo en el fondo de un río!"

  Sin dirigir la menor mirada a la bolsa de oro, el sultán dijo:

  "¡Oh, adoradores del fuego! No esperéis salvación si no me traéis a ese Abu Bekr. ¡No creáis que me contentaré, como un niño, con bolsas de oro y de plata!"

  Los habitantes de Sebsvar se pusieron, pues, a registrar hasta los menores rincones de la ciudad, con la esperanza de encontrar a aquel hombre. Después de tres días y tres noches de búsquedas, acabaron por encontrar a un hombre llamado Abu Bekr. Era endeble y flaco y vivía, enfermo y afligido, en medio de los escombros.

  "¡Ven aprisa! le dijeron los ciudadanos, el sultán te reclama! Sólo tú puedes salvar nuestra ciudad del degüello.

  -Si tuviera fuerza para caminar, replicó el hombre, habría abandonado este lugar desde hace muchísimo tiempo. ¡No me habría quedado entre mis enemigos y habría ganado lo más aprisa posible el país del amigo!"

  Entonces, colocaron a Abu Bekr en un féretro y lo llevaron al sultán.

  Este universo es como la ciudad de Sebsvar. Muchos hombres de Dios están extraviados en él y Dios, como el sultán de Harezmshah, pide al pueblo un corazón puro. El profeta dijo: "Dios no mira vuestra apariencia. No busquéis más que la pureza del corazón." Sólo los hombres de corazón merecen Sus miradas. Tú te has creído un hombre de corazón y te has vuelto orgulloso. Así es como te has salido del camino de los hombres de corazón.

  Tú dices al sultán: "¡He aquí un corazón puro! Es lo mejor que puede encontrarse en la ciudad de Sebsvar!"

  Te responderán: "¡Esto no es un cementerio! ¿Por qué me traes un cadáver? ¿No existe un corazón puro junto al cual se refugien los ciudadanos?"

  No olvides que los corazones puros están disimulados en este universo, pues la luz es lo contrario de la oscuridad.

  

  TRAMPAS

   El gallo representa el deseo y el ídolo de la carne. Se ha embriagado con un vino envenenado.

  Si Adán no hubiera tenido el cuidado de asegurar su descendencia, habría permanecido casto por vergüenza del deseo.

  Satanás pidió a Dios: "¡Necesito una trampa poderosa para perseguir al pueblo!"

  Dios le mostró el oro, la plata y los caballos y dijo: "¡Puedes atraer al pueblo con todo eso!

  -¡Es bastante tentador! reconoció Satanás, pero yo busco algo mucho más poderoso."

  Mostrándole todas sus minas, Dios dijo: "¡Oh, maldito! ¡Aquí tienes otras trampas!

  -¡Oh, protector! ¡Eso es insuficiente!, respondió Satanás.

  Entonces Dios le mostró montones de vituallas, golosinas y vestiduras de seda.

  "¡Oh, Señor mío, imploró Satanás, ten piedad de mí. Eso solo no me bastará para encadenar a los hombres y distinguir a los que aman de los hipócritas. ¡Necesito un cebo más sutil!"

  Dios propuso además la bebida y la música. Satanás se mostró admirado, pero quedó insatisfecho. Pero, cuando Dios le mostró la trampa de la belleza femenina, se puso a danzar de alegría y exultó:

  "¡Es exactamente lo que necesitaba!"

  Cuando hubo visto aquellos ojos lánguidos capaces de hacer perder la razón a cualquiera, aquellas mejillas que inflamarían el corazón de los enamorados, aquellos lunares, aquellos labios de ágata, aquel reflejo de luz de vanidad tras un velo tan fino, aquellas maneras, aquellos caprichos, aquellos juegos, entonces Satanás quedó por fin satisfecho.

  

  LA CUERDA AL CUELLO

   Un hombre pretendió un día ser un profeta superior a todos los demás. Le pusieron una cuerda al cuello y lo llevaron ante el sultán. Curioso por conocer el origen de aquella aberración, la multitud se reunió como un hormiguero.

  "Si la pobreza es un signo de profecía, decía la gente, entonces todos somos profetas. Todos somos semejantes y todos hemos venido igualmente del otro mundo. ¿Qué hay de extraordinario en eso?

  -Hay una cosa que vosotros ignoráis, respondió el hombre. Vosotros habéis venido a la tierra por decisión del destino, pero habéis viajado en la ignorancia, como un niño que duerme, inconsciente de las etapas. Habéis atravesado muchas comarcas en la embriaguez o en el sueño. Nada habéis sabido del camino de lo alto y del camino de lo bajo. Nosotros hemos recorrido el universo con nuestros cinco sentidos y en las seis direcciones, despiertos y alegres. Hemos visto el origen y la finalidad, porque nuestros guías conocían bien el camino."

  El pueblo pidió al sultán que torturase a aquel hombre para dar ejemplo, pero el sultán notó que el hombre era tan delgado que un simple papirotazo lo habría matado. Su cuerpo era casi transparente.

  El sultán se dijo entonces que más valía probar con la dulzura pues un lenguaje tierno hace salir a la serpiente de su guarida.

  Hicieron salir al pueblo y el sultán, lleno de paciencia y de dulzura, le preguntó de dónde venía y se informó sobre sus condiciones de vida.

  "¡Oh, sultán! respondió el hombre, mi casa es el país de la salvación y mi dirección es el país de la reprobación. No tengo ni morada ni amigos. ¿Cómo podría un pez vivir en tierra?,¦

  Para provocarlo, el sultán le preguntó:

  "¿Cuál es tu plato preferido?" Después: "¿Qué has bebido para estar así ebrio por la mañana?

  -¡Si tuviera pan, replicó el hombre, no pretendería ser un profeta!"

  Profetizar ante tal sultán es como esperar que una montaña muestre corazón. Lo único que puede hacer una montaña es devolver las palabras que se le dirigen. Al hacer eso, se burla. De nada sirve hablar de vida a un cadáver. Pero habla de oro o de mujeres y todos te seguirán sin preocuparse siquiera de su propia existencia. Diles: "Una hermosa mujer está enamorada de ti. ¡Ve! te espera." Correrán enseguida en la dirección que les indiques.

  Pero, si hablas el lenguaje de la verdad y dices: "¡En este efímero universo preparémonos para el universo de la verdad! ¿Qué importa lo efímero puesto que es posible la eternidad?" Sabe entonces que querrán matarte ¡y no creas que hacen eso para proteger su religión!

  El sultán preguntó:

  "¿Qué es la revelación? ¿Qué beneficio saca de sus actividades un profeta?

  -Todo lo que dice un profeta termina por suceder, respondió el hombre. ¿Puede existir un reino que no desee unirse a él? ¡La revelación de un profeta, sin hablar siquiera de mí, es como la inspiración en el corazón de una abeja! La revelación que Dios hizo a la abeja ha llenado su morada de miel. ¡Por su revelación, Dios ha llenado de miel el universo! Y, como el hombre posee la luz del corazón, su revelación no podría valer menos que la de una abeja."

  

  EL ORIGEN DEL ORIGEN

   Un enamorado estaba relatando a su amada todo lo que había hecho por ella:

  "He hecho muchas cosas por ti. Por culpa tuya he sido blanco de muchas flechas. Mis bienes han volado y mi dignidad al mismo tiempo. ¡Ah, cuánto he sufrido por tu amor! Ya no hay noche ni día que me traiga una sonrisa."

  Así enumeraba la lista de los amargos brebajes que había tenido que absorber. No hacía esto con el fin de culpabilizar a su amada, sino, más bien, para probarle su sinceridad. Pues la sed de los enamorados no colma ningún instinto. Describía sus penas sin cansarse. ¿Cómo podría un pez cansarse del agua?

  Cuando había terminado de hablar de sus desengaños, añadía:

  "¡Y aún no te he dicho nada!"

  Era como la candela que ignora su llama y se funde en lágrimas.

  Su amada le respondió:

  "Es verdad, has hecho todo eso por mí. Pero ahora préstame atención y escucha esto: ¡tú no has ido hasta el origen del origen del amor y todo lo que has hecho es aún poca cosa!

  -Dime ¿cuál es, pues, ese origen?

  -Es la muerte, la desaparición, la inexistencia. ¡Has hecho todo para probar tu amor, salvo morir!"

  En aquel mismo instante, el enamorado rindió el alma en la alegría y esta alegría le quedó, eternamente.

 

  LLANTOS

   Un discípulo visitó un día a su maestro. Lo encontró llorando y se puso también a llorar más fuertemente aún.

  Cuando dos amigos bromean, el que tiene buenos oídos ríe una sola vez, pero el sordo ríe dos veces, pues su primera risa no es sino una imitación. Ríe con todo el mundo sin entender. Después, cuando se le explica la causa de la hilaridad general, ríe por segunda vez.

  Un imitador es como un sordo. Vive en el placer y en la alegría sin saber lo que son el placer y la alegría. La luz del maestro se refleja en su corazón. La alegría del discípulo emana de la de su maestro. Los que creen que este estado les es propio son como un cesto en el agua. Cuando se le saca del agua, se da cuenta de que el agua pertenece al río.

  

  DESEO

   Una esclava, dominada por el deseo, había enseñado a un asno a hacer el amor con ella y el animal había tomado gusto en ello. La esclava utilizaba una calabaza para controlar los asaltos del asno. Es decir, que en el momento de la unión, aquella perra encajaba la calabaza en el miembro del animal para no recibir sino la mitad de él, pues, sin esta precaución, se habrían desgarrado su vagina y sus intestinos.

  El ama de la esclava se extrañaba de ver que su asno se desmejoraba de día en día. Ningún veterinario descubría el secreto de aquella enfermedad. Ahora bien, un día, por una grieta de la puerta, vio a su esclava bajo el asno. A la vista de esto, quedó presa de admiración y también de celos.

  "¿Cómo es posible? ¡Yo merezco eso mucho más que ella! Después de todo ¿no es mío el asno?"

  El asno era maestro consumado en su tarea. La mesa estaba dispuesta y las velas encendidas. El ama se hizo la inocente y llamó a la puerta.

  "¿Vas a seguir mucho tiempo barriendo esta cuadra? ¡Vamos! Abre!"

  La esclava escondió apresuradamente sus avíos y abrió, con una escoba en la mano. El ama le mandó entonces que fuera a la ciudad a hacer un recado. ¡En realidad, la conversación fue más larga, pero preferimos abreviar estos comadreos!

  Una perra había, pues, reemplazado a la otra. Ebria de deseo, cerró la puerta. iPor fin sola! Su alegría llegó a su colmo cuando midió con una mirada el deseo del asno.

  El deseo vuelve el corazón ciego y sordo. Incluso un asno seduce a una belleza. El deseo enmascara la fealdad y de este modo es como coge en la trampa incluso a los hombres sensatos. Si el deseo ha podido transformar un asno en hombre hermoso, ¡qué habría sucedido si hubiera habido un hombre hermoso en su lugar! El exceso de comida es lo que alimenta el deseo. ¡Sé sobrio o cásate si quieres ser razonable!

  En pleno éxtasis, la mujer atrajo el asno a ella. Pero su castigo no tardó en llegar. Para satisfacer su deseo, había subido a la mesita que utilizaba su esclava. Cuando el asno se acercó, ella alzó sus piernas. El miembro del asno era como un hierro caliente al rojo blanco. Bien enseñado, el animal penetró en la mujer y la desgarró de golpe. El establo quedó lleno de sangre. La mesita cayó por un lado y la mujer por el otro.

  Una muerte vergonzosa engendra la vergüenza. ¿Has visto alguna vez a la víctima de un asno? Escucha: Tu ego animal es como el asno, pero aún es peor encontrarse debajo. Si tú mueres un día a causa de tu deseo, sabe que eres más bajo que esta mujer. Su deseo le hizo sobreestimar su apetito y por eso fue por lo que la muerte la atrapó por la garganta. No dejes que tus deseos te arrastren fuera del justo medio. El deseo quiere poseer todo pero te impide tener nada. ¡Guárdate del deseo, oh, ansioso e hijo de ansioso!

  La esclava, por su parte, lloraba por las calles.

  "¡Oh, ama mía! ¡Quisiste alejar a la verdadera maestra! No quisiste que te iniciara. Y has muerto por ignorancia. Adoptaste mis prácticas, pero no te atreviste a informarte mejor. ¡Oh, mujer idiota! ¡No viste sino la apariencia y no pensaste en el continente! ¡Viste bien el miembro reluciente del asno, pero habrías debido ver también la calabaza! El amor del asno te excitó tanto que te volviste ciega por él!"

  Muchos hombres, con una caña en la mano, se creen Moisés o Jesús.

  

  SUEÑO

   Un derviche, retirado en su celda, tuvo un sueño una noche. Vio una perra que estaba preñada y oyó los ladridos de los perrillos. Aquello le pareció muy extraño.

  "¿Cómo pueden ladrar esos perrillos incluso antes de haber nacido? se preguntó. ¡Nadie en este bajo mundo ha oído nunca hablar de una cosa semejante!"

  Al despertarse, su estupefacción no hizo sino aumentar. Y como estaba solo en su celda y nadie podía ayudarle a aclarar este misterio, se dirigió a Dios:

  "¡Oh, Señor! ¡Estoy pasmado ante este enigma!"

  Del mundo de lo desconocido llegó esta respuesta:

  "Ese sueño es la representación del discurso de los ignorantes. Pues ellos hablan cuando aún no han salido de los velos que los rodean. Sus ojos están cerrados y charlan inutilmente. Es tan vano como el ladrido de un perrillo en el vientre de su madre. Ladra, pero ni siquiera sabe qué es la caza ni qué es estar vigilando. Aún no ha visto ni lobo ni ladrón."

  El deseo de ponerse en primer plano, ciega a los ignorantes y sus palabras son temerarias. Describen la luna sin haberla visto y venden aire a sus clientes.

  Busca clientes que te busquen realmente. No te preocupes de uno cualquiera de ellos. ¡Porque es malo estar enamorado de dos amadas!

  

  FAVOR DIVINO

   Muy cerca del Temén, en la ciudad de Darván, vivía un hombre lleno de generosidad, de bondad, de madurez y de razón. Su morada era el lugar de reunión de los desheredados, de los pobres y de los melancólicos. Tenía la costumbre de distribuir la décima parte de sus cosechas.

  Cuando el trigo se convertía en harina y hacían pan con ella, distribuía la décima parte de él. Cualquiera que fuese la naturaleza de su cosecha, hacía así, cuatro veces al año, esa distribución.

  Un día dio estos consejos a sus hijos:

  "Cuando yo haya muerto, perpetuad esta tradición para que el favor divino esté sobre vuestra cosecha. El fruto de una cosecha proviene de lo desconocido, pues es Dios quien nos lo proporciona. Si disponéis adecuadamente de sus larguezas, la puerta del provecho se abrirá para vosotros. Así hacen los campesinos que siembran sin esperar ya una parte de su cosecha. Puede suceder que lo sembrado sea más importante en cantidad que el resto. ¡Qué importa! ¡Tienen confianza! El zapatero se priva igualmente de todo para comprar pieles, pues ésa es la fuente de sus ingresos. Pero la tierra o el cuero no son, de hecho, sino velos. Y la verdadera fuente de ganancia es lo que Dios nos ofrece. Si restituís vuestras ganancias a la fuente, recuperáis vuestra apuesta centuplicada. Imaginad que hayáis colocado vuestras ganancias en el lugar en el que suponéis que se encuentra su fuente y que nada brota durante dos o tres años. No os queda ya sino implorar a Dios.

  "No lo olvidéis: El es quien nos procura alegría y embriaguez, no el vino ni el hachís. Ninguna ayuda verdadera nos vendrá de vuestros tíos, de vuestros hermanos, de vuestro padre o de vuestros hijos. Sabedlo: llegará un día en que ellos se alejarán de vosotros y vuestros amigos se volverán enemigos. Durante toda vuestra vida no habrán hecho sino obstaculizar vuestro camino, igual que ídolos.

  "Si un amigo se aleja de ti con rencor, celos o cólera, no te apenes. Muy al contrario, da limosnas y da gracias a Dios pues no estabas ligado a ese amigo sino por ignorancia. Pero ahora te has liberado de sus redes. Busca, pues, un verdadero amigo. El verdadero amigo es aquel cuya amistad no se deja enfriar por nada, ni siquiera por la muerte.

  "No olvidéis esto: sembrad vuestra semilla en la tierra de Dios para que vuestra cosecha esté al abrigo de los ladrones y de las calamidades. En cualquier momento el diablo nos amenaza con la pobreza. No le sirvamos de pieza de caza. Por el contrario, démosle caza nosotros, pues no es digno que el halcón del sultán sea cazado por una perdiz."

  Pero este sabio sembraba la semilla de la sabiduría en un terreno árido. En las palabras del sabio se encuentran miles de exhortaciones útiles. Pero hace falta oído para oírlas. ¡Quién mejor que los profetas para aconsejar, puesto que sus palabras hacen moverse las montañas!

  Las montañas han aprovechado sus consejos, pero muchos hombres les arrojaron piedras. Así es como, hipnotizados por la idea de sacrificar una décima parte de sus ganancias, muchos hombres olvidan el favor divino que obtendrían obrando así.

  

  UN PUÑADO DE TIERRA

   Dios creó al hombre de tal manera que puede distinguir el bien del mal. Un día pidió al ángel Gabriel que fuese a buscarle un puñado de tierra. Pero cuando éste tendió la mano, la tierra retrocedió y dijo lamentándose:

  "¡Oh, ángel! ¡Por el amor de Dios, perdóname! ¡En nombre de la ciencia que Dios te confió, no me hagas daño!

  Tú tratas con Dios a cada instante. Eres el dueño de los ángeles y el mensajero del profeta. Has tenido revelaciones. Eres un ángel superior, pues insuflas el espíritu al alma igual que Izrafel insufla el alma al cuerpo. Cuando él sopla su trompeta, el cuerpo se reanima, pero cuando eres tú quien pones en tu boca la trompeta, el corazón resucita a la luz. ¡Miguel nos proporciona el alimento del cuerpo, pero tú alimentas el corazón! ¡Como la misericordia triunfa sobre la cólera, lo mismo triunfas tú sobre Azrael!"

  Así habló la tierra. Gabriel, emocionado por sus lágrimas, regresó ante Dios y le dijo:

  "No me atrevo a diferir la ejecución de tus órdenes, pero sabes lo que ha pasado entre la tierra y yo. ¡Me hubiese sido fácil traerte un puñado de ella si no me hubiese intimidado invocando uno de tus nombres!"

  Dios dijo entonces a Miguel:

  "¡Ve a la tierra y tráeme un puñado de ella!"

  Pero la tierra, fogosamente, expresó sus tormentos al ángel:

  "¡En nombre de Aquel que te hizo sostén de los cielos, perdóname! Tú eres el que pesa el don de cada criatura, el que calma la sed de los sedientos. Ten piedad de mí. ¡Mira las lágrimas de sangre que vierto!"

  Un ángel es una manifestación de la misericordia divina y no pone sal en la herida de un enfermo. Así, Miguel regresó ante Dios sin haber cumplido su misión. Le dijo:

  "¡Oh, Señor que conoces lo oculto y lo aparente! Las lágrimas de la tierra han alzado un obstáculo en mi camino. Conozco el valor de las lágrimas y no he podido mostrarme insensible."

  Entonces, Dios dijo a Izrafel:

  "Vé a buscarme un puñado de tierra."

  Apenas Izrafel hubo llegado a su destino cuando la tierra empezó de nuevo a lamentarse diciendo:

  "¡Oh, savia de la vida! ¡Con tu aliento resucitas a los muertos! Tu aliento lleno de misericordia reanima el universo entero. Eres el sostén de la tierra y el ángel de misericordia. En nombre de Dios, no me causes ningún daño. Pues me atenaza la duda. Tú eres fiel al Misericordioso y Dios es el que no espanta a nadie, ni siquiera al pájaro. ¡Por piedad, sé tan clemente como tus dos predecesores! "

  Así Izrafel se volvió hacia Dios:

  "Tú has ordenado a mis oídos que vayan a buscar tierra y has ordenado lo contrario a mi razón. ¡Que tu misericordia sea mayor que tu cólera!"

  Entonces Dios dijo a Azrael:

  "¡Tráeme un puñado de tierra sin más vacilaciones!"

  Ahora bien, la tierra volvió a lamentarse:

  "¡En nombre del Misericordioso! ¡En nombre del Todopoderoso! ¡Déjame! Pues Dios no niega a quien pide."

  Azrael replicó:

  "¡Yo no tengo poder para diferir una orden del Todopoderoso!

  -¡Pero Dios ordena ser sabio y perdonar!

  -La sabiduría, dijo Azrael, puede interpretarse de maneras diferentes, pero cuando se tiene una orden tan estricta, apenas hay lugar para interpretaciones. Tus lágrimas y tus suspiros abrasan mi corazón. No creas que soy insensible a la piedad. Puede incluso que sea más compasivo que los que me han precedido. Pero, si, ante una orden de Dios, yo abofeteo a un huérfano, y si un hombre de buena voluntad le ofrece leche, mi gesto valdrá más que el suyo. En toda prueba hay un don. El ágata siempre está oculta en el barro. ¡Puesto que es El quien te invita, ven! ¡Esta invitación sólo te traerá honor y alegría! Más vale obedecer las órdenes de Dios. Por mi parte, no tengo fuerza para resistirme a ellas."

  Después, como la tierra persistía en su petición:

  "Yo soy como un lápiz entre dos dedos. ¡No hago más que obedecer!"

  Y, mientras que la tierra lo escuchaba, tomó de ella lo suficiente para llenar su mano. Y la tierra se sintió como el niño que llevan por fuerza a la escuela.

  Dios dijo entonces a Azrael:

  "¡Te nombro arrancador de espíritus!

  -¡Oh, Señor mío! dijo Azrael, si ésa es mi tarea, toda criatura será mi enemiga. ¡No hagas de mí el enemigo de toda criatura!"

  Dios respondió:

  "No temas nada. Crearé enfermedades de la cabeza, convulsiones... y muchas otras cosas como razones aparentes de la muerte y nadie te considerará responsable.

  -¡Oh, Señor mío! ¡Habrá sin duda sabios entre tus servidores que rasgarán ese velo!

  -Esos saben que existe un remedio para cada pesar y que sólo el destino es irremediable. Los que miran el origen no te verán. Aunque estés oculto a los ojos del pueblo, eres un velo tú mismo para los que ven la verdad. Puesto que, para ellos, el destino tiene la dulzura del azúcar, ¿qué tendrían que temer? Si derribas los muros de una prisión, ¿por qué quieres que se aflijan los prisioneros? ¿Por qué dirían: "¡Qué lástima haber roto tan hermoso mármol!" Ningún preso está triste por salir de la prisión, salvo el destinado al patíbulo. El que duerme en prisión y sueña con jardines de rosas se dice: "¡Oh, Dios mío, déjame gozar de este Edén!" Cuando duerme, no desea despertar."

  El alma dormida ignora el cuerpo, esté éste en el jardín de rosas o en el fuego. ¡Qué hermoso sueño! ¡Visitar el paraíso sin morir!